Una tregua de cristal: la frágil paz entre Israel e Irán

La reciente tregua entre Israel e Irán mediada por Estados Unidos ha sido recibida con una mezcla de esperanza e incertidumbre. Aunque ha logrado frenar temporalmente los ataques directos, no pone fin a la "guerra en la sombra" ni a las profundas tensiones que han marcado el conflicto durante décadas, especialmente desde la caída del […]
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La reciente tregua entre Israel e Irán mediada por Estados Unidos ha sido recibida con una mezcla de esperanza e incertidumbre. Aunque ha logrado frenar temporalmente los ataques directos, no pone fin a la "guerra en la sombra" ni a las profundas tensiones que han marcado el conflicto durante décadas, especialmente desde la caída del Sha, a quien tuve la oportunidad de conocer durante su visita a Venezuela, específicamente a Puerto Ordaz por invitación de CAP, antes del ascenso de los ayatolás.

La sostenibilidad de este alto el fuego es tan frágil como el cristal. De hecho, igual que al final de la II Guerra Mundial, se han reportado violaciones a pocas horas de su anuncio. La presión internacional, en particular de los países vecinos árabes no persas, seria crucial para mantener esta tregua.

Indudablemente, los esfuerzos diplomáticos y las negociaciones deben dirigirse a satisfacer los intereses de las Partes involucradas, partiendo para las negociaciones del Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA) de 2015, debido a que su desarrollo nuclear representa no solo una amenaza latente para Israel sino también para los países vecinos. En un segundo plano, se encuentra el conflicto palestino, mientras crece la frustración entre los palestinos, cuyo conflicto se ha prolongado mucho más que la reciente confrontación directa entre Israel e Irán. 

En este contexto, es de esperarse que las conversaciones sobre el programa nuclear se reanuden en el futuro como resultado del cese de los ataques directos entre Israel e Irán, lo cual allana el camino para lograr un acuerdo, a pesar de los problemas subyacentes entre ellos el terrorismo liderado por Hamás y Hezbolá, financiados por Irán, planteando su lucha grandes desafíos a largo plazo.

La amenaza nuclear sigue siendo la principal preocupación para Israel, los países árabes y la comunidad internacional, debido a la dificultad de consensuar con el régimen teocrático de los ayatolás.

A pesar de los ataques americanos, Irán no ha reconocido los daños sufridos en su infraestructura nuclear, ni la eliminación de su personal científico técnico. Por el contrario, ha respondido con la amenaza de acelerar su programa nuclear y la adopción de leyes que podrían obstaculizar la cooperación con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).

Las negociaciones sobre el programa nuclear son extremadamente complicadas debido a la desconfianza mutua y a los objetivos contrapuestos entre Irán, el OIEA, Estados Unidos e Israel. A la luz de estos actores y factores, el punto de partida de cualquier negociación sería el Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA) de 2015. Sin embargo, tras los recientes ataques, Irán ha negado cualquier posibilidad para reanudar las negociaciones, afirmando que los ataques causaron "graves daños" y complicaron aún más la situación.

Un posible acuerdo, según la teoría de los juegos, acorde a un modelo de  “suma variable” (más que un juego de "ganar-ganar"), un acuerdo global, amplio y transversal, giraría en torno a los siguientes puntos derivados del JCPOA/2015:
- Restricciones al enriquecimiento de uranio, al limitar el número y el tipo de centrifugadoras operativas
- Inspecciones y monitoreo a las actividades operacionales
- Reconversión de plantas como Fordow y Arak para fines pacíficos
- El levantamiento de sanciones

Por el lado de los actores, cada uno tiene sus propias condiciones e intereses.

La OIEA, como organismo técnico plantearía inicialmente:
- Acceso irrestricto y oportuno a todas las instalaciones
- Transparencia por parte de Irán
- El cumplimiento de las obligaciones legales del Tratado de No Proliferación, a riesgo de incurrir en responsabilidad internacional.

Irán exigiría:
- El levantamiento total de las sanciones
- Garantías que futuros gobiernos de Estados Unidos no se retirarán del acuerdo
- El derecho a desarrollar un programa pacífico
- Una compensación por los daños causados por Estados Unidos e Israel.

Estados Unidos:
- Buscaría mayores restricciones en el tiempo
- Incluir límites al programa de misiles balísticos de Irán
- El cese del apoyo a grupos como Hezbolá y Hamás
- Un régimen de verificación más estricto

Israel exigiría:
- El desmantelamiento total del programa de enriquecimiento
- El fin del programa de misiles y el apoyo a grupos terroristas
- Inspecciones intrusivas en cualquier momento y lugar"

La principal dificultad para alcanzar un acuerdo global es que, para Irán, su programa nuclear es un derecho soberano, mientras que para Estados Unidos e Israel es una amenaza directa a la seguridad global. La desconfianza actual, agravada por los recientes ataques y la retórica belicista, hace que alcanzar un consenso sea más difícil que nunca. En consecuencia, es muy probable que la "guerra en la sombra" continúe con el apoyo a grupos terroristas como Hezbolá y Hamás y las operaciones encubiertas de Israel. De ser así, la estabilidad regional seguirá siendo un polvorín debido a las profundas tensiones entre los diversos actores.

En este contexto, las declaraciones de victoria tanto del ayatolá Alí Jamenei como de Netanyahu podrían dificultar las futuras concesiones diplomáticas. El papel que desempeñe el presidente Trump será clave para el futuro de este conflicto y el mantenimiento de esta "paz de cristal", por lo que la tregua actual es solo un respiro temporal y no una solución a los problemas ancestrales que se remontan a la sucesión de Mahoma entre chiitas y sunitas; las diferencias étnicas entre árabes y persas, y las profundas divisiones religiosas y culturales. En este complejo panorama, las diferencias políticas parecen ser las de menor peso.

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