La ciudad de Matsue, al oeste de Japón, se preparaba para acoger en diciembre un acontecimiento sorprendente, y para algunos incluso chocante. Suficiente, en cualquier caso, para provocar la polémica en las redes sociales y llevar a los organizadores de esta competición de simulación de suicidio a cancelar el evento.
A principios de noviembre, los organizadores publicaron un anuncio en el periódico local de Matsue, en el que instaban a los posibles participantes a “mostrar sus increíbles dotes interpretativas mientras mueren durante aproximadamente un minuto tras abrirse el estómago con una espada de plástico”. La persona con la actuación más dramática, imitando el suicidio ritual por destripamiento conocido como seppuku, ganaría el primer premio. Y los lugares no se eligieron al azar, ya que la ciudad de Matsue fue famosa en la Edad Media por sus samuráis y señores feudales.
“Extraños festivales”
El organizador del concurso, que prefiere no revelar su verdadera identidad por la posibilidad de acciones legales, dijo que quería animar a la gente a convertirse en actores o creadores de “festivales extraños”. Las representaciones debían tener lugar frente al ayuntamiento de Matsue, sin que la alcaldía hubiera sido informada. En un primer momento, esta consideró inapropiado convertir la vida y la muerte de una persona en un espectáculo en un lugar como la alcaldía. Pero en un principio no prohibió el acto. Si este “espectáculo”, por utilizar la expresión de su organizador, hubiera tenido lugar en otro lugar, la alcaldía tal vez no habría reaccionado. Finalmente se canceló por la presión de las redes sociales.
Sin embargo, la muerte por destripamiento, a menudo denominada en Occidente harakiri o seppuku, que fue una tradición de la clase guerrera japonesa entre los siglos XII y XIX, se ha abandonado. Ya no quedan guerreros samurái en Japón. Hacia el final de la Guerra del Pacífico, oleadas de pilotos suicidas o kamikazes revivieron esta imagen. Pero hoy en día, la gente no se suicida más que en otras partes de Japón, e incluso un poco menos que en Suecia o Bélgica, por ejemplo.
El harakiri, una tradición abandonada
El ritual del seppuku o destripamiento, como explica Maurice Pinguet en su libro La mort volontaire au Japon (La muerte voluntaria en Japón), era concebido por los samuráis como una expresión de orgullo y valor. En aquella época, el guerrero debía destriparse de izquierda a derecha y, si era posible, de abajo arriba, para luego rematarse con un puñal en el corazón o la carótida. El último japonés famoso que optó por el harakiri fue el escritor Yukio Mishima, el 25 de noviembre de 1970 en el cuartel general de las Fuerzas de Autodefensa japonesas.
Hoy en día, el seppuku o harakiri asistido ya no es una cuestión de improvisación. Detrás de Yukio Mishima, sentado sobre sus talones con la espada en alto, había un ayudante que dio el golpe de gracia cortando la cabeza del moribundo.