Es indudable que la economía venezolana está al borde de “cuidados intensivos”. Unos dicen que es por la sanciones impuestas por Estados Unidos, mientras otros creemos que la enfermedad viene desde mucho antes. Sea como fuere, lo cierto es que echarle la culpa a un tercero ha sido solución tan antigua como recurrida. El enemigo externo -verídico o imaginario- siempre es una buena excusa.
En todo caso, a estas alturas ya asoman señales alertando que nuestro futuro inmediato o a mediano plazo lucen poco promisores, en primer lugar porque ya se están agotando las divisas y el oro custodiados por el Banco Central, por cuya razón se abordan soluciones contradictorias según cual sea la fracción política que las impulse. En segundo lugar, la incompetencia de quienes manejan la cosa pública, presos como son de ideologías ultrasuperadas, se traduce en el diseño de políticas que al poco tiempo deben ser sustituidas. Como consecuencia de ello se vive en un frenesí constante que genera marchas y contramarchas que impiden la existencia de un marco jurídico mínimamente estable como para promover credibilidad y consecuente inversión.
Contradicciones existen, como es el caso de Venezuela que cuenta con una aceptable Ley de Inversiones Extranjeras. Lo que no cuenta es con ninguna inversión extranjera nueva porque el marco fáctico que regula ese renglón es cambiante, contradictorio, administrado caprichosamente, etc. Alemania y Japón -que sepamos- no disponen de un instrumento jurídico que regule a fondo las inversiones extranjeras, pero sí cuentan con grandes inversiones porque hay credibilidad y persistencia en el tiempo de los lineamientos políticos y económicos, aun cuando puedan haber cambios de gobierno. Para comprobar lo que aquí se afirma, este columnista le consulta a usted si repatriaría sus dólares para invertirlos en Venezuela. Si la respuesta es NO, entonces ¿cómo aspirar a que una empresa o ciudadano extranjero arriesgue su capital en nuestro país? Los números hablan por sí solos cuando se comparan el balance de inversiones extranjeras hasta 1998 -incluyendo la época de Pérez Jiménez- versus los dólares que hoy ingresan al país con ánimo de motorizar algún negocio que no sea la especulación cambiaria.
Hoy el común de nuestros conciudadanos tiende a mirar con beneplácito la nueva Ley de Extinción de Dominio recientemente puesta en vigencia. La mayoría de la gente aprueba que los bienes adquiridos con el producto de la corrupción u otras actividades ilícitas se revierta al Estado para ser mejor aprovechado “en beneficio del pueblo”. ¿Quién puede estar en desacuerdo con eso? Sin embargo, nos preguntamos con qué criterio se señalarán las personas y los bienes sujetos a ese régimen o si -como suponemos- se va a materializar por chismes de las redes sociales o con ánimo revanchista, ideológico, de confrontación política, ambición personal, etc.
La susodicha ley ciertamente establece alguna clase de “debido proceso”, como si estuviéramos viviendo en un “Estado de Derecho” como el que proclama la Constitución vigente. ¿Usted piensa que en la Venezuela de hoy las autoridades administrativas y los jueces respetarán plazos, formalidades, garantías ,etc. o existen razones para suponer que casas, lanchas, aviones, automóviles… serán confiscados de una vez y al día siguiente los veremos al servicio de la “nomenklatura” chavista/madurista?
Hoy día parece que el gobierno de Estados Unidos está en plan de dar un giro sustancial a la política de sanciones a Venezuela con el ablandamiento de la normativa de la OFAC. Entretanto, el gobierno ficticio de la Asamblea 2015, habiendo defenestrado a Guaidó, se termina de disolver por obra de la miopía del G3 o G4 y sus dirigentes. Será que alguien exigirá que los responsables de ese megaerror rindan cuenta de su torpeza o la única preocupación de ellos son las elecciones primarias? El resultado que se avizora a no muy largo plazo es la pérdida de Citgo, la joya de la corona, a manos de los acreedores de la República. Después: ¡a llorar al valle!
También asoman señales de que en el río revuelto siempre hay pescadores alertas: Rusia y China aprovechando para poner pie en América, Irán para posicionarse como nuevo actor, Cuba siempre consiguiendo sus barriles de petróleo mientras en Venezuela hay que hacer horas de cola por el combustible, etc. Pero “tenemos patria”, según nos dicen.
Para consuelo, sepamos que otros países también afrontan grandes turbulencias políticas y económicas, como es el caso de Argentina, que ha entrado en default dos veces en los últimos años. En ambas oportunidades salió a flote gracias al Fondo Monetario Internacional que -durante el gobierno de Macri- recibió el préstamo más grande en la historia de la institución. Actualmente, a la hora de devolver aquellos reales, reaparece el discurso insultando al Fondo, al que se acusa de enemigo de los pueblos etc. Hoy, tres años después, en pleno auge peronista, allí están los mismos que otrora criticaron ácidamente la asistencia del FMI, pero hoy están semana tras semana en Washington pidiendo un nuevo rescate a pagar con la “promesa argentina” que no parece ser tampoco muy creíble. ¿Será que allá les volverán a creer? Capaz.
Sin embargo, pareciera que en política latinoamericana las lecciones no se aprenden. Ejemplo ahora cuando el litio se apunta como el recurso del futuro y ya Chile y Bolivia han anunciado que nacionalizarán la extracción del mineral para que el beneficio sea del pueblo. Valdría la pena mostrarles lo ocurrido con Pdvsa, con la CVG, con todas las empresas de Guayana, Viasa, Agroisleña, Diana y pare usted de contar.
Otro día hablaremos de la casi segura pérdida de Citgo, pero por los momentos se aconseja abrir el paraguas porque hay posibilidad de lluvia.
Peinando ya bastantes canas llegamos a la conclusión de que los “estadistas de antes” sí merecieron el calificativo. Fueron capaces de suscribir el Pacto de Puntofijo que garantizó la gobernabilidad democrática de Venezuela por medio siglo. Los dirigentes de la generación actual han preferido seguir divididos, incapaces de deponer o coordinar sus ambiciones en bien del país y no de su parcialidad. ¡Eso se paga!
El resultado está a la vista.
@apsalgueiro1
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