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Venezolanos venden pertenencias frente a sus casas para poder comer

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Una multitud de clientes hacía fila en sus vehículos al frente de su casa para comprar sus pertenencias, en el oeste de Maracaibo, donde desde su juventud administraba un negocio en el que vendía periódicos, cigarrillos, café, tiques de lotería y bocadillos.

El kiosco mutó de facto en 2015. Hoy, es una venta de garaje.

Sus productos ya no son novedades. Tienen olor a antigüedad, a desgaste y a uso.

“He vendido hasta cauchos, zapatos, tubos, las protecciones de mis aires acondicionados. Lo hago para defenderme”, cuenta Henry Cervantes, venezolano de 48 años de edad, mientras gesticula como quien se lleva un pedazo de comida a la boca.

Hoy, remata lo que le queda: dos sacos de traje de vestir sucios; una camisa de mangas cortas; revistas sobre la mujer y la salud de 15 y 20 años atrás; viejos libros y discos compactos; películas pirateadas, entre ellas Los Juegos del Hambre e Invictus.

De su antiguo negocio, no quedan ni los anaqueles de diarios y revistas

“Tuve que venderlos. Ya no tengo capital y ahorita lo que te provoca es comer. Tengo el estómago medio vacío”, confiesa el hombre, delgadísimo.

El salario mínimo mensual no cubre 1,1% de la canasta básica alimentaria, según el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores, asociación civil que analiza el universo sociolaboral del país desde hace 43 años, reseño la Voz de América.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura reportó en julio que la subalimentación en Venezuela aumentó casi cuatro veces entre 2012 y 2018, y advirtió que 6,8 millones de venezolanos no pueden alimentarse.

En ciudades como Maracaibo, en el occidente del país, fronteriza con Colombia, es común que ciudadanos pongan a la venta sus pertenencias en urbanizaciones de clases media y baja, cazando clientes que transitan a pie o en sus vehículos.

Las ventas de garaje en Venezuela no son un fenómeno nuevo

El país, rico en hidrocarburos, atrajo a miles de trabajadores estadounidenses de compañías petroleras durante décadas. Gracias a ellos, se pusieron de moda costumbres como las ventas de garaje para renovar mobiliarios o financiar mudanzas.

Tomaron auge desde 2015 con tono diferente al iniciarse la ola migratoria de centenares de miles de venezolanos hacia otros países.

La mayoría vendía ropas, maquillajes, antigüedades y todo tipo de herencias familiares, como joyas, para cubrir los gastos de viajes y mudanzas al exterior.

Crisis económica

En los últimos tiempos, a medida que la crisis económica arreció, el propósito de esos comercios caseros dio su enésimo giro: vender para poder comer.

El economista Gustavo Machado, profesor de la Universidad del Zulia, explicó que es una práctica comercial que busca paliar la crisis financiera que atraviesa el país.

“Dada la insuficiencia de sus ingresos, los ciudadanos se ven obligados a liquidar sus activos para tener recursos para satisfacer sus necesidades”, dijo.

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