1. Mi activismo en la política comenzó cuando yo tenía apenas 6 años y medio de edad. Me inscribí en la juventud de Acción Democrática luego de haber participado en la primera manifestación pública de mi incipiente vida, montado en un camión que iba al caserío Sabaneta, en el estado Bolívar (no en Barinas), para encontrarnos con los campesinos que querían identificarse con la causa de la libertad.
2. Aquel camión regresó a Upata, mi pueblo natal, repleto de hombres y mujeres del campo que ondeaban una banderita blanca celebrando la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez. Era 23 de enero de 1958.
3. Nunca había sentido una brisa tan premonitoria de lo que iba a ser mi vida como aquella que golpeaba mi rostro cuando me monté en la parte trasera de ese camión lleno de campesinos arrechos que gritaban «Libertad» y «Muera la dictadura». Ese día descubrí que ya había sido inoculado con el virus incurable de la política.
4. Nací en un hogar de políticos. Mi abuelo materno, José Yapur, fue uno de los fundadores de Acción Democrática en Guayana. Estuvo preso en la cárcel de Ciudad Bolívar y allí fue torturado por la dictadura perezjimenista. Le quitaron toda la ropa, le amarraron las manos al techo con unas cadenas, y sus pies desnudos posaban sobre el ring de una llanta de camión. Así pasó dos días, hasta que un teniente coronel de la Guardia Nacional, que casualmente era su yerno, fue a rescatarlo y liberarlo. Le salvó la vida porque ya estaba sentenciado a muerte.
5. El “viejo Yapur”, de origen sirio-libanés, fue mi primer líder político: humilde, de una honestidad brutal, forjado en principios y grandes valores, luchador, perseverante.
6. Mi madre igualmente era adeísta; y mi padre (también de origen libanés) fue activista y dirigente medio de un partido nacionalista, propulsor de la “Gran Siria”.
7. Aquellas banderitas blancas eran caseras. Las fabricamos mi madre y yo. Fueron hechas con palos muy delgados de guayabo, con un papel blanco que usaban los bodegueros para envolver leche, azúcar, queso cincho, o lo que sea. Cortábamos el papel en forma de triángulos, y los pegábamos al palito con almidón de yuca.
8. Hicimos como cien banderas pequeñas, para celebrar la caída de la dictadura. Veía con orgullo inolvidable cómo aquellos campesinos ondeaban aquellas banderitas de la libertad construidas por mi madre y yo.
9. De manera que luchar contra los dictadores fue mi primera misión política. Y me casé con ella por el resto de mi vida, y sin posibilidad alguna de divorcio.
10. Por eso, nunca concebí un cambio político (llámese revolución o reforma), o cualquier otro hecho cotidiano de la sociedad (desde un matrimonio hasta un partido político) que atentara contra la libertad de las demás personas y no valorara correctamente la diversidad en la especie humana.
11. De hecho, la madre de todos los principios de la sociedad humana indica que nacemos diferentes y libres, y de allí se desprenden todos los demás principios, entre ellos la honestidad.
12. Y quien quiera que sea, llámese como se llame, y tenga el poder que tenga, que viole esos principios (en cualquier escenario de la vida, repito) inevitablemente entrará en problemas, tarde o temprano entrará en problemas. Es la ley que rige el desempeño de la especie humana, y de la sociedad. Y por ser un principio, se convierte en una verdad profunda y de carácter universal. Nadie escapa a ello en el planeta Tierra. Nadie.
13. La caída de la dictadura militar en 1958 fue celebrada entonces por la izquierda radical y la izquierda moderada, y los partidos de centro (la derecha era casi inexistente en la Venezuela de entonces).
14. Fue un “todos contra la dictadura”. Nadie en Venezuela debiera olvidar esas conexiones históricas con los principios, ni siquiera los que hoy están en el gobierno, ni tampoco los que están en la oposición. Ambos deben huir al comportamiento antidemocrático, de lo contrario entrarán en problemas graves. De hecho ya los tienen por falta de democracia. Hora de reflexiones.
23 de enero de 2023
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