Sin duda alguna los anuncios del pasado Primero de Mayo generaron indignación incluso en las bases oficialistas, esta fecha que anteriormente en nuestra historia fue motivo de grandes luchas y conquistas, en los últimos años se ha convertido en un estigma de frustración y rabia.
El último ajuste de salario se realizó en marzo del año 2022, siendo en ese momento equivalente a 30 dólares y el cual Nicolás Maduro ofreció anclar al petro pero no lo cumplió, considero que la corrección salarial pudo haber sido un poco más digna, tal cual lo escribí en mi artículo anterior, el cual titulé: «Por un salario justo y digno para los trabajadores».
Es importante destacar el incremento acuciante de la desigualdad en Venezuela como política de Estado, donde la táctica para gobernar ha sido priorizar unos grupos y discriminar a otros, tal como viene sucediendo con los pensionados y jubilados.
Desde la Asamblea Nacional en la sesión del pasado martes 2 de mayo insistimos nuevamente en discutir los dos proyectos de Ley que presentamos desde la Alianza Democrática, uno el año pasado -el de salarios y pensiones dignas- y otro este año -el de emergencia salarial-. Lamentablemente la bancada del gobierno votó negativamente a la propuesta que hicimos al Proyecto de Acuerdo que ellos presentaron a propósito de la Conmemoración del Día del Trabajador.
Este tema ha generado tanto descontento social que incluso en menos de 24 horas el propio Nicolás Maduro realizó una «rectificación» con relación al llamado bono de guerra económica (de 20 a 30 dólares). Ya que los derechos deben ser siempre progresivos, quiero recordar al primer mandatario nacional que el mes pasado este bono fue de 1.100 bolívares, los cuales eran equivalentes a 44,77 dólares.
De la misma manera sus «asesores» le informaron mal, ya que Maduro en medio de la firma del decreto aseguró que ese bono tenía dos meses cancelándose, cuando el mismo en realidad comenzó a pagarse en enero.
Cada día que pasa es más evidente para el común de las personas la mala forma en que es llevada la economía, los ciudadanos ahora están más informados y perciben las incongruencias e improvisaciones del Ejecutivo Nacional con más inmediatez, motivo por el cual sus reacciones son prácticamente espontáneas. Le guste o no, Maduro está forzado a entender que sin bienestar y dignidad laboral el país no crecerá económicamente, ya que Venezuela no es China ni India, aquí no tenemos cómo reemplazar la mano de obra calificada con inmediatez, debido a los millones de venezolanos que han migrado en las edades más productivas.
Sin ajuste salarial se eliminan por vía de hecho los «beneficios» que le quedaban a los trabajadores (prestaciones sociales, aguinaldos y vacaciones), para nadie es un secreto que los derechos laborales han venido socavándose a lo largo de los últimos años. Lo más absurdo e imperdonable es que un presidente que se llama a sí mismo «obrero» pisotee la dignidad de los trabajadores y que un sindicato patronal lo secunde. La llamada Central Bolivariana Socialista de Trabajadores encabezada por su coordinador Carlos López, así como su presidente Will Rangel defienden al patrono y no a los que dicen representar.
En conclusión, Nicolás Maduro en términos reales les aplicó a todos los trabajadores, algo que se llama Regresividad Laboral y que está prohibido en la Constitución en sus artículos 19 y 89. Con la indexación de los bonos al precio del dólar del Banco Central de Venezuela (BCV), el gobierno reconoce su gran derrota, aceptando que nuestro Bolívar como moneda, perdió todo el poder adquisitivo y referencial en dos décadas de revolución.
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