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Tómate un café con un venezolano

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En el pasado reciente (hace dos años) el venezolano común podía invitar a tomar un café a cualquier persona. Era algo de lo más común y una manera de compartir entre amigos o conocidos. Ahora resulta un imposible porque dos cafés “de barra” (de máquina sin sentarse en una mesa en un restaurante) hoy representan aproximadamente la mitad del salario mínimo que ganan la mayoría de los venezolanos. Esta tradición tan agradable y que cultiva la amistad puede ser una forma de ayudarnos entre nosotros. En adelante pasaré a explicarlo junto con otras propuestas para lograr sobrevivir al hambre y la miseria que se ha generalizado y no deja de afianzarse en los tiempos que padecemos, gracias al fracasado modelo marxista-chavista-madurista. Este artículo representa un conjunto de soluciones a nuestra descripción de la realidad que hicimos hace dos semanas (“Crónicas del hambre 2018”, 30-05-18) y un tipo diferente de respuesta a lo político que ya expusimos en “Ante la mayor abstención de nuestra historia” (23-05-18).

La principal solución a esta tragedia que ya tiene magnitudes humanitarias, todas las personas sensatas la conocen: el cambio de modelo de país. Para ello requerimos dos grandes pactos: el primero para la transición y consolidación de la democracia (explicado anteriormente), y el segundo que se refiere más a la supervivencia de las mayorías hasta que la transición rinda sus frutos. Para lograr esto último debemos ayudarnos entre todos y no asumir la actitud del “sálvese quien pueda”, es decir, no podemos aprovechar la crisis para justificar la corrupción y vivir del sufrimiento y el hambre de nuestros compatriotas. Los venezolanos debemos generar un pacto no expreso que nos haga ver que solo cooperando y extendiendo la mano al más necesitado podemos salir de esta situación. Todos podemos hacerlo siempre en la medida de nuestras posibilidades, pero incluso debemos ser conscientes de que son tiempos de sacrificios y más por aquellos que necesitan nuestro apoyo de manera urgente. Una gran ayuda es no complicarles la vida a los demás, y en esto tenemos una gran oportunidad todos los que trabajamos prestando algún servicio, ¡por no hablar de todos los que tienen en sus manos el procesar la solicitud de algún trámite!

¿Qué tiene que ver todo esto con la invitación a un amigo a tomar un café? La relación está en que, como la mayoría de los venezolanos que vivimos en el territorio nacional no podemos vivir con lo que ganamos, necesitamos del apoyo de otros. Y los que mayores posibilidades tienen de ayudarnos son los que han emigrado y ya poseen un mínimo de estabilidad económica. Estas personas, debido a la gran devaluación de nuestra moneda, pueden ayudarnos con muy poco. De esta forma, el gesto de amistad que sería invitarnos a un café podría significar el comer un poco mejor para una persona o varias. Tomas ese dinero (lo que valen dos cafés e incluso un postre) y se lo mandas a un amigo venezolano con cierta frecuencia, ¡así de fácil! Pero la diáspora puede hacer muchas más cosas por los que acá están pasándola muy mal, solo debe abrir los ojos o simplemente preguntar. “Un café” es un inicio y, como dicen los vendedores ambulantes en las calles de Caracas: “No enriquecen ni empobrecen a nadie”, y aclaramos: fuera del país, por supuesto. A todos aquellos que ya lo han hecho (y lo siguen haciendo) les agradezco inmensamente.

El pacto del cual hablamos está abierto a todas las ideas que de manera honesta permitan incrementar los ingresos y sobrellevar tantas dificultades. Lo primero sería no permitir que nuestro trabajo pierda calidad y usarlo como un medio para ser solidarios. Lo segundo es ser conscientes de que nadie puede vivir con el sueldo mínimo o aquellos ingresos que se le acerquen, por lo cual se deben pagar bonos especiales ¡y frecuentemente! Es una iniciativa que poco a poco muchos están realizando, ¡gracias a Dios! (Aprovecho la mención para agradecerles de manera sincera). Lo tercero es mantener los ojos abiertos ante las necesidades de nuestros semejantes. La cuarta acción (por ahora) es dar todo lo que no tiene un costo monetario o material, pero que tenemos en relativa abundancia si nos lo proponemos: generosidad, cariño, amistad, paciencia, una palabra de aliento y escuchar al que se queja y pierde las esperanzas ante el horror que vivimos.

No basta con un artículo para identificar todo lo que podemos hacer, pero sirva el presente como un recordatorio de que la crisis no solo es política y económica, sino también moral, y requiere de una solución en este ámbito y que ya podemos comenzar a aplicarla. Nunca olvidemos que los venezolanos tenemos derecho a la democracia y a la prosperidad, las tinieblas autoritarias se vencen todos los días con nuestra actitud.

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