Apóyanos

Leonardo Lozano Escalante: “La música puede convertir tu pecho en una catedral

    • X
    • Facebook
    • Whatsapp
    • Telegram
    • Linkedin
    • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

Por RAFAEL SIMÓN HURTADO

Los dedos de Leonardo Lozano Escalante se entrelazan con las cuerdas del cuatro o de la guitarra, en el gesto aéreo de las ramas de los árboles tocadas por el viento. En esas manos, en esos dedos y uñas, es posible distinguir una vocación, un amor por el instrumento y por la vida.

Leonardo Lozano nació en Caracas, el 1ero. de septiembre de 1965. Hijo de la artista plástica y poeta Ana Lucía Escalante de Lozano y del doctor Luis Felipe Lozano Gómez, es el menor de cuatro hermanos. En el seno una familia muy musical, en la que se interpretaban los clásicos de la música venezolana, acompañados de la guitarra y el piano, germinaron las primeras inquietudes de quien se convertiría en un virtuoso de la guitarra y el cuatro, en un concertista, compositor, arreglista y docente, reconocido en el mundo.

Tiene 57 años de vida, de los cuales 48 los ha dedicado a la música y 23 a la docencia. El primer concierto lo dio en 1984. Ha tocado en 17 países, entre Europa y América, y en Japón vendió, con inusitado éxito, su disco de música renacentista.

Cuando se refieren a él como Maestro, se percibe una cierta incomodidad pues no se siente merecedor de ese título. Se lo atribuye al cariño que le profesan sus alumnos y seguidores. Lo que sí es cierto es que es reconocido por su inteligencia, generosidad, autenticidad, talento musical, y una cierta ingenuidad que se dibuja en una sonrisa sonora e infantil.

Su maestro y amigo Alirio Díaz, quien apadrinó su matrimonio con la artista plástica Carolina Zanelly, llegó a decir que Leonardo “era un genio iluminado por la música”.

“La riqueza más grande en mi niñez fue la presencia en mi casa de músicos populares. Fueron los que realmente pusieron el sabor, el condimento. Ellos iban no para ganarse la vida, sino para darle vida a la casa. Ese tipo de música, realizada con intenciones tan puras, fue lo que me atrajo. El repertorio era el de música venezolana, pero además, a través de una amiga de mi hermana, Laura Casasola, también se interpretaba un repertorio de música clásica y romántica”.

“El cuatro o la guitarra exigen ciertas cualidades físicas de las manos que le demandan”, dice Leonardo. Sus dedos son largos y flexibles, delgados y afilados, que, junto a sus uñas, son una fuente de cuidado y preocupación para el instrumentista de cuerda pulsada. Pero eso sí, son estructuras físicas fraguadas en un un ejercicio disciplinado, en el que está comprometido todo el cuerpo, una determinada sensibilidad y un conocimiento profundo de la historia de la música.

“La enseñanza de la guitarra o el cuatro es una materia multidisciplinaria engañosa, porque en una primera instancia pareciera que estás enseñándole a usar sólo las manos. A cómo sacar sonidos con tus manos. Cuando la persona se destaca, se dice ¡qué rápidas esas manos! Las palabras que yo oigo más frecuentemente después de un concierto son ¡Dios les bendiga esas manos! Pero es el cerebro el que mueve las manos. El cerebro clasifica tus dedos por preferencias, en un reconocimiento de las cualidades que tiene cada dedo para decir ciertas cosas. Hay dedos que son más fuertes, hay dedos que son más sutiles. Utilizar al más poderoso para cosas sutiles puede llegar a ser un error. Hay unos dedos que son más ágiles que otros. En fin, cada dedo es una herramienta que se debe conocer. A veces necesitas fortalecer al más débil, y a veces requieres sensibilizar al más fuerte para que haya un equilibrio entre ellos. Y cuando el alumno ha aprendido a conocer sus manos y su cerebro, se da cuenta de que las emociones también forman parte del asunto. Con lo cual aprendes a que también tienes que educar el cuerpo emocional. Además, se debe tener un dominio de la historia universal, de la historia nacional, de la historia local, para que se afile tu criterio”.

Las manos, el cuerpo todo, deben disponerse para extraer del instrumento un sonido que tiene que poseer fuerza, al tiempo que ternura. Pero además del cuerpo y del instrumento, hay una mediación que se realiza mediante el estudio de la historia.

“Hay aspectos que son paramusicales, es decir, su explicación está más allá de la música. Hay composiciones que tienen su porqué en un ámbito religioso, hay otras que tienen su razón de ser en un contexto social. Se debe conocer el contexto en el que la música nace, en donde se produce y evoluciona, para dar una interpretación genuina, creíble, coherente con la historia de la música que interpretas”.

“La música aporta muchas cosas. Cosas del pasado, emociones del presente, historias de amor, de responsabilidad, de entrega, de todos esos músicos que dedicaron su vida a la composición y la interpretación. El músico es un comunicador social de ideas abstractas. En ese mundo abstracto en el que la palabra concreta no participa, hay una cantidad de mensajes intrínsecos que vuelan invisiblemente a través del sonido, y que cuando la persona los recibe y los decodifica, aquello que escuchó suena, interactúa, a veces peleando, creando tensiones. Toda esa información la absorbe quien la oye, de ese escenario musical, donde los sonidos actúan como personajes, en contradicción o en armonía; se enamoran, imitan, se prestan el protagonismo, mediante el plan establecido por el compositor que luego se entrega a través de la interpretación a las personas, cumpliendo su doble naturaleza, pues al tiempo que se dirige a un público espectador, el compositor-intérprete, también es su propio espectador”.

“Tú le entregas a la gente historias, transportándola a otros períodos. La música trae consigo ese universo sonoro que se produjo en un contexto determinado, con lo cual el oyente reproduce dentro de sí, ese mundo, contenido en la partitura, con su donaire palaciego, con su elegancia, con su majestad, con su ambiente sacro, con la solemnidad de Giovanni Pierluigi da Palestrina o Josquin des Prés, por ejemplo, con quienes penetras a un mundo de admiración y arrobamiento, que te hace pensar cuán pequeños se sintieron estos hombres ante Dios, que convirtieron con su música su pecho en una catedral”.

“Es infinito el mundo de manifestaciones que la música puede llevar a la gente. Y dársela a través de algo invisible como el sonido, es lo más admirable”.

Repertorio de vida: el cuatro

Leonardo Lozano es egresado de la Universidad Central de Venezuela como licenciado en Artes, mención Música. En una forma de reconocimiento de quienes lo antecedieron en su amor por el cuatro, junto a su amigo y músico Andrés Trujillo, primer violín de la orquesta Simón Bolívar, rastrearon los pasos de intérpretes del cuatro como Fredy Reina, para elaborar la tesis Aparición y desarrollo de las posibilidades técnicas y expresivas del cuatro venezolano. Trabajo de grado para optar a la licenciatura en Artes de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1994, con la que se graduaron con honores.

Esta experiencia académica, con la que vino a completar el ciclo iniciado en la niñez con su maestro Abundio López, sólo fue el inició de lo que después se abrió como una opción de vida.

Siguiendo el camino de músicos como Cheo Hurtado, Hernán Gamboa, Rafael «Pollo» Brito, Jorge Polanco y el propio Fredy Reina, que han procurado adaptar el cuatro a diferentes argumentos musicales, Leonardo, siguiendo su instinto, dio un paso más allá, llevando el instrumento de acompañante, a solista académico, presentando a la comunidad musical un abordaje innovador en su ejecución.

Si bien es cierto que su primer contacto con la música renacentista no fue con el cuatro, sino con la guitarra, encontró en el cuatro un productor de sonidos con un rango muy amplio —percutidos, armónicos, melódicos— que le permitieron expresar la elegancia, los detalles, la ornamentación, la pureza del sonido, de la música renacentista.

Fue todo un reto indagar con un instrumento popular en la composición académica, creando e imaginando expresiones, sonidos y emociones, por medio de la percusión, del lenguaje tonal, de un instrumento asociado con otras melodías, que lo han llevado a crear durante este período de su vida grabaciones de cuatro solista; a escribir y transcribir para cuatro y orquesta de cámara, para cuatro y orquesta sinfónica, para cuatro y guitarra, para cuatro y piano, siendo el primer venezolano en escribir y componer obras para este particular binomio. Y aunque Fredy Reyna ya había incursionado en la música renacentista con el cuatro, es Leonardo Lozano Escalante quien no sólo produjo para la sociedad material discográfico con el repertorio del siglo XV, sino también quien funda, para orgullo del país, del instrumento declarado en el año 2013 Bien de Interés Cultural de la Nación por el Ministerio de Cultura, y de las nuevas generaciones, la primera cátedra académica de cuatro solista, tanto en el Conservatorio Nacional de Música Juan José Landaeta como en la Escuela de Música Manuel Alberto López.

En este recorrido alcanza mencionar, entre otras composiciones, Un Cuatro Peregrino, obra fonológica de 1995 con la que muestra la versatilidad del instrumento, abarcando la música renacentista, infantil, venezolana y latinoamericana. Passacaglia, de 2000, para cuatro y orquesta, primer concierto para este instrumento salido de las manos de un cuatrista. En el año 2002 graba en Caracas un disco de música renacentista italiana, francesa y española, interpretada en cuatro venezolano, que se vendió, con excepcional éxito, en Japón, y que sería la primera producción monográfica a nivel mundial de música renacentista para guitarra de cuatro órdenes de compositores del siglo XVI, compuesto, por cierto, a partir de las tablaturas originales.

En mayo del 2005 estrena su Antología Venezolana con Chipola para cuatro venezolano y orquesta, con “Virtuosi de Caracas” bajo la dirección del maestro Jaime Martínez; y en Junio del 2015 presenta con el mismo director y la misma agrupación su «Suite Venezolana para Cuatro y Orquesta de Cuerdas».

Es extenso el currículum de Leonardo Lozano Escalante. Dirige cátedras de Cuatro Solista y Guitarra Clásica en el Conservatorio Nacional de Música Juan José Landaeta, en Caracas. Funge de asesor de las cátedras de cuatro solista y guitarra clásica en la Escuela de Música Manuel Alberto López. Es profesor de Guitarra Clásica de la Escuela de Música Sebastián Echeverría Lozano, en Valencia, y es profesor fundador y asesor académico de la Licenciatura en Artes Mención Música de la Universidad Arturo Michelena.

Ese repertorio de vida contempla composiciones para cuatro solista, arreglos y transcripciones de música infantil, arreglos de música venezolana, de música de otros países, transcripciones para cuatro, guitarra y piano, música incidental, canciones, música de cámara y orquesta, junto a conciertos, presentaciones en 17 países de América y Europa, en compañía de reconocidos intérpretes y compositores, y jurado en importantes concursos guitarrísticos.

El libro La Guitarra en Venezuela lo resume de esta manera:

(Leonardo) “Sigue una tradición que parte del maestro Fredy Reyna, tratando la melodía con urgencia, alcanzando la belleza de un sonido vigente y actual, sin remordimientos arcaizantes, gracias quizá a su experiencia como guitarrista clásico, sin abandonar las búsquedas propias del rasgueo popular, procurando una polirritmia que se descifra en combinaciones de colores y timbres, de emoción y calidad estéticas, revelando una personalidad artística de profunda autenticidad, cualidad tan escurridiza en estos tiempos de fulgores efímeros, de circo y tecnología”.

Compromiso social

Como ser sensible, Leonardo asume su compromiso social, pues le resulta imposible mantenerse al margen de lo que pasa a su alrededor, llámese ciudad, país o mundo. Cree que el músico debe responder a un ideal social que no sea distinto a los que el propio arte propone. Desde su perspectiva, el músico tiene que ser consciente de su misión, que, para él, va más allá de un escenario de concierto. También puede ser una sala de hospital o de un sanatorio de salud mental, en donde la música se ofrece como un regalo. Puede ser la expresión de un consuelo, del reclamo de una época, un bálsamo.

“Durante la Segunda Guerra Mundial dice Leonardo—, se hizo música extraordinaria, y, en medio del drama humano de ese período, en los momentos de su mayor deterioro, el ser humano fue capaz de producir cosas maravillosas y consoladoras que ayudaron a restaurar la fe en la humanidad.”

“La música no es un lujo. Ella aflora cuando tiene que aflorar, y a veces, lo hace en los momentos más críticos. Porque, justamente, ella tiene que dar una respuesta. La música es un alimento que hace falta, como hace falta la oración”.

Esta responsabilidad social de la música la asume Leonardo a plenitud. Fiel a su forma de pensar, refiere que ha compuesto un concierto para cuatro y orquesta sinfónica, a raíz de la situación de violencia vivida en Venezuela en años recientes.

“No lo he estrenado todavía, porque estrenarlo en Venezuela sería condenar a una orquesta a que le quiten el subsidio o a meterlos en problemas. La hice para cuatro, no porque yo sea cuatrista, sino porque el cuatro es un instrumento emblemático. Es una arenga que alienta a la gente. Hay un discurso bobo que hace el cuatro, repitiendo, repitiendo y repitiendo. El segundo movimiento es una danza terrorífica, la danza que nos ha hecho bailar a todos, que muestra las voces de la miseria del ser humano, de lo sordo, del fanatismo, de la ambición. El tercer movimiento es una visión futurista, un festejo, en el que hay una fuga que entona el cuatro. El cuatro saca las tres primeras voces de la fuga, acompañado por un redoble. Ese redoble, que de alguna manera marca lo que nadie va a detener, rinde homenaje a los jóvenes escuderos que murieron enfrentando a un enemigo mucho más fuerte, mejor armado, sin ideas, y sin motivaciones para la libertad…”.

En Leonardo confluyen el ánimo por la música popular —fuente de belleza y verdad—, al tiempo que reclama la música clásica, que exalta la estética de una época. Busca, por ejemplo, en compositores como Johann Sebastian Bach las señas de identidad útiles para contrarrestar el culto al antivalor, al gusto prosaico y tosco, proyectado gracias al poder negativo actual de las redes sociales.

“Es admirable cómo la música del renacimiento, por ejemplo, ha sido capaz de permanecer viva hasta ahora, pasando de las monarquías a las repúblicas. Si la música de Johann Sebastian Bach ha sido capaz de sobreponerse a tantas circunstancias, yo ya no tengo miedo de que el culto a la mediocridad actual sea capaz de borrarla. Las composiciones del llamado ‘quinto evangelista’, fervoroso creyente y músico docto dice Leonardo, navegan, desde 1977, como embajadora musical en busca de nuevas fronteras”; refiriéndose a que las composiciones del maestro alemán viajan en los Voyager, en un viaje sin retorno, con la esperanza de que un día puedan ser interceptadas y escuchadas por otros seres inteligentes en las profundidades del universo.

Y si bien es cierto que reconoce cómo Internet y las redes sociales se traducen en una democratización cultural, cuestiona también la importancia del medio para contrarrestar el dominio de una particular vulgaridad.

“Las redes sociales han sido muy útiles para compartir mis inquietudes, y mis composiciones más recientes, en el cuatro o en la guitarra. También han sido un medio de comunicación con los amigos y colegas que están Caracas, en Maracay, en Barquisimeto, o fuera de Venezuela. Es una forma de ver qué está haciendo cada uno. No usarlas sería una gran desventaja. Con la advertencia de que en las redes sociales escribe todo el mundo: el que sabe y el que no sabe, el que ha leído mucho, el que nunca ha leído. Hay algunas opiniones que vale la pena escucharlas, y hay otras que no. Creo que es una democracia un poco injusta, a veces”.

La ambición de Pinocho

En la Escuela de Música Sebastián Echeverría Lozano, en Valencia, estado Carabobo, en una institución con 86 años de existencias —que sobrevive en medio de la imposibilidad actual de contar con una sede digna y propia—, dicta clases en la cátedra de guitarra clásica Leonardo Lozano Escalante. Allí comparte con sus alumnos, que lo escuchan con atención y respeto cuando les habla de sus maestros, que develaron en él el alimento para el corazón de músico que latía en su pecho. Reconoce a intérpretes y compositores como Abundio López, Alirio Díaz, Antonio Lauro, Fredy Reina, Vicente Emilio Sojo, Juan Bautista Plaza, Inocente Carreño, José Antonio Calcaño, Evencio Castellanos, Gonzalo Castellanos, Aldemaro Romero, Armando Cisneros, quienes constituyen, según dice, no sólo paradigmas, sino miembros de su familia musical.

Lo escuchan con interés sus discípulos, cuando les refiere que lo que pasa por la mente de un músico, lo que pasa por el ámbito de su pensamiento y de sus emociones, son campos de creatividad. Que los recuerdos que tocaron su corazón, las vivencias que los marcaron, las lecturas que los conmovieron, al tiempo que ayudaron a enriquecer su vida, forman parte también del mundo de un creador.

Lo escuchan con admiración cuando les dice que para tocar cuatro y guitarra como él lo hace deben no sólo dedicar años de estudio en un conservatorio sobre contrapunto, armonía, composición, historia y estética. Les dice que es necesario también conocer el repertorio de la guitarra, la música contemporánea, la música del barroco, la música del renacimiento; comprender cómo se afronta la música del clasicismo; y a la hora de escribir, si van a orquestar, conocer los logaritmos de los instrumentos musicales. Ilustrándolos también en la belleza y la verdad de la música folclórica, la que camina —según dice— hacia otro tipo de profundidades. Una profundidad que tiene que ver más con lo sociológico, con lo psicológico, y no tanto en el ámbito del manejo del sonido.

Les enseña, en sus conversaciones sencillas y tiernas, la ambición de Pinocho, cuando les cuenta a sus alumnos que cada uno de los instrumentos que viven en su casa tienen nombre: Carlitos, el piano blanco de pared; Jacinto, el cuatro que lleva el nombre de Jacinto Pérez, en recuerdo del rey del cuatro; las guitarras, Carolina, como su esposa, Polita, como su hija y Ana Lucía, como su mamá; y Rupertino, su alter ego, a quien sus admiradores reconocen, y en quien Leonardo reencarna la ambición de Pinocho, el compañero de madera que sueña con ser niño a través de la música.

“Me gusta la analogía porque me sirve para expresar mi parecer de que los instrumentos tienen aspiraciones humanas. Uno le da alma al instrumento, y con las varitas mágicas de los dedos, los hacemos hablar”.

También lo observan detenidamente sus alumnos cuando les dice que un mal entendimiento del éxito lleva al fracaso. Por eso se esmera en ser sincero con ellos, a quienes adiestra en lo físico, en lo emocional, en lo intelectual, y en todo el espectro que la música integra. Advirtiéndoles que el aprendizaje de la música es un proceso para el que hay que tener paciencia, porque la música es una disciplina que requiere de una vida de entrega, separada por un mar de paciencia que hay que atravesar, trabajando.

Pero, sobre todo, lo escuchan con embeleso cuando interpreta, cuando sus dedos se entrelazan con las cuerdas del cuatro o de la guitarra, en el gesto aéreo de las ramas de los árboles tocadas por el viento. En esas manos, en esos dedos y uñas, en donde es posible distinguir una vocación y un amor por el instrumento y por la vida.

El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!

Apoya a El Nacional