“¡Vamos camino a la victoria!”, clamó el sábado Edmundo González Urrutia, candidato de la oposición democrática, a los miles de congregados en su municipio natal, La Victoria, a dos horas de Caracas. El diplomático debutó en un acto de masas arropado por los suyos en una carrera electoral donde parte como gran favorito, pese a la campaña sucia en su contra impuesta por la propaganda revolucionaria. Una vez más, el chavismo programó una contraprotesta en el mismo lugar para intentar aprovechar el fenómeno político que comanda la líder opositora, María Corina Machado.
Consciente de la expectativa creada ante la primera aparición de González Urrutia en un acto de masas, “un día histórico que no vamos a olvidar”, Machado ejerció como la presentadora de “un hombre con una familia hermosa, un buen padre de familia, honorable y honesto”. “Un hombre al que pido le demos todo nuestro apoyo, porque hoy a 71 días del 28 de julio Venezuela no tiene solo un candidato, sino el próximo presidente de Venezuela”, dijo, y entonces apareció el exembajador, aclamado con el típico “¡se ve, se siente, Edmundo presidente!”.
El juego ha cambiado en Venezuela
Sus palabras confirmaron que el juego ha cambiado en Venezuela. “Quiero pedirles a los venezolanos que me acompañen en un cambio de gobierno pacífico y ordenado. Vamos a pasar de la división a la unión, del abuso de unos pocos al Estado de derecho para todos. ¡Y de un presente indigno a un futuro digno!”, lanzó el candidato, de 74 años de edad, que se ha convertido en la esperanza del cambio.
El juego venezolano cambió de una forma radical cuando faltan 69 días para las elecciones: unidad opositora, el liderazgo de María Corina Machado y la empatía sin precedentes del pueblo venezolano, junto con una estrategia política que siempre juega adelantada y la vuelta de tuerca protagonizada por la comunidad internacional se han concretado con un candidato que sigue en la carrera con 60% de apoyo frente a 20% de Maduro. Ni los más optimistas esperaban una situación así.
Incluso la represión contra Machado se ha convertido en un búmeran: obligada a viajar por tierra, perseguida en hoteles y restaurantes, la líder opositora es agasajada en cada municipio o pequeño núcleo hasta convertir las concentraciones en jornadas multitudinarias en antiguos bastiones de la revolución.
Cuatro escenarios
Pese a ello, el “presidente pueblo”, una ironía que crece día a día, tiene la sartén por el mango. La todopoderosa revolución chavista, un cuarto de siglo en el Palacio de Miraflores, cuenta con el respaldo incondicional de los generales revolucionarios, de los temidos servicios de inteligencia, de los colectivos paramilitares y la guerrilla colombiana, además de sus estrechos aliados de Rusia, China, Irán y Cuba. Hasta el Grupo de Puebla (foro que agrupa a izquierdistas, populistas y revolucionarios) abrió sus puertas al chavismo y a la revolución cubana en su última cumbre, realizada en México.
Dirigentes opositores, politólogos y figuras de la sociedad civil consultados por LA NACION coinciden en la existencia de cuatro escenarios ante las presidenciales: un fraude electoral masivo el 28 de julio, la eliminación de la candidatura opositora antes de que se abran las urnas, la suspensión electoral con la excusa del conflicto con Guyana por el territorio del Esequibo y, la que realmente desea la mayoría del país, la victoria opositora con la consiguiente transición histórica.
“La cuestión es que hoy, por primera vez en 25 años de chavismo, la diatriba está en el chavismo y no en la oposición. María Corina, Edmundo y todos los partidos unidos, como se pudo ver también en La Victoria, están haciendo el trabajo de calle, comunicacional, internacional e incluso el de proponer una transición win-win, donde el chavismo no pierda todo”, explica a LA NACION el politólogo Walter Molina Galdi.
La revolución vive su peor momento histórico
En el seno del chavismo ha surgido un debate ante la evidencia del hastío popular aumentado por las heridas que ha provocado la emigración masiva, que se acerca a los 9 millones de huidos. La revolución vive su peor momento histórico: sin apoyo popular, detestada por su fracaso económico y social y en medio de tensiones internas, con una escandalosa purga en su seno tras el desfalco de 23.000 millones de dólares de la industria petrolera.
“Es dentro de la nomenklatura que no saben qué camino recorrer, y seguramente la discusión es cuál es el más y el menos costoso. Por eso es tan importante que este proceso electoral lo haya tomado la gente, que sea un movimiento de abajo hacia arriba, porque intentar bloquear la elección, robársela o dañar a Edmundo González podría causar que, después de muchos años, el país entero se sienta tan golpeado que mantener el poder por la fuerza, lo único que les queda, se vuelva inviable”, dice Molina Galdi.
La escalada que se vive en la zona fronteriza con Guyana, que incluye maniobras militares y sobrevuelos de cazas F-18 estadounidenses sobre Georgetown, ha provocado que antiguos militares chavistas, como el mayor Hebert García Plaza, adviertan sobre la excusa de un enfrentamiento para suspender las elecciones.
El analista Miguel Velarde dice: “Es menos costoso que un fraude monumental o que entregar el poder tras la derrota electoral. No se puede descartar y seguramente está sobre la mesa. Pero tampoco es fácil, dada la energía de estas semanas y la mayor conciencia de la comunidad internacional. Cada día que pasa se les hace más cuesta arriba. Y a mediano plazo sería insostenible”.
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