Jorge Giordani, ex ministro de Planificación de Hugo Chávez, calificó la Asamblea Nacional Constituyente como “un pote de humo” por parte del gobierno para evadir otros problemas políticos y sociales.
Giordani sugirió en su artículo de opinión “¿Cuántas plagas juntas?” que esta decisión sería una medida desesperada que podría llevar al gobierno venezolano “rumbo al fracaso”.
Alegó que la Constituyente desató una polémica en los dos grandes factores políticos que intentan resolver la crisis social con métodos distintos.
En este sentido, señaló que la inflación, la recesión, el desabastecimiento, la especulación, la inseguridad, la violencia y la incertidumbre condujeron al mandatario nacional a convocar un proceso democrático de forma “irresponsable” y comparó la situación política que atraviesa Venezuela con otros grandes declives políticos en el mundo.
A continuación el artículo completo:
La escasez de alternativas,
hace a veces,
optar por la más temeraria;
y la condición de ignorancia,
ante una práctica irresponsable,
conduce a un fracaso seguro.
Inflación, recesión, desabastecimiento, especulación, inseguridad, violencia, incertidumbre, como para no estar ni dormir tranquilo en esta Venezuela de hoy y aquí.
Nos encontramos ya en pleno quinto año del gobierno que se inició en abril del 2013, parece una eternidad antes de que se terminen los problemas que aquejan a la mayoría de los seres humanos que habitamos Venezuela.
Y después de esto la llegada de un enorme pote de humo como anuncio histórico, el primero de mayo de este año 2017, lo cual no podía ser de otra manera, ha desatado una inmensa polémica entre quienes creen y pretenden poder resolver la crisis de hegemonía y su agravamiento con el tiempo, del cual no hemos podido salir en una sociedad que sigue pretendiendo vivir de la renta petrolera, esa que ya fue detectada desde hace años, y que a pesar de la inmensa distribución del ingreso a favor de quienes más lo necesitan, no ha permitido desalentar los vientos y la ofensiva violenta de los sectores políticos y sociales más cercanos a una ideología fascista, como lo muestran las señales de persecución personal y grupal a quienes en Venezuela o en el lugar del mundo donde se encuentren, al no profesar su misma forma de pensar. Esa que alimentó de manera similar a la violencia que conocieron tantos países de la América Latina, desde el Rio Grande hasta la misma Patagonia.
La irresponsabilidad e incompetencia de un gobierno la llaman terrorismo; la presión y la posición de los medios de comunicación en el exterior, la denominan democracia; la especulación del sector económico, la llaman reglas del mercado; la posición retrógrada y conservadora del alto clero, se califica de fe cristiana; la ofensiva del nuevo presidente de Norteamérica, la consideran con su lema USA first, recuperación de los valores del capital financiero; las guerras inducidas en el Medio Oriente las vinculan a la religión islámica, sin hablar de cómo se bate el cobre en términos de los intereses de las grandes potencias de hacerse cargo de las riquezas del subsuelo; lo que ocurrió en Brasil con la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, pasa por debajo de la mesa como una lucha entre poderes, sin tener nada que ver con la Operación Lava Jato; el fenómeno del desempleo que cunde en toda Europa entre unos países más y otros menos, lo denominan como retardo tecnológico, y pérdida de productividad; los nuevos líderes de los gobiernos de la Europa del Mediterráneo, lo califican como relevo generacional. En síntesis, una especie de mundo al revés, donde la distribución del ingreso y la riqueza en el sistema capitalista se hace cada vez más regresiva.
No se trata solamente de elementos formales de una crisis, que en relación a la lógica del metabolismo del capital, no es nada más y nada menos que una crisis estructural. La cual como marco de referencia ubica y contextualiza lo que ocurre en el mundo entero, y de lo cual, Venezuela no es ninguna excepción.
A esos elementos generales se une lo que ha sido llamado colapso del capitalismo rentístico, y agregamos nosotros, después de abril de 2013, el agravamiento de una crisis de hegemonía, donde el gobierno actual no puede evadir responsabilidades al no asumir los diferentes planos de la crisis; primero, la crisis estructural del capital; segundo, el colapso del capitalismo rentista en Venezuela; y tercero, como expresión concreta donde se ubica el conjunto de los elementos que señalábamos al comienzo.
Ante este panorama con una especie de pronóstico reservados de continuar las cosas como han venido ocurriendo desde abril del 2013, diferentes escenarios se podrían postular, con diferentes probabilidades de ocurrencia, desde la aparición del Pinochet bolivariano hasta la profundización y radicalización del proceso a partir de lo que se planteó desde el gobierno en el período 1999-2012, en una distinción, deslinde, diferenciación, con lo que ha venido ocurriendo después de la desaparición física del Comandante Chávez, el 5 de marzo del 2013.
Quiebre de tendencias, que de no encontrarse una salida política a la crisis, podría la situación con el nivel de confrontación actual llegar a constituirse en caldo de cultivo, de la opción que cada vez más se afirma en los medios de comunicación, hasta la producción de una guerra civil; hipótesis en la cual se sabe cómo se inicia, y explotan sus contradicciones en la lucha por el poder, pero no se sabe como prosigue, ni menos cómo va a terminar.
Allí tenemos, como lecciones históricas de la experiencia, por diferentes causas y especificidades, las trágicas realidades cercanas de la situación colombiana, la salvadoreña, la hondureña, o los habituales pronunciamientos de militares, particularmente en los países del Cono Sur del Continente. Cosas veredes Sancho…
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