De conformidad con el Diccionario de la Lengua Española, absurdo es lo que es contrario o contradice a la razón, a la lógica y al sentido común. Pero, ojo, hay que tener cuidado con este concepto, no solo porque la vida humana está llena de hechos absurdos, sino porque para algunos ilustres filósofos las cosas que se consideran absurdas no lo son tanto. Te dan una explicación muy complicada del tema y al final tú sales muy confundido, pero creyendo que existe algo así como una lógica de lo absurdo. Y debe ser cierto, porque si no nadie entendería lo que está ocurriendo en Venezuela. Para los que no andamos inmersos en esas profundidades metafísicas, lo que ocurre en el país no tiene pies ni cabeza. El proceso mismo que nos condujo a esta situación es de lo más absurdo que se pueda imaginar. Ya nos referiremos a ello más adelante.
Empecemos con un tema: el famoso diálogo entre el régimen y la oposición del que todo el mundo habla y pide que se prosiga porque está suspendido desde hace tiempo y nadie sabe si algún día continuará. En dicho diálogo no participa toda la oposición porque ella está dividida en numerosos pedazos que se adjudican el apoyo mayoritario de los que rechazan al régimen madurista. 80% que es totalmente silencioso, que no se manifiesta porque no tiene medios para hacerlo. Las fracciones opositoras se atacan entre sí con mucho mayor ahínco del que emplean contra el régimen, que ve los toros desde la barrera. Se acusan de radicales, colaboracionistas y cosas peores. Nadie sabe con certeza quiénes son realmente opositores y quiénes le hacen el juego al régimen.
Pero eso no es todo. El asunto principal que la representación opositora exige al régimen madurista es que cumpla cabalmente con la Constitución Bolivariana (hija entrañable del chavismo), realizando el año que viene unas elecciones presidenciales sin vicios, no como las “chimbas” que se han celebrado en los últimos años y que no han sido reconocidas. Lo primero que impacta a nuestro magín es la pregunta de si es lógico y racional, por no decir válido y legal, negociar un derecho constitucional con quien tiene la obligación de cumplirlo (el Ejecutivo Nacional) y con quien tiene el deber de hacerlo cumplir (la Fuerza Armada Nacional Bolivariana), principal sostén del régimen, que no actúa en la escena del diálogo, pero que se mueve tras bambalinas.
A cambio de cumplir cabalmente con su deber, el régimen pide, también como punto principal, que le suspendan las sanciones impuestas por Estados Unidos, que lo están asfixiando económicamente. La facultad de suspender las sanciones no está en manos de la representación opositora. Si se firmara un acuerdo en ese sentido ella no estaría en capacidad de garantizar 100% el levantamiento de las sanciones. Igualmente, si el régimen madurista no cumple lo pactado, cosa que a nadie extrañaría, ella tampoco tendría poder de hacerlo cumplir. ¿Por qué diablos no negocian directamente el punto de las sanciones el régimen madurista y Estados Unidos? Eso sería lo lógico, pero recuerden, no estamos en ese plan.
Lo del diálogo o negociación entre el régimen madurista y la oposición, así como todo lo demás, es de un absurdo subido, lo cual no debe sorprendernos porque la lógica de lo absurdo, a la que hemos hecho referencia antes, ha dirigido el proceso político, económico y social venezolano durante los últimos 24 años y medio. El aclamado “legado” de Chávez consta de dos elementos básicos que dan inicio al proceso: 1) la ruina de la economía nacional y de su principal motor de desarrollo: la industria petrolera y Pdvsa y 2) el ascenso al poder de lo peor de la izquierda política y del militarismo tradicional, vestidos para esta ocasión con los ropajes del “bolivarianismo” y del “socialismo del siglo XXI”, que nadie sabe qué son, porque sus propios inventores nunca los han podido explicar con claridad y coherencia. A juzgar por sus resultados, son lo peor que se les pudo haber ocurrido.
Con esos dislates comenzó a operar la lógica de lo absurdo que nos retornó a situaciones de atraso y pobreza que creíamos superadas para siempre. Que un país como Venezuela, que durante el siglo XX llegó a ser el segundo país productor de petróleo del mundo y el primer exportador del mismo en los años de la posguerra de la II Guerra Mundial y que en décadas posteriores logró el ingreso per cápita más alto de América Latina y uno de los más grandes del mundo haya caído, por el legado del caudillo y la acción de sus seguidores, a los niveles más bajos en esos y otros renglones, es lo más absurdo que se pueda uno imaginar.
Hemos expuesto los hechos del proceso histórico venezolano de los últimos años, que otros expliquen la lógica de su absurdidad.
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