No ha de haber peor sentencia que una por abuso sexual. Más aún para un expresidente de Estados Unidos empeñado en reincidir en el cargo. Eso importa al común de los mortales, no a Donald Trump, condenado por un tribunal de Nueva York a pagarle 5 millones de dólares (unos 4,56 millones de euros) a E. Jean Carroll por haberse propasado con ella en los probadores de la sección de lencería de una tienda de Manhattan. Ocurrió en 1996, pero Carroll, escritora y ex columnista de la revista Elle, no ventiló la historia hasta 2019, cuando publicó su libro de memorias.
Aprovechó entonces una hendija legal que permitía que las víctimas de esos delitos pudieran denunciarlos a pesar haber prescripto. Trump aún era presidente. Carroll, de 79 años, se ha convertido en la primera en hacerle pagar sus fechorías con mujeres. Varias han hecho denuncias de acoso y de violación que cayeron en saco roto mientras él aún se jacta de sus hazañas sexuales. Detalles más, destalles menos, el veredicto del tribunal de Nueva York no reconoció el delito que denunciaba Carroll, la violación, pero, al menos, consideró a Trump responsable del abuso y de difamarla como si se tratara de una desequilibrada que solo buscaba dinero y reconocimiento.
¿Qué impacto puede tener un veredicto de esta naturaleza en la precipitada carrera para las presidenciales de 2024? Trump está por cumplir 77 años el 14 de junio y resulta ser el favorito para las primarias republicanas. Su rival de 2020, el presidente Joe Biden, de 80, dio el pistoletazo de salida con la inscripción de su candidatura. Siembra dudas entre propios y extraños justamente por eso, su avanzada edad, así como por sus lapsus frecuentes. ¿Otros motivos? Varios: la inflación, la delincuencia, la presión migratoria y, punto crucial del declive de su imagen, la caótica retirada de Afganistán.
Si para Trump no fuera usual sacar provecho de sus contradicciones al mejor estilo de Bill Clinton después del escándalo con Monica Lewinsky cuando era presidente y de la acusación de acoso sexual de Paula Jones cuando era gobernador de Arkansas, otro podría ser el escenario. Trump carga ahora con un fallo adverso mientras debe enfrentar cargos por los disturbios del 6 de enero de 2021, cuando los suyos atacaron el Congreso para impedir la certificación de la victoria de Biden.
No solo eso. También debe responder ante los tribunales por la presunta falsificación de registros comerciales para ocultar información perjudicial en un caso de dinero secreto. Los fiscales y los jurados de Atlanta y Washington, a su vez, evalúan su supuesta interferencia en los resultados de las elecciones de Georgia en 2020. Y, cual cereza del pastel judicial, el hallazgo de documentos clasificados en su residencia de Mar-a-Lago, Florida, en 2022, así como la aplicación de métodos aparentemente non sanctos en su cruzada por obtener donaciones para la campaña. Aquello que puede amilanar al común de los mortales parece no hacerle mella.
Carroll, Miss Universidad de Indiana en 1963 y Miss Animadora de Estados Unidos un año después, no es una desconocida cuyo afán era ganar fama gratuita para promocionar su libro como la rotuló Trump. En los años noventa, después de distinguirse con su columna en Elle, Ask E. Jean, a menudo escrita en primera persona con una prosa muy cuidada, presentó su propio programa de televisión con el mismo nombre. Proviene de la escuela de escritores de Hunter S. Thompson, de quien escribió una biografía, y de Tom Wolfe. Participó como tal del inoxidable programa televisivo Saturday Night Live en los años ochenta.
Abuso y difamación no son fake news, término utilizado por Trump para rechazar todo aquello que turbe su carrera y su ambición. El impacto, en todo caso, puede darse en una sociedad crispada y polarizada en la cual prima el relato de cada parte sobre la verdad. La cadena Fox, su favorita, aceptó pagar 787,5 millones de dólares (unos 717 millones de euros) en un acuerdo con Dominion Voting Systems para repeler un juicio por difamación por haber inventado un supuesto fraude en las presidenciales de 2020 y, sobre llovido, mojado, prescindió de uno de sus presentadores estrella, Tucker Carlson.
La cacería de brujas, versión Trump, continúa en marcha. Los nueve miembros del jurado, seis hombres y tres mujeres, concluyeron en menos de tres horas, tiempo récord, que debía indemnizar a Carroll, inspirada en el movimiento MeToo. Por haberse tratado de juicio civil, no penal, Trump no corría el riesgo de ir a prisión. Tiene una mancha más visible que otras en su pelaje. Dato curioso: el incidente con Carroll coincidió con el primer año en el que pasó a ser el dueño hasta 2015 de los concursos de Miss Universo en las cadenas CBS y NBC.
En un país dividido, en el cual Trump y Biden tienen electores cautivos por sus afinidades partidarias más allá de sus peculiaridades, la premisa radica en captar a los moderados y los independientes, decisivos para ganar las elecciones. La sentencia contra Trump puede incrementar su prontuario, pero, a su vez, la desconfianza en Biden también puede favorecerlo. En un mundo en blanco y negro, la primera derrota de Trump en los tribunales puede ser una guillotina o un trampolín al margen del abuso sexual comprobado. Una vergüenza para el común de los mortales, no, en principio, para Trump. Víctima de sí mismo y victimario de sus acusadores.
- Jorge Elías es consultor del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) y miembro del Instituto de Política Internacional de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas
Artículo publicado en el diario El Debate de España
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