El gran Luis Aparicio era incombustible. En cada una de sus primeras 11 temporada disputó más de 140 encuentros y no fue sino hasta después de haber sumado 15 campeonatos cuando por primera vez falló en aparecer en al menos 130 compromisos. No solamente fue el mejor campocorto de su generación. También parecía inmune a la lista de incapacitados.
Otro tanto ocurrió con Omar Vizquel, hasta que una inoportuna lesión en una rodill, producida por un choque en el plato, cortó su constante presencia en el lineup de los Indios y nos dio un recordatorio de que incluso los deportistas más resistentes son susceptibles a estos percances.
Bob Abreu sumó al menos 150 juegos durante 15 torneos en fila, un récord que le igualo con el legendario Willie Mays cómo los únicos bigleaguers que han conseguido algo semejante. Pero el tiempo le pasó la factura que al final le cobra a todos, incluso a las más grandes estrellas, y su despedida comenzó cuando su cuerpo dejó de reaccionar como era normal.
Cuando vemos el swing de Miguel Cabrera ante Jake Odorizzi, el martes, en el Comerica Park, sorprende a primera vista el inequívoco gesto de que algo grave está pasando. El slugger aragüeño soltó el bate y, sin esperar siquiera al trainer o a algún miembro del cuerpo técnico, caminó decidido hacia la cueva y, a través de ella, hacia el clubhouse, con evidentes signos de dolor y sujetándose el bíceps izquierdo.
Ha podido ser mala fortuna, simplemente. O puede que la hiperextension del codo, la fuerza con que atacó ese pitcheo y los efectos que en toda persona causa el cumplir años una y otra vez, se hayan combinado para dejar a Venezuela con el corazón roto, poniendo en veremos al futuro integrante del Salón de la Fama.
Cabrera vive un momento decisivo en su carrera. Como antes sucedió con Mays, Stan Musial, Albert Pujols, Babe Ruth y tantos otros grandes que no jugaron en la Era de los Esteroides, llegó a una edad, los 35, en la que el cuerpo responde de modo diferente y sugiere de muchas maneras que el fin se está acercando.
Es un proceso natural que vivió hasta el mismísimo Hank Aaron, del que sólo escaparon Barry Bonds y otros pocos, porque en su tiempo era común -y en cierto modo tolerado- el consumo de sustancias prohibidas por la ley para mejorar artificialmente el rendimiento deportivo.
Cabrera regresará y los Tigres lo cuidarán, usándolo como bateador designado a partir de 2019, dándole el lugar que hasta este año ocupará Víctor Martínez, cuyo retiro está en puertas. Está a sólo un hit de alcanzar a Aparicio en el segundo lugar de todos los tiempos entre los venezolanos, necesita 201 para dar caza en la cima a Vizquel y apenas 324 para los 3.000, así como 35 cuadrangulares para redondear los 500, esas cifras con las que todos esperamos verle coronar su brillante carrera.
Parece claro, sin embargo, que las señales adelantan que el último recodo no será fácil. Así como Pujols ha sufrido para mantenerse en la alineación, así ha sido últimamente con el nativo de Maracay y así posiblemente será.
Cabrera ha sido capaz de jugar con el pie fisurado y con dos hernias en la espalda. Es casi seguro que regresará. Disfruten cada turno, sea cual sea el tiempo que su vuelta dure (y ojalá sean varios años mas). Será el Tour de despedida del más grande pelotero venezolano de todos los tiempos.
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