No es lo que parece el título, no está previsto que Lula se aparte de la presidencia ni mucho menos, todo lo contrario. Es una iniciativa, se le ha ocurrido una idea, para integrar a sus homólogos: un retiro de jefes de Estado suramericanos, los doce en una habitación para hablar, sin asesores ni apoyos, con franqueza y llanamente, del futuro de la región. A este encierro Maduro está invitado», confirmó una alta fuente del Palacio de Itamaraty: «Ahora estamos en fase de consultas, viendo cómo compaginar las agendas de los presidentes».
No parecen usuales este tipo de encuentros, aunque hay precedentes. Lo que sí es evidente es que este cónclave, que asociamos más con la religión que con la política, tiene su anuncio coincidiendo con el impulso de la imagen en política exterior de nuestro vecino bajo el lema “Brasil está de vuelta”, cuyas más recientes expresiones han sido las visitas oficiales de Lula a China, Portugal y España, que parecen lejanas a aquella realizada sin mayor trascendencia a su homólogo Biden.
Lo primero que nos viene a la mente es una sala, con los mandatarios sentados, no en orden alfabético, sino en una precedencia ingeniosa y convenientemente diseñada por la mayor experiencia protocolar de Itamaraty para comodidad de los que alternen con el único gobernante bajo la mira de la CPI. Con sus recientes declaraciones el presidente paraguayo califica para el puesto al igual que Petro, el único asiduo a Miraflores. Así el anfitrión se desmarca a la vez que se destaca en sus avances por el liderazgo. Y entonces, una vez resueltos los aspectos formales dentro de la informalidad, incluidas las garantías de que no habrá una detención sorpresiva a la salida de la reunión, nos toca preguntarnos cuáles son las intenciones de Lula para hablar sobre el futuro del subcontinente.
Lo primero que debe suponer o estar seguro Lula es que su permanencia será estable en la presidencia, sin un impeachment como a Dilma o celda a futuro. Lo segundo es que la nueva marea rosa que atenderá la cita tiene su origen en un fundamento ideológico de los que votaron por esos mandatarios y no de un voto castigo, como coinciden muchos analistas políticos. Una vez tenga la convicción, aun sin agenda ni temas predeterminados, debe haber en mente un hilo conductor, unas ideas, un propósito, no bajo el formato de un brain storm, incompatible con la majestad que debe tener el poder de los que allí concurren. Pensemos por ellos, pongámonos en sus zapatos por un momento. Uno sería la gobernabilidad entendida como la permanencia en el poder del progresismo bajo el paraguas ideológico del Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, y ya que hablamos de futuro, es lógico pensar en las vías para una adscripción mayor hacia el eje autoritario que representa China y Rusia y cuyas bases ya se están cimentando en la región. Brasil como líder encajarían perfectamente como integrador con las obvias ventajas de afirmarse como primus inter pares en la subregión, solamente ensombrecido por el recuerdo cada vez más lejano de Odebrecht. También habría que tener en cuenta una proyección satelital nuestro respeto al BRICS. Ya Argentina hizo su solicitud para formar parte del grupo. Veremos qué sucede después de octubre.
Hasta aquí todo iría bien, sin embargo, en este encuentro quedarían cabos sueltos que no son poca cosa, la relación con Estados Unidos y la Unión Europea. Imagino que Celso Amorín, desde una modesta oficina sin los ornamentos de la que ha ocupado tradicionalmente como canciller, debe estar elaborando una respuesta que convenza a los participantes a fin de que este encierro no quede en el anecdotario suramericano.
Habría que considerar también la constatación en la misma reunión de la falta de madera de Petro para erigirse como estadista o líder en la subregión. Su escaso y poco productivo transitar en estas lides, por decir lo menos, así lo demuestra. Punto a favor nuestro como oposición democrática y de importancia para tomar en cuenta en futuros intentos de negociación en la crisis política venezolana. Su posición frente al golpe de Castillo ya venía siendo plomo en el ala para sus aspiraciones.
Esto puede ser una amenaza o una oportunidad para la democracia en Venezuela. Frente al proceso de las primarias en octubre de este año y las elecciones previstas para el 2024, la consolidación o dispersión de los proyectos rosados en el subcontinente pueden gravitar de manera importante y decisoria. Debemos pensar en el resurgimiento de Unasur por ejemplo y en el fortalecimiento o no de la Celac en la reunión de junio con la Unión Europea presidida por España, además de la UE-Mercosur. Igualmente, en una OEA moribunda y un panorama electoral que no pareciera que va a cambiar de manera sustantiva la correlación de poder en América Latina en los próximos años. Trabajo arduo que hay por delante para el regreso de la democracia. Identificar las amenazas y debilidades en el sistema son vitales para que la oposición venezolana pueda interactuar. El tema de la migración, vista desde su origen, es de suma importancia tenerlo en cuenta ya que ahora no representamos aquellas amenazas que identificaba el Grupo de Lima como el terrorismo internacional. Otros serán los factores en esta nueva y esperamos que definitiva lucha.
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