Los enganches en la curiosidad para ver la coronación del rey Carlos III son más de orden político, histórico, religioso, social y militar.
Quien haya visto la coronación por farándula ya es otra cosa y eso es respetable.
El político: observamos un evento que tiene viviendo como forma de gobierno con los ingleses más de mil años con altos y con bajos desde los tiempos de San Alfredo El Grande.
El histórico: durante esos más de mil años la corona inglesa ha sido protagonista de muchos eventos que han tenido resonancia en todo el globo. En el continente americano muchos de los actuales países independientes fueron sus colonias, otros aún lo son. En algunos sus nacionales contribuyeron a la independencia como en Venezuela. Y en el tema geográfico aún tenemos un trompito enrollado con el tema del Esequibo.
El religioso: desde los tiempos de Enrique VIII el monarca es el jefe de la Iglesia Anglicana, una disidencia en sus tiempos, de la Iglesia Católica. Quienes vieron la coronación para evocar a Lady Di y agriarse con Camila es bueno que lean las 6 historias de cama de este rey, especialmente el capítulo correspondiente a Ana Bolena, quien bajo cargos de usar brujería para convertirlo en su esposo, de tener relaciones adúlteras con cinco hombres, de incesto con su hermano Jorge Bolena, vizconde de Rockford, de injuriar al rey y conspirar para asesinarlo, con el agravante de traición en su momento fue decapitada. La corona inglesa la bendice y la adjudica la Iglesia Anglicana, por eso el arzobispo de Canterbury lo corona. El rey es una prolongación de la divinidad y la gracia de Dios en la tierra.
El social: vimos a los ingleses de fiesta a lo largo de todos los eventos programados en la coronación. Quiere decir que aprueban a la corona y a su rey. Y en general a toda la monarquía. De manera que opinar sobre la vigencia o no de la corona inglesa es un muy buen asunto para que opinen los súbditos.
El militar: la última parte del acto fue el reconocimiento de los militares al rey. Es una corona con el respaldo de las Fuerzas Armadas del imperio. Y en todo ese despliegue de paradas y desfiles, voces de mando, fusilería, caballería y uniformes, se percibe alguna identificación con la autoridad de la monarquía.
En general, vimos varias instituciones y sus ritos, su liturgia y sus ceremoniales para mantenerse en el poder. La monarquía, la iglesia y los militares. Fue un evento cargado de pompas y formalidades con milenios. El atractivo de todo eso es lo que conecta con la investigación. Esas cosas de fórmula, de protocolos, de ritos y de liturgia cuando se programan al detalle y se ejecutan con precisión es lo más parecido a la programación y ejecución de una batalla. Solo hay que imaginarse todo el despliegue de unidades militares, policiales y de seguridad para todas las autoridades visitantes, las prácticas y los ensayos dentro de la abadía, la disposición de las formalidades, y los desarrollos y encuentros antes, durante y después de que se vaya el último invitado.
El resto, los sombreros y los vestidos de las mujeres, la aparición del príncipe Harry, etcétera, es farándula.
Estuve esperando que Verónica Alcocer bailara una cumbia al terminar los actos a la salida del Palacio de Buckingham al ritmo de los tambores de la costa colombiana y de un acordeón. Afortunadamente no ocurrió.
Como dijimos de entrada, fue un enganche sabatino de curiosidad satisfecha a falta de una buena parrilla en la oferta de Netflix.
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