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Más allá del diálogo en Colombia

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El pasado 25 de abril se desarrolló en Bogotá la primera Conferencia Internacional sobre el Proceso Político en Venezuela, iniciativa del presidente Gustavo Petro que busca reanimar el diálogo político de México, torpedeado una y otra vez por el gobierno de maduro.

Lo primero que habría que decir es que el esfuerzo diplomático no tuvo el resultado esperado, ni cumplió las expectativas creadas.

Aunque la convocatoria fue buena, y asistieron cancilleres y representantes de 20 países, incluidos representantes de la Casa Blanca y Josep Borrell, representante de la Política Exterior de la Unión Europea, la conferencia fue corta y la declaración fue exigua.

No se obtuvieron compromisos del gobierno de maduro, ni se allanaron ninguno de los obstáculos que un proceso de estas características necesita resolver para avanzar; podríamos decir que la iniciativa no “cuajó”.

Uno de los problemas de este esfuerzo político, al igual que el de México, es que a ese diálogo le falta pueblo, faltan representantes de todos los sectores políticos y sociales del país, no solo los de la oposición tradicional. Estos son unos diálogos entre élites, que no representan al resto de la sociedad. Es un segmento del mundo político muy limitado el que se sienta a dialogar con el gobierno de maduro.

Las distintas iniciativas políticas, tanto de Noruega, México y Colombia, están mal concebidas desde su propio diseño. En estos esfuerzos políticos, de un lado está el gobierno de maduro que, aunque carente de legitimidad, es quien detenta el poder; y, del otro lado de la mesa, debería estar representada la mayoría del país, y no solo un segmento de  los partidos de la oposición tradicional.

Una de las características de la situación política actual es que existe un vacío de liderazgo. El pueblo venezolano no se siente representado ni por el gobierno, ni por los factores de la oposición tradicional; existe un rechazo generalizado a los partidos políticos y las élites que se disputan el poder en Venezuela.

Hay cansancio, hastío y desinterés entre la población hacia la situación política, con mucha desconfianza hacia los “diálogos políticos” entre gobierno y oposición debido a todos los antecedentes y evidencias de acuerdos secretos, así como la falta de avances concretos, mientras que la situación del país se sigue deteriorando aceleradamente y la población, entre escándalo y escándalo, trata de sobrevivir con un sueldo de miseria.

Cualquier iniciativa de diálogo político, si quiere tener algún éxito y convocar el interés nacional, debe abrirse y ser inclusivo. Allí, en esa mesa, debe estar representado el chavismo no madurista, los trabajadores, la Iglesia, los defensores de los derechos humanos, representantes de las víctimas de la represión, representantes de los pueblos indígenas, entre otros sectores.

Es un problema de legitimidad y amplitud. Un esfuerzo nacional, inclusivo, respetuoso y que mantenga coherencia con la realidad del país.

Por otra parte, el diálogo político debe exigir al gobierno de maduro la liberación de los detenidos políticos y rehenes, el cese de la persecución política, el regreso de los exiliados y el cese a la violación de los derechos humanos.

Esta debe ser una condición de principio, indispensable, para discutir cualquier acuerdo posible, sobre todo en el ámbito electoral.

Resulta ilógico pensar que el país puede ir a unas elecciones o cualquier proceso de consulta popular, mientras que en Venezuela sea el miedo impuesto por la violencia del Estado el que ejerza dominio entre la población; es decir, no se puede abordar ningún proceso democrático si no se garantizan las plenas libertades políticas, los derechos humanos, la vigencia de la Constitución y las leyes, el cese a la persecución política y la censura; de lo contrario, cualquier acuerdo sería una farsa.

Un aspecto que deben entender los promotores internacionales de las iniciativas de diálogo político es que el gobierno de maduro no está dispuesto a avanzar en un proceso de diálogo que lo lleve a desmontar su maquinaria de represión y control social, para permitir plenas libertades y garantías políticas en el país.

maduro y la camarilla que controla el país saben que de restablecerse el hilo constitucional y las libertades políticas, el pueblo barrerá con su gobierno y acabará con este sistema opresor que han instalado sobre Venezuela. Es un riesgo que no están dispuestos a correr.

Un gobierno como este, errático, que ha fracasado en toda la línea y con un monumental rechazo popular, sabe que por un hilo se le va la costura, que cualquier grieta en su aparato de control y violencia hará que se desmorone su gobierno.

Es por ello que, horas antes del encuentro en Bogotá, Jorge Rodríguez, cumpliendo las instrucciones de maduro, le dio una patada a la mesa de Petro y anunció las condiciones absurdas que exige el gobierno para avanzar en cualquier diálogo.

Entre estas, llama la atención la exigencia de que la Corte Penal Internacional cese la investigación por los crímenes de lesa humanidad cometidos por los jerarcas del madurismo, así como el levantamiento de las sanciones y órdenes de captura internacionales que rigen en contra de ellos.

A esta exigencia central se suma la solicitud de recibir el dinero “congelado” proveniente de los dividendos de Citgo, además del oro retenido en Inglaterra, que, por cierto, es mucho menos de lo que Pdvsa dejó de recibir por el petróleo que se llevaron entre 2020-2022, monto que asciende a 25.000 millones de dólares, robados durante el período de Tareck el Aissami y su pomposa e inútil Comisión ARA al frente de Pdvsa. Por supuesto, agregaron la condición absurda de su diplomático estrella, “Alex Saab”.

Obviamente, maduro no quiere que el diálogo avance. Él estimula y presiona a los gobiernos para continuar con un proceso de diálogo político en el que no están dispuestos a ceder ni un milímetro, pero que les sirve para ganar algo de legitimidad y tiempo entre sectores incautos de la comunidad internacional.

El otro agente del madurismo que patea permanentemente cualquier posibilidad de acuerdo o diálogo político es Diosdado Cabello, quien desde el programa de televisión al que quedó reducido y su manejo directo del Sebin, amenaza, agrede y descalifica cualquier posibilidad de una salida constitucional a la grave crisis del país.

Mientras el gobierno de maduro sigue torpedeando cualquier proceso de diálogo político y las distintas iniciativas internacionales se siguen estrellando una y otra vez contra esta realidad –sin querer reconocerla o hacer nada por resolverla–, el país sigue padeciendo los desvaríos totalitarios de maduro y sufriendo las consecuencias de su fracaso, de la gigantesca corrupción, el desmantelamiento del sector petrolero y el saqueo del país.

El escándalo de la corrupción del gobierno y la protección brindada por el madurismo a Tareck el Aissami evidencian un reacomodo de los factores de poder de la camarilla madurista. maduro se ha visto obligado a poner de lado a su peligroso y ambicioso operador político, mientras que el espacio dejado por éste lo ocupa Diosdado, para tratar de salir del sótano, al tiempo que  los hermanos Rodríguez negocian la manera de desplazar a maduro y quedarse con el poder de nuestra maltrecha Venezuela.

El daño que ha hecho el madurismo a nuestra sociedad, a nuestras instituciones y motivaciones políticas, ha hecho que se imponga como valor de la sociedad el “sálvese quien pueda”, el aplauso a la entrega del país y del petróleo a las transnacionales, así como la extendida actitud conformista del “por lo menos”.

Por ello insisto en que, más allá del miedo y la intolerancia, de la frustración y la rabia, los venezolanos, en todos los sectores de la sociedad, debemos arreciar la lucha para dar al traste con un gobierno que se desmorona y arrastra a todo el país a lo profundo del abismo.

El movimiento Chavista y Bolivariano es un pilar fundamental del pueblo y en este momento está en desbandada, perseguido y reprimido por el madurismo.

Por ello, la unidad de los revolucionarios, de los Bolivarianos, de los Chavistas, es una condición indispensable para lograr la unidad del pueblo y, con ella, la unidad de todo el país, con el objetivo prioritario, urgente, de salir de este gobierno y, sólo entonces, poder iniciar su reconstrucción.

Con el madurismo en el poder, o cualquiera de sus exponentes, no podremos avanzar en resolver la profunda crisis en todos los órdenes de la vida del país. El desastre provocado por las políticas y acción directa, deliberada, del gobierno madurista, no puede ser resuelto por ellos mismos. Es su forma de vida, su creación, un modelo que solo ha traído miseria al pueblo venezolano.

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