Miguel, jubilado de 62 años de edad, espera que las elecciones en Estados Unidos den paso a un gobierno más flexible con Venezuela, pero Henry, médico de 52, apuesta a la reelección de Donald Trump para que sigan las presiones contra el régimen de Nicolás Maduro.
Las sanciones estadounidenses dividen a los venezolanos. Muchos siguen expectantes los resultados de las votaciones del 3 de noviembre, esperanzados en que contribuyan a una transición política en la otrora potencia petrolera.
Washington, que no reconoce como presidente a Maduro al considerar fraudulentos los comicios de mayo de 2018, lanza desde 2017 una artillería de sanciones financieras contra su gobierno, incluido el embargo petrolero, vigente desde abril de 2019.
La feroz presión de Trump, quien busca conquistar el voto latino, no ha logrado un cambio de gobierno en Venezuela. Lo que sí ha conseguido, según analistas, es exacerbar las calamidades que padecían los venezolanos tras años de malas decisiones económicas y corrupción.
«Si gana Trump va a seguir con lo mismo (…) tiene una guerra contra este país», comenta Miguel desde un puesto callejero en Petare, populosa barriada caraqueña.
Este mecánico retirado, que sufre un dolor perenne causado por seis hernias en la columna, ve mal las sanciones. «Estamos sufriendo desde el más grande hasta el más chiquitico», lamenta.
Agobiado por la crisis generada por la pandemia, Miguel comenzó a vender pan y casabe. Su pensión, equivalente a un dólar, no le alcanza siquiera para comprarse un kilo de patas de pollo, cuenta a la AFP.
El candidato demócrata Joe Biden acusa a Turmp de fallarle a los venezolanos, al afirmar que las duras palabras sobre Maduro están vacías.
«Cuando se trata de tomar medidas reales, el presidente Trump y sus aliados republicanos le han fallado al pueblo venezolano», lanzó Biden durante su campaña a la Casa Blanca.
Venezuela transita hacia su séptimo año consecutivo de recesión y cuarto de hiperinflación en medio de una pugna entre Maduro y el líder opositor Juan Guaidó, quien reclamó la presidencia encargada en enero de 2019 respaldado por medio centenar de gobiernos, encabezados por Washington.
Con las sanciones «no ha ocurrido nada»
Henry, quien trabaja en una clínica del acomodado este de Caracas, considera que «si gana Trump seguiremos tratando de salir de Maduro con el apoyo de ellos».
«Los venezolanos están desesperados», comenta a la AFP usando tapabocas y máscara facial para prevenir el covid-19.
Pero, para que la presión sea verdaderamente efectiva, «tienen que dar un ejemplo, tienen que agarrar a uno», dice, aludiendo a la millonaria recompensa ofrecida por Estados Unidos por información que conduzca a la captura de Maduro y varios de sus colaboradores.
Sin simpatía por ningún candidato estadounidense, Julio, deportista de 39 años, considera que al margen de quien resulte elegido no debería frenar la agenda para el proceso de transición en Venezuela.
Piensa que, más allá de las presiones que ha ejercido el gobierno de Trump, no ha ocurrido nada que logre sacar a Maduro.
Guaidó confía en que Estados Unidos mantenga la presión contra el heredero del fallecido presidente Hugo Chávez, independientemente de si Trump es reelegido.
Sin embargo, además de tener un amplio control institucional, Maduro cuenta con la «lealtad» de la Fuerza Armada, considerada su principal sostén, y aliados como China, Rusia, Turquía e Irán.
«Maduro y Trump son unos locos»
Josefina, una mujer de 58 años que vende ropa usada a un dólar la pieza para alimentar a sus tres nietas huérfanas, no quiere «saber nada de política».
«Maduro y Trump son caimanes del mismo pozo (…) tanto Trump como Maduro son unos locos», dice, mientras llora por su hija asesinada hace un año en Caracas durante un asalto.
Decepcionados por el deterioro de la situación, tanto Miguel como Julio votarán en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre en Venezuela, pese al boicot de una treintena de los principales partidos opositores que las consideran un «fraude».
«Me parece una locura de los voceros de la oposición llamar a desconocer un proceso electoral o llamar a la abstención como vía de salida, la pelea es peleando», sostiene Julio, que se niega a volcar todas sus esperanzas de cambio en las sanciones de Estados Unidos.