La madrugada del pasado miércoles, más de 11.000 militares y policías de Venezuela se tomaron la cárcel de Tocorón, el principal centro de operaciones del temido Tren de Aragua, la banda criminal que opera en varios países de América Latina.
Después de la toma mediante un enorme despliegue de seguridad que incluyó tanques y blindados, Remigio Ceballos, ministro del Interior, admitió que varios de los principales líderes de la organización criminal se fugaron a través de unos túneles subterráneos con 15 metros de profundidad y 600 metros de largo que iniciaban en la celda donde estaba Héctor Guerrero, alias el Niño Guerrero, quien es el cabecilla de la temida banda venezolana.
Hasta el viernes por la mañana, todo indicaba que a través del pasaje no solo huyó Guerrero, sino sus colaboradores más cercanos, así como los conocidos ‘Luceros’, que son mandos de media jerarquía del Tren de Aragua. Sin embargo, en una entrevista concedida este sábado a un medio local, Ceballos dijo que Guerrero no estaba en la cárcel y que estaba en libertad.
“Ese personaje (‘el Niño Guerrero’) estaba en libertad plena. A la fecha, tiene varias causas y orden de aprehensión. Presumimos que se encuentra en alguna parte, si estuvo aquí. El punto es que nosotros estamos avanzando para la captura de todos”, añadió.
Hasta el momento, el gobierno de Venezuela informó de la detención de 88 miembros del Tren de Aragua.
Que el ministro reconozca que Héctor Guerrero no estaba en la cárcel, a pesar de estar condenado a 17 años por múltiples homicidios y tráfico de drogas, entre otros delitos, abre más interrogantes sobre el papel del Estado en lo ocurrido esta semana.
Y si bien la llamada Operación Guaicaipuro fue catalogada como “exitosa e impecable” por el mismo Ceballos, quien el día de la operación a la entrada del penal expuso a manera de ‘botín de guerra’ montañas de municiones de alto calibre, lanzacohetes, granadas, máquinas para minar criptomonedas, drogas y hasta motos de lujo, la presión internacional de países de la región ya puede comenzar a sentirse, en especial por el paradero incierto de Guerrero y otros cabecillas.
“Hemos impedido una fuga masiva”, sostuvo Ceballos antes de confirmar que Guerrero tenía tiempo fuera de la cárcel. Efectivos de seguridad sacaban de la cárcel motos, televisores, aires acondicionados, microondas y bolsas. “¡Eso es nuestro!”, gritaban las mujeres que esperaban a las afueras del penal.
“Era algo que podía pasar en cualquier momento”, le dijo a la agencia AFP Ronna Rísquez, periodista que ha investigado por años al Tren de Aragua. Según sus estimaciones, la banda cuenta con unos 5.000 miembros en Sudamérica.
Rísquez considera que este operativo habría sido activado por la presión de países de la región, como Colombia, Chile y Perú, “que han denunciado la presencia de un grupo armado como el Tren de Aragua operando en sus territorios de una manera impune”. Estos países han identificado que esta banda criminal dirige sus operaciones desde la prisión de Tocorón, por lo que “han exhortado al Gobierno de Venezuela a tomar medidas”.
El Tren de Aragua surgió en 2014, operando en actividades mafiosas “clásicas”: secuestros, robos, drogas, prostitución y extorsión. Pero más tarde se expandieron a la explotación ilegal de oro. Los miembros de la banda reciben órdenes de cabecillas recluidos en Tocorón, conocidos en la jerga carcelaria como pranes, encabezados por el Niño Guerrero, quienes desde hace años tenían el control de Tocorón.
Lujos y crímenes
Tocorón evocaba lo que fue La Catedral en Colombia –prisión donde Pablo Escobar fue encarcelado a cambio de no ser extraditado a los Estados Unidos– en cuanto a lujos y actividades ilícitas se refiere.
En La Catedral, Escobar contaba con una fortaleza y diversiones varias que podía controlar a su antojo. En Tocorón, el Niño Guerrero, que colideraba las operaciones junto a Ever González Zambrano, alias el Gocho, controlaba todo cuanto se encontraba en la cárcel: piscina, discotecas, restaurantes, supermercados, cría de animales, zoológico y hasta una urbanización en la que vivían unas 300 familias, algunas junto con sus familiares presos.
Eso sumado a que desde el centro penitenciario los delincuentes dirigían extorsiones, secuestros, robos y asesinatos.
Uno de los delitos más extendidos era el de la extorsión telefónica. Desde la cárcel, era común que los venezolanos recibieran llamadas o mensajes de texto mediante los cuales eran amenazados a cambio de dinero. Desde Tocorón se clonaban teléfonos, cuentas de bancos y todo tipo de dispositivos.
En la famosa cárcel había incluso conexión a internet y señal telefónica de calidad. Además, en las incautaciones hechas en la operación, se observaron equipos satelitales con los que los pranes hacían hasta llamadas internacionales, un beneficio que no posee un venezolano común.
Para el director ejecutivo de InSight Crime, Jeremy McDermott, los negocios de ‘el Niño Guerrero’ eran bien lucrativos y calcula que las ganancias estaban por el orden de los tres millones de dólares anuales.
Y es que el Tren de Aragua cuenta, además, con una fundación benéfica llamada Fundación Somos el Barrio JK. A través de esta, recibe recursos para “ayudar a las comunidades” en el mantenimiento y actividades recreativas.
Según Transparencia Venezuela, la banda también utiliza niños que van desde los 8 hasta los 12 años de edad como mensajeros. Entre sus integrantes hay mujeres que ejercen distintas funciones. Y la llamada Fundación Somos el Barrio JK es liderada por una mujer de nombre Irene Hernández, quien indicó que eran al menos unos 200 miembros.
Además, la integran 66 Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap), encargados de repartir en la zona la comida subsidiada por el Gobierno.
Y si bien el Ejecutivo venezolano afirmó el viernes que ya completó el traslado de todos los presos capturados a otros centros penitenciaros, tras confirmar que Tocorón “pasará a un proceso de reestructuración y será desalojado por completo”, lo cierto es que de los líderes criminales fugados no hay información.
“Con esta acción, el gobierno está reconociendo el caos penitenciario que vivimos y lo negligente que ha sido en solucionarlo”, destacó Carlos Nieto, coordinador de Una Ventana por la Libertad, una ONG defensora de los derechos de los reclusos.
La organización Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP) cree que la toma del penal fue “acordada” con los líderes negativos, y esto hace suponer que por esa razón fue un procedimiento pacífico, en el que no hubo muertos ni heridos, a pesar de una población carcelaria de más de 5.000, si bien el recinto tiene capacidad para 750.
Las cárceles de Venezuela tienen una sobrepoblación por encima del 50 por ciento, según OVP. Y, como según Ceballos, la cárcel contaba con 1.500 presos, la OVP se pregunta por el paradero de los otros detenidos.
“Duélale a quien le duela el golpe del desmantelamiento de lo que significó el centro de reclusión de Tocorón, constituye un golpe demoledor que implica una disminución más progresiva del delito en Venezuela y el descarrilamiento del Tren de Aragua”, dijo el fiscal general venezolano, Tarek William Saab.
Pero, aunque el gobierno insiste en que la operación fue exitosa, la OVP y otras ONG creen lo contrario, pues si se demuestra que la toma fue concertada con los pranes, razón por la que andan sueltos, lo preocupante es que se teme que estén ya en otros países de Latinoamérica, teniendo en cuenta que la megabanda opera en Colombia, Perú, Chile, Ecuador y Brasil.
Tensión internacional
Para Luis Izquiel, abogado penalista y profesor de criminología de la Universidad Central de Venezuela, la banda criminal tendría unos 2.500 miembros y podría ser en este momento la mayor organización delictiva de Latinoamérica.
Desde la perspectiva de Izquiel esto es preocupante, pues si sus líderes se fugaron o, peor aún, negociaron su libertad, sin duda continuarán su accionar, sobre todo en países como Colombia. Bogotá ya ha reportado diversos crímenes que vinculan a los pranes del Tren de Aragua y se teme que sea la ciudad que eligió para refugiarse (ver nota abajo).
Por su parte, el subsecretario chileno del Interior, Manuel Monsalve, descartó que Guerrero esté en Chile, aunque insistió en que no bajan la guardia. “Nuestra policía está alerta, pero no tenemos ningún antecedente que permita afirmar que el líder del ‘Tren de Aragua’ está en Chile”, afirmó Monsalve en una rueda de prensa.
El Estado venezolano, acusado por distintas organizaciones de permitir durante todo este tiempo la acción del Tren de Aragua, señaló que cuatro funcionarios están detenidos por complicidad, sin dar mayores detalles.
“Nos gustaría saber más sobre cómo hicieron estos funcionarios para ingresar con cohetes autopropulsados y armas largas sin la complicidad de muchas personas más, incluso de la directiva. También nos preguntamos por dónde ingresó el material para construir los túneles tan sofisticados por donde, según el gobierno, huyeron los pranes, incluso para edificar una discoteca, un parque infantil y otros lujos que ya son bien conocidos”, dijo la OVP en un comunicado.
Para el Observatorio de Prisiones, lo cierto es que la intervención de Tocorón dejó expuesto en primer lugar que el “Ministerio de Servicios Penitenciarios durante 12 años no tuvo la más mínima intención de controlar lo que sucedía dentro de Tocorón, que la corrupción es un flagelo que se les escapó de las manos hace mucho tiempo y que peligrosos hampones como el Niño Guerrero manejan como les da la gana a aquellos que se jactan de decir que las cárceles de Venezuela están controladas”.
De ahí que no son pocos los que consideran que en este punto la cooperación judicial y policial, recién andando entre Colombia y Venezuela, pudiera servir para dar captura a los delincuentes fugados, si estos realmente huyeron del país.
¿Hay alerta en Bogotá por esta fuga?
La fuga de alias Niño Guerrero es una situación que enciende las alarmas de los siete países de la región por donde extendió sus tentáculos. Durante los dos últimos años, ‘el Tren de Aragua’ asentó con más fuerza sus bases en Bogotá. Hace poco menos de un mes, este diario reveló interceptaciones telefónicas entre Guerrero, desde Venezuela, Osmer, en Barranquilla, y Brayan la 38, en Bogotá, que dejaron claro la forma en que Niño Guerrero da las órdenes criminales para la capital del país desde cualquier parte sin problema alguno.
La desaparición del temido criminal prendió alertas en las autoridades de Bogotá que aseguran que reforzarán los controles y operativos del Comando Élite que ha sido creado para contener y combatir a la multicriminalidad. Sin embargo, un alto mando de la Secretaría de Seguridad de la ciudad aseguró que “por ahora Niño Guerrero no tiene nada que hacer en Bogotá”, pues los operativos de la Policía han hecho que sea un espacio peligroso para las cabecillas de esta organización.