Aliángel Rodríguez es un adolescente de apenas 15 años, con trastorno bipolar y esquizofrenia, que está tras las rejas, acusado por terrorismo, incitación al odio, asociación para delinquir y resistencia a la autoridad. Regresó al país hace apenas ocho meses y hoy su madre reconoce que no hay día en que no se arrepienta de haber vuelto a Venezuela.
Él es el segundo hijo de María Alejandra. Angelito, como ella lo llama, está detenido desde el 29 de julio. Desde su casa observó a lo lejos una especie de fuegos artificiales y salió a verlos. Una cuadra más adelante, funcionarios policiales lo detuvieron. Cuatro meses después, sigue recluido en la sede de la PMV, cerca de la bomba La Concha.
La soledad de María Alejandra se siente. Solo la acompañan sus lágrimas, que son muchas, un pequeño de dos años y medio que está criando, convencida de que su verdadera mamá no lo quiere, y dos perras Pitbull que resguardan la casa y a ellos.
Hace ocho años ella y Aliángel se fueron de mochileros a Ecuador, pero regresaron a Venezuela. Tres años después debieron irse a Chile. Su hijo mayor estaba enfermo de los riñones y acudieron en su ayuda. Aunque el joven recibió el tratamiento adecuado, no se logró el trasplante a tiempo. Su mamá no podía ayudarlo porque sus riñones no estaban bien y su hermano no era compatible.
La decisión estaba tomada. El cuerpo de su hijo debía reposar en Venezuela, su país, al que quería regresar para establecer un negocio aquí junto a su mamá. Eliángel no quería volver, pero María Alejandra insistió.
Hoy llora de arrepentimiento por no haberle hecho caso a Aliángel. Su primer hijo está enterrado en Venezuela, pero el segundo está preso por un delito que no cometió y ella está sola, en una pequeña casa en el sector Valle Verde, en Los Caobos, con su pequeño hijo de 2 años y medio y dos perritas.
Es una historia que afectó a Aliángel, pues su hermano mayor era como su padre, eran inseparables. El joven padece de trastorno bipolar y, tras el encierro, ha desarrollado episodios de esquizofrenia que no han sido tratados. A María Alejandra no le permiten ingresar los medicamentos que requiere para tratar su patología, que cada día empeora.
Aliángel en la selección Carabobo de boxeo
En Venezuela, Aliángel decidió avanzar y se concentró en los deportes. El joven integra la selección Carabobo en la disciplina de boxeo y ha representado al estado en dos oportunidades.
Los recuerdos de sus logros estaban resguardados en sus teléfonos, hoy destrozados tras la acción de los funcionarios policiales, que lo detuvieron cerca de su casa, el 29 de julio.
Ese día, Aliángel estaba en su casa al mediodía cuando llegaron unos amigos con quienes practica deportes. Cerca de las 2:30 pm comenzaron a ver unas luces de colores, amarillo, azul y rojo y decidieron salir. Su mamá intuyó el peligro y salió a buscarlo. No lo consiguió.
Al tercer día, María Alejandra había buscado a su hijo hasta en la morgue. A la sede de la Policía Municipal de Valencia en la plaza Bolívar había ido cinco veces y siempre le negaron que estuviese allí. Un conocido, sin embargo, le informó que sí estaba en el sitio y que tenía una pierna partida.
Esa tarde recibió una llamada desde el Palacio de Justicia de Valencia, informándole que Aliángel sería juzgado por terrorismo. Al llegar, encontró a su hijo con la pierna partida, las costillas moradas, la cara irreconocible y una bota marcada en el rostro. «Los policías le dieron una golpiza salvaje, brutal a mi hijo y le decían cosas muy feas». A pesar de la paliza, Aliángel no grabó el video haciéndose responsable de nada.
Eliángel no entiende qué pasó en ese momento ni qué pasa ahora. Él le pregunta a su mamá ¿qué es un fascista?, ¿qué es un terrorista? «Nunca ha estado interesado en la política».
Esa falta de entendimiento, la impotencia y la desesperanza han hecho mella en su salud. Aliángel ha convulsionado varias veces, tiene crisis frecuentes producto de la esquizofrenia y ha intentado acabar con su vida en dos oportunidades.
Su madre teme que lo intente nuevamente. Tras las recientes excarcelaciones, en especial la de uno de los niños que compartía causa y prisión con él, Aliángel ha estado muy deprimido. Sin medicación y con el pánico que le ocasiona estar encerrado, su condición ha estado empeorando.
Aunado a ello, su madre, que es paciente renal y debe dializarse periódicamente, no tiene los recursos para llevarle comida todos los días. Ella no puede trabajar a causa de la enfermedad y el papá del niño murió en un accidente cuando tenía tres años de edad.
Un día de visita
Al hablar de «Angelito», a María Alejandra se le ilumina el rostro: «El día que voy a visitarlo me paro temprano, me tomo dos pastillas para aguantar el dolor de los riñones todo el día y me pongo bella. Me maquillo, me pongo una faja para que no note la retención de líquido que tengo y le preparo algo sabroso para que coma. Cuando él sale viene con una sonrisa tan bella, corriendo y me abraza.
Me enseña los dibujos que me hace, las cartas que me escribe en los envases de comida, los dibujos que hace en cualquier hoja». Son recuerdos que su mamá atesora y que enseña a quienes la visitan.
En la casa también Aliángel es muy colaborador. Limpia, hace las arepas, comparte un rato con su mamá y luego va a la cancha a jugar fútbol. A las 5:00 religiosamente practica su boxeo.
La indolencia
Las diligencias ante la Defensora Pública han sido infructuosas. La abogada Kerly Pérez les exigió entregar los documentos originales, que en el caso de Aliángel certifican los trastornos que padece. Hoy sólo le responde que hay que esperar.
También fue infructuosa la petición que hizo ante un juez en Caracas para que le permitiera entregarle el tratamiento a su hijo, que es con medicinas especiales. «Me respondió que él no tenía tiempo para estarlo perdiendo en esas cosas».
El 2 de octubre a María Alejandra la sacaron del Palacio de Justicia durante la audiencia preliminar, esa en la que intentaron convencer a los niños de que se declararan culpables a cambio de una sentencia de seis años y ocho meses. Aliángel optó por ir a juicio, pero en su caso, esta etapa del proceso no ha iniciado.
Una súplica a Maduro por la libertad de Eliángel
Hoy María Alejandra le implora a Nicolás Maduro que haga valer su palabra de liberar a los presos políticos, que tome en cuenta a los niños. «Ellos están a punto de perder su vida, porque no quieren seguir viviendo, porque están desesperados por estar en un lugar en el que no deberían estar. Mi hijo no es terrorista. Yo soy una madre como usted dice, que soy pueblo. Señor presidente yo soy pueblo y mi hijo es un niño que tiene una condición especial, que no tiene porque estar allí. Busque pruebas de quienes de verdad hicieron daño, pero a los que son inocentes déjelos ir con sus familiares».
«Usted adelantó las navidades, pero qué navidades puedo tener sin mi hijo en la casa. Póngase la mano en el corazón, se lo está pidiendo una madre, yo no soy política, apenas sé leer, pero no entiendo por qué tanto ensañamiento con estos niños presos que están pasando por lo mismo que está pasando mi hijo, que apenas tiene 15 años. ¿Usted sabe lo que me dijo mi hijo? ¡Que el prefería estar muerto que estar preso!».
María Alejandra vende dulces para obtener los recursos que le permitan llevarle comida a Aliángel y a su pequeño hijo. Espera tener en casa a Angelito pronto para iniciar una nueva etapa en su vida, esa que hoy siente que está perdida tras las rejas del comando de la PMV en La Concha.
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