1. A esta hora, con más de 80% de las mesas escrutadas, se registra una participación de los venezolanos estimada en apenas 30% aproximadamente de los electores.
2. Hubo una abstención masiva de la clase media. La mayoría de los venezolanos que sí votaron provienen de los sectores C, D y E, y la mayoría de éstos fueron movilizados por el PSUV-Gobierno.
3. De no haber sido por la operación remate a última hora y coacción de empleados públicos y electores registrados en el carnet de la patria, CLAP y tantos otros organismos de control social y político, la catástrofe hubiese sido mayor. ¿Eso es para enorgullecerse en la política?
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4. El gobierno tiene ahora un grave problema en las manos. Una participación estimada de apenas 30% o menos (versus 75% en parlamentarias de 2015, las cuales han dado sustento a Guaidó) no es una buena carta de presentación para lograr reconocimiento internacional a la nueva AN, la cual quizás termine logrando el mismo nivel de legitimidad internacional que ha tenido la asamblea constituyente ¿Entonces qué sentido tuvo todo esto?
5. La terquedad y la arrogancia terminan pagando un alto precio en la política. Nada costaba posponer esas elecciones dos o tres meses más para lograr mejores condiciones de participación. Hasta la Comunidad Europea las hubiese avalado.
6. Estos bajos niveles de participación en eventos convocados por nuestros políticos son reflejo de otra realidad más preocupante: 88% de los venezolanos tiene poca o ninguna confianza en el liderazgo político (Datincorp, noviembre, 2020). Es bueno que los políticos de oficio se enteren de ello.