Habitantes de Las Tejerías, estado Aragua, recordaron el domingo los gritos de la tragedia, mientras otros son incapaces de describir la noche del sábado, cuando esta pequeña ciudad fue arrasada por una quebrada desbordada, que se llevó a más de un centenar de personas, de las que, al menos, 25 murieron y más de 50 siguen desaparecidas.
Pasadas las 5:00 pm, Carlos Castillo prefirió recostarse para descansar un poco mientras afuera llovía. Lo siguiente que recuerda es a una vecina que pedía auxilio, gritos que se mezclaban con otros y que terminaron por sacarlo de la cama a toda velocidad.
El chofer, de 59 años de edad, subió, junto con dos nietas pequeñas, al techo de la tercera planta de su vivienda y allí encontró a una docena de personas que habían saltado desde casas cercanas y buscaban evadir el nivel del agua que seguía creciendo.
En «fracciones de segundo», dice a Efe, todo se volvió una desgracia.
«De repente, siento un estruendo. Veo que vienen dos o tres casas que se las llevaba la corriente, se escuchaban gritos, se escuchaba de todo… veo los carros nadando», rememora el hombre, que no puede continuar el relato por las lágrimas.
Toma aire y vuelve a su casa, donde intenta remover los escombros que tapiaron casi por completo la planta baja.
Todos sus vecinos están en lo mismo, sacando carretas llenas de sedimento o intentando desaguar sus casas mientras repiten plegarias para que no vuelvan las lluvias, que en las últimas semanas han dejado 18 muertos en otras entidades de Venezuela.
Carlos perdió su camioneta y todos sus enseres pero a ningún familiar. Aunque en algún momento el agua le llegó al cuello, hoy se siente agradecido.
José Cecilio Segovia no corrió con la misma suerte. Fue arrastrado por la corriente del agua y es ahora una de las 52 personas reportadas oficialmente como desaparecidas, aun cuando los familiares de este hombre de 56 años saben que está tapiado y muy probablemente muerto bajo los escombros.
«Se lo llevó la corriente, mucha gente vio que se lo llevó. Él está en el mismo callejón donde él vivía, pero está tapiado allí. Están ahí buscando, sacaron hoy (escombros y cadáveres), pero todavía hay gente atrapada», dice Ana, hermana del desaparecido, residente de una zona cercana a la tragedia.
La mujer, de 42 años, se enteró de lo que ocurría por familiares que viven en Caracas y que conocieron antes la gran magnitud de los hechos, pues la tormenta afectó las comunicaciones y la electricidad en esta localidad a unos 70 kilómetros de la capital venezolana.
Cuando la noche ya era cerrada y cedió un poco la lluvia, Ana salió en busca de su hermano y se encontró con una casa hundida y la noticia de una doble pérdida: la nieta de su hermano, una niña de un año y nueve meses, también falleció en una escena dramática que implicó a familiares intentando asirse entre ellos.
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