No son los mandatarios de Francia o Estados Unidos. Son Gustavo Petro y Luiz Inácio Lula Da Silva, los presidentes de Colombia y Brasil, quienes tienen un papel determinante para que se lleven a cabo las elecciones presidenciales el 28 de julio en Venezuela.
De Colombia y Brasil dependerá en gran medida lo que ha intentando hacer la oposición venezolana desde 2019 y que al chavismo tanto le molesta: la idea de una transición en el país. Es decir, una salida del poder de Nicolás Maduro que le otorgue garantías cuando deje el cargo.
De otra manera, a falta aún de 79 días para las presidenciales, es probable que la elección no se ejecute o tenga más obstáculos de lo normal.
Aunque Emmanuel Macron y Joe Biden han desempeñado un papel importante -el primero propiciando el diálogo entre el chavismo y la oposición, y el segundo con una política más flexible hacia Caracas que permitió incluso el canje del supuesto testaferro de Maduro, Álex Saab-, quienes sufren de manera inmediata los embates de la masiva migración y la delincuencia son Petro y Lula.
Para el analista venezolano en el exilio Ramón Muchacho, “Petro debe garantizarle a Maduro que hay vida política después de las elecciones”, pues de lo contrario seguirá aferrado al poder.
Y esta idea también contrasta con lo que se discute en círculos de opinión y análisis en Caracas, donde se le está otorgando una gran responsabilidad a los presidentes vecinos, pues se tiene la idea de que ambos mandatarios deben hacerle sentir a Maduro la seguridad de que su carrera política no termina.
“Incluso se está debatiendo si Estados Unidos elimina la recompensa que tiene sobre el presidente venezolano. Los 15 millones de dólares por su captura”, dijo una fuente a El Tiempo.
Y la idea de la transición parece entonces cobrar más fuerza, pero ha traído un disgusto en el chavismo y una nueva fricción entre Caracas y Bogotá. La primera ya había sido solventada en abril, luego de que Petro criticó la inhabilitación de Machado. Eso le costó un viaje a Miraflores para hablar con Maduro.
Ahora el desencuentro se da con su canciller Luis Gilberto Murillo, a quien el número dos del chavismo, Diosdado Cabello, calificó de “funcionario norteamericano”.
Murillo confirmó el miércoles que su país apoya elecciones «justas, obviamente, competitivas, libres» y con «un proceso electoral aceptable».
«Lo que estamos tratando de hacer en este momento es ver si todos los candidatos pueden alcanzar un acuerdo para proveer algún tipo de salvaguarda o garantías para el período de después de las elecciones», explicó.
Pero también aseguró que se estaba trabajando en «una transición suave después de las elecciones».
«La idea o por lo menos la propuesta del presidente Petro, que por cierto consiguió el apoyo del presidente Lula, es ver si eso se puede ratificar en un referendo», dijo en su intervención en la conferencia anual de la organización empresarial estadounidense American Society – Council of The Americas, en la que también participaron María Corina Machado y el candidato opositor venezolano Edmundo González.
Para Machado, la importancia de Petro y Lula y el papel que desempeñen es vital. «Estamos viendo a la comunidad internacional, recientemente, apoyándonos en esta lucha por elecciones libres y justas, incluso antiguos aliados de Maduro como el presidente Lula, o el presidente Petro, que insisten en la necesidad de que este proceso se lleve a cabo en condiciones justas», explicó.
«Tenemos un liderazgo legitimado, tenemos un candidato que tiene el apoyo del pueblo venezolano y de todos los partidos políticos democráticos, tenemos un movimiento civil enorme que va creciendo y creciendo, que tiene más del 80 por ciento de apoyo», dijo Machado,
Pero a Cabello, nada de esto le parece agradable y tachó de «grosera» e «inamistosa» la declaración del Murillo, alegando que una transición «jamás ha estado en la agenda».
«¿Quién lo ha autorizado a usted para hablar de transición en Venezuela? Aquí la única transición que viene es la transición al socialismo, no hay otra transición», reclamó desde su programa de televisión.
Expertos coinciden además en que los problemas bilaterales que incluyen una posible nueva ola migratoria desde Venezuela, el fortalecimiento de redes criminales como la de El Tren de Aragua y el afianzamiento de las relaciones de Caracas con Teherán y Moscú, deben profundizar las actuaciones de Lula y Petro.
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