La muerte de Humberto Njaim habrá pasado inadvertida para la inmensa mayoría de nosotros. No será ello de extrañar, sin embargo. Al profesor Njaim no se lo encontraba a la vera de la luz pública. Reservado, silencioso y circunspecto su condición no precisaba de nombradía. Para un talante como el suyo bastaban con creces otras condiciones.
Hondo y perspicaz, de palabras muy precisas y cargadas de real sentido, cuando hablaba acaso mejor sentenciaba. No se detenía donde la mirada común cree hallarreflejos de verdad. De allí sus silencios que ni eran timidez ni mucho menos alardes de presuntuosidad. Hablaba de Venezuela para patentizar realidades mayores, a decir verdad,cargadas de significación y posibles consecuencias. Por ello su juicio era para quien se tomaba el esfuerzo de pensar y meditar con asiduidad.
La luz de la verdad iluminará su nombre y su actuar. La Venezuela que padecemos y en la que nos dolemos ha visto finar a uno que era razón de su más legítimoorgullo.
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