Millones de venezolanos cruzan la frontera por mar, tierra o aire para mejorar su calidad de vida en otras naciones, pero al llegar a su destino se encuentran con difíciles procesos de adaptación y trastornos, aseguraron especialistas.
Francisco Favaro es un joven de 27 años de edad que huyó de la crisis y buscó un mejor futuro en España. Él se unió a los más de cuatro millones de migrantes venezolanos que se han ido de Venezuela, según los reportes de la Agencia de la ONU para los Refugiados.
Su decisión le ha llevado a vivir buenos y malos momentos. Los miles de kilómetros que lo separan de su familia afectaron su relación con ellos.
“Es difícil en el tema familiar porque he tenido que desviarme un poquito de ellos para pensar en mi futuro y cómo poder ayudarlos”, aseguró.
Explicó que siempre tiene contacto con sus padres pero no mantienen una conversación en concreto, sino algo más casual.
“Me hace falta la familia todos los días, pero siento que apegarme a ellos me hace mal”, señaló.
Los sentimientos afectan
Dirgni Betancourt, psicólogo clínico, explica que al alejarse de los sentimientos que lo hacen sentir mal, Favaro lo que hace es usar sus herramientas emocionales de manera efectiva.
“Él identificó los elementos que no lo ayudan, que lo hacen sentir deprimido, porque emigrar requiere una cantidad de recursos psicológicos y emocionales que nadie te avisa”, indicó.
Agregó que estar en constante contacto con lo que causa tristeza, en este caso el recordatorio de la distancia familiar, podría llevar a los migrantes venezolanos a caer en depresión y ansiedad.
A pesar de estar lejos de sus parientes, Favaro aseguró que su apoyo principal es su pareja, su cuñada y hermana, los que lo acompañan desde el inicio de esta travesía.
“Ellas han estado desde el principio. Hemos estado desde las peores hasta las mejores”, dijo.
Padres telefónicos
Los padres de Favaro siguen viviendo en Venezuela. Él señala que a pesar de la brecha que existe entre ellos está tranquilo al saber que puede ayudar a sus padres desde España para que tengan mejor calidad de vida.
“Me hace falta mi mamá y mi papá, pero me alivia saber que desde aquí los puedo ayudar”, asegura.
Su relación con ellos se reduce a conversaciones por Whatsapp, por donde se envían videos y se ponen al día con los asuntos familiares.
“Yo soy muy cercano a mi mamá y mi papá, son mi vida, pero no hablo con ellos todos los días y sé que no es necesario”, afirmó.
Betancourt señaló que es típico que las comunicaciones entre la familia disminuyan porque deben sortear las dificultades de la falta de internet y de luz en Venezuela.
“Favaro optó por dejar un lado los recuerdos y la añoranza de su familia para poder seguir adelante. A pesar de hablar con ellos siempre, busca enfocarse en el trabajo y las personas que sí lo rodean físicamente”, afirmó.
La psicólogo explicó que el joven migrante busca de manera inconsciente proteger su salud mental en un proceso de descubrimiento.
Sara Pacheco, también psicólogo clínico, explicó que el cambio de clima y de cultura pueden causar alteraciones emocionales.
“El venezolano está acostumbrado a un clima tropical, tiene un determinado horario para recibir la luz del sol. Al migrar y no tener tanto contacto con el sol, les puede causar depresión, porque está adaptado a algo en el ambiente que ya no está”, indicó.
La travesía de salir
Lidia Talaigua, de 22 años de edad, emigró a Chile hace tres meses junto con su novio.
Relató que dejar Venezuela no fue tan fácil como agarrar un avión. Se puso la maleta a cuestas y salió de Caracas hasta la frontera en el Táchira.
“Me tocó pasar por la trocha. Creo que esa ha sido la peor experiencia de mi vida. No hay un puente seguro para cruzar el río, solo una que los trocheros hicieron con tablitas sobre el agua que estaba subiendo”, explicó.
En su recorrido pasó por supuestos puntos de control y cree haberle visto la cara a grupos guerrilleros.
“Te cobran por todo, pasamos como por tres alcabalas, creo que eran los paramilitares, porque al chico que iba detrás de mí le sacaron una pistola porque pasó muy rápido”, indicó.
Talaigua dejó Venezuela por una oferta de trabajo. Ella estaba convencida que tenía que salir del país para poder mejorar su calidad de vida y su futuro.
Planificar la migración
Pacheco recomienda una migración planificada, donde la persona tenga un proyecto de vida para mejorar y no salir corriendo de las malas condiciones de vida que pueda tener la persona.
“Los venezolanos que se vayan deben tener un plan de vida, debe ser una migración planificada”, enfatizó.
Talaigua afirmó que consiguió mejores oportunidades de inmediato: “En Venezuela era asistente online en una tienda de calzados. Yo hice algunos cursos y ahora estoy en Chile trabajando para una empresa de Marketing”, señaló.
@Marle_aib