CARLOS KOTEICH, ARCHIVO FAMILIAR

Por LEÓN SARCOS

La poesía es el aire de este mundo, es el sol de esta existencia. 

A través de la poesía, nos reconocemos y nos vemos a nosotros mismos. 

El poema es el único lugar en el que siento absoluta libertad, 

el único sitio en el que soy dueño de mí mismo.

Adonis

Es el gran poeta sirio Ali Ahmad Said (Adonis) quien, desde la última feria de libro en México, a los 93 años nos recuerda con sus poemas que Siria, su país de origen, es mucho más que inestabilidad política, guerra, y destrucción: es creación, trabajo y esperanza hasta donde haya llegado y llegue el legado humano de esta rica y vetusta cultura, tan antigua como Mesopotamia y Egipto.

El mismo talento para el emprendimiento, perseverancia y pasión para el trabajo que profesa uno de sus mejores poetas son las mismas virtudes que distinguen al pueblo sirio. Adonis, desde muy temprano, adolescente, enviaba sus poemas a varios periódicos, convencido de que llegaría el momento del reconocimiento.

Un día, uno de los periódicos más prestigiosos publicó un aviso pidiéndole al tal Adonis que se presentara a la redacción para abrirle un espacio fijo. Para él había llegado la hora de iniciar una prolífica carrera literaria que durará hasta el sol de hoy, considerado en varias ocasiones candidato al Premio Nobel de Literatura.

Alma de emprendedor, como su padre

Ese es un representante del legado cultural que asume Carlos Koteich Alsafadi, técnico superior en computación, zuliano, devoto de La Chinita, nacido en La Concepción, municipio Jesús Enrique Losada, con una química especial para establecer una fluida comunicación que invita a compartir e inspira seguridad; de mediana estatura, buen porte  y hablar calmado y  conciso, más bien de profesor de filosofía, tiene en su padre, un ciudadano de origen sirio, Armando Hamad Koteich Yabouh —que emigró a Venezuela en 1958, fallecido en 2005—, la figura más emblemática para honrar el culto al trabajo honesto, su mejor carta de presentación.

Su padre tampoco tuvo descanso desde que llegó al país a los 18 años, donde inició su propio emprendimiento con su hermano mayor, Moaza Koteich, que residía en Maracaibo desde 1954. Juntos se iniciaron con éxito en el comercio de electrodomésticos en el centro de Maracaibo. No tardaría muchos años, apremiado por la fuerza del amor, en invitar al país a la novia que había dejado en su pueblo natal, Isabel Alsafadi; a partir de 1965, cuando decidieron unirse en matrimonio, señora de Koteich.

Carlos Koteich Alsafadi sería el primero de los hijos de la pareja, que vino al mundo el 16 de marzo de 1967 con comadrona, en La Concepción, donde se establecieron sus padres. Del matrimonio nacieron, además, Samer, el 23 de agosto de 1968, Ricardo, el 7 de junio de 1972, Rola, el 24 de octubre de 1974, y Roba, el 20 de marzo de 1977.

Empresario desde los inicios

Siempre de niño —comenta— quiso imitar a su padre en el oficio de comerciante y sus comienzos se remontan a su época de adolescente cuando le pedía a este uno o varios electrodomésticos y al venderlos se los pagaba a un precio acordado y él guardaba la parte de la ganancia que le correspondía.

No ha olvidado Carlos nunca los sabios consejos de su padre: El dinero siempre tenemos que tenerlo debajo, que te enaltezca, pero siempre debajo sin ostentarlo. Nadie debe hacer dinero con el dolor ajeno. No dañes a nadie. Si en una relación los beneficios no son equilibrados, no la selles. La palabra vale más que un documento. Sin la puntualidad nada funciona.

Carlos acompañó a su tío Nabil Alsafadi —que estudiaba medicina y hacía la rural en Portuguesa en 1986—, quien iba a comprometerse en casamiento. En ese estado, durante la celebración, conoce a una bella mujer nativa de Biscocuy, de la que su alma quedará prendada para siempre, Yajaira Hanan Oubide, hermana de la futura esposa de su pariente.

El mismo Carlos confiesa: Mi primera impresión fue que la conocía desde siempre. Con ella inicia un romance que culminará en matrimonio, tres años después, el 26 de agosto de 1989, y de cuya unión vendrán al mundo Carlos Kinan (1990), Nidal (1994) y Alejandro Karim Koteich Oubide (2006).

Los dos primeros profesionales distinguidos: al primero, ingeniero de sistemas, le tocó emigrar a Argentina; al segundo, con postgrado en arte y diseño creativo, a Boston. La partida de ambos representó un duro golpe emocional para su padre, que hoy lamenta profundamente el poco tiempo que ha tenido para disfrutarlos por razones de trabajo. Solo le queda el consuelo del menor, Alejandro Karim, estudiante de ingeniería civil, que funge ahora de compañero inseparable.

Fue otro tío, de nombre Gabi Alzafadi, empresario, con el que montó la primera zapatería en sociedad en 1991, la cual llegaría a multiplicarse después de iniciar en el mercado Las Pulgas; luego ya independiente, otra en la Plaza Baralt, de ahí al Centro Comercial San Felipe, al Ciudad Chinita, al Sambil, hasta progresivamente completar 16 tiendas con el nombre de Picapiedra. Cuando tenía el conglomerado de tiendas fundó ZAPPOS, la más grande, una franquicia que en otro mejor momento de la economía espera volver a activar.

Carlos, en esta primera fase, destaca como diseñador de zapatos e introduce una marca al país con el nombre de Atrevido y Atrevidita, una firma de calzados pronto modas, para damas y niñas que tuvo bastante aceptación a través de Distribuidora Santa Mónica, congelada hasta que haya una oportunidad favorable para una vuelta.

Una crisis, una nueva oportunidad

La crisis político-económica de 2013 obligaría a muchos empresarios a cambiar de rubro en el comercio. Los antecedentes a esta crisis ya se venían anunciando entre 2009 y 2012, antes del fallecimiento del presidente Hugo Chávez,  cuando ya se prefiguraban severos problemas —con la caída del PIB, la crisis energética, el exagerado crecimiento de la deuda y una desatada inflación— que el nuevo gobierno, presidido por Nicolás Maduro, pretendió corregir con las mismas medidas que nos habían llevado por el camino equivocado, entre ellas un sistema severo de control de cambio que solo favorecía con divisas preferenciales a empresas dedicadas a la producción de productos de consumo básico: azúcar, pasta, leche en polvo, margarina, harina de maíz y medicamentos.

El ramo de calzados no estaba incluido entre los productos favorecidos con la entrega de divisas preferenciales, por lo cual se volvió poco competitivo en una crisis que abarcaba a todos los sectores económicos y sociales por igual. Carlos, inteligente y visionario, apostó por el cambio —y escogió después de adelantar rápidamente estudios sobre la industria farmacéutica y los componentes de sus productos— al tomar la decisión de invertir su capital en la importación de medicamentos.

Un cambio necesario

El primero de los pasos sería liquidar progresivamente las tiendas de calzados Picapiedra y, donde estaba la capital de las zapaterías, Zappos, en Las Delicias con calle 73, instalaría, después de un estudio de mercado y de que su publicista le ofreciera varios nombres, Maraplus:

Una Organización farmacéutica dedicada a la comercialización de productos médicos y misceláneos en general que busca satisfacer su clientela, generando confianza mutua y excelencia en la calidad del servicio.

Recuerda ahora, muy satisfecho, que el primer nombre que le ofreció el publicista fue Farmaplus, que ya estaba registrado; después, entre muchos otros, el que le ha brindado tantas satisfacciones, Maraplus, porque la gente lo asocia con la condición de marabino, gentilicio del que se siente dignamente orgulloso.

Los comienzos no fueron difíciles, pero tampoco un fenómeno en ventas, en un momento en que todo el país sufría las inclemencias de la crisis. Luego de Maraplus 73 con Delicias, vendrá la constitución de otra en la avenida 10, seguirá la próxima en la avenida La Limpia, y la de Cecilio Acosta.

Maraplus empieza así su proceso de expansión y los hermanos Márquez, Carlos y Leopoldo, dos jóvenes empresarios de gran iniciativa y responsabilidad, se ganan la confianza del fundador y acuerdan constituir en sociedad, la Casa de representación Márquez y Koteich para seguir creciendo. No solo tiene mi nombre —dice Koteich de su tocayo— y es un gran trabajador con mucho talento, sino que también por su edad, yo lo considero otro hijo.

Carlos y sus socios, son los emprendedores de más logros comerciales hoy en el Zulia con la cadena de 16 tiendas Maraplus —que asisten de manera óptima una clientela cada vez más satisfecha y numerosa— que ha comenzado a ampliarse a la capital con la pronta inauguración de cuatro nuevas tiendas, además de la que ya funciona en La Florida: dos en La Candelaria, otra en La Castellana y una en Los Ruices; y una que abrirá pronto sus puertas en Ciudad Ojeda. La marca es Maraplus, pero cada tienda tiene su razón social, algunas con la integración de varios servicios que han obligado a los supermercados y droguerías a voltear la mirada a esta experiencia.

Las claves del éxito

Cuando uno le pregunta al directivo principal de Maraplus en donde radica el éxito de esta cadena de farmacias, él nos responde de manera reposada que son cuatro las razones fundamentales de la aceptación y rápido crecimiento de las mismas:

En primer lugar, la atención, honesta y sensible del personal. Ellos están entrenados para atender seres humanos que traen problemas y a los cuales hay que mostrarles solicitud y comprensión. La mayoría de la gente que llega a comprar un medicamento tiene un familiar, pariente o amigo enfermo o en situación delicada y hay que saber prodigarles la sensación de que estamos con ellos, de que nos duele también a nosotros; hacerles sentir la solidaridad fraterna de momentos difíciles.

En segundo lugar, la responsabilidad y puntualidad rigurosa en el cumplimiento de obligaciones con el personal y los proveedores. Mi padre decía que el que se acostumbra a pagar de primero siempre recibirá, mejor atención, más lealtad y mayor crédito. Recuerdo que a mí me decía —confiesa sonriendo— mira que yo no te voy a servir de fiador en ninguna parte y por otro lado les decía a los empresarios amigos que todo el crédito o producto que requiriera me fuera entregado con confianza, que yo sabía cómo responder.

En tercer lugar, la garantía de calidad de los medicamentos. Todos los laboratorios no son iguales. En esto también hay escalas y calidad dependiendo de su elaboración y procedencia. Nosotros tenemos un comité de seis expertos en farmacia que se reúnen periódicamente para evaluar la calidad de lo que ofrecemos al público. Es decir, existe un monitoreo constante del rendimiento de todos nuestros productos.

Y, en cuarto lugar, lo que nos convierte en la gran familia Maraplus: la atención, la protección y el estímulo al personal que labora para la empresa.  Si la empresa se mantiene, gana y crece, proporcionalmente debe mejorar la calidad de vida de nuestros recursos humanos, ese es el gran reto que nos hemos planteado. No conozco en mi larga experiencia —dice Koteich— la primera empresa que haya tenido éxito sin hacer extensivos los beneficios de la empresa también a sus trabajadores. Hoy damos empleo, con su respectiva seguridad social, a más de 1.300 trabajadores en nuestras tiendas.

Luego de la sociedad con los Márquez, han seguido creciendo al punto que, en once años, desde que se abrió la primera en 2013, se han creado en seis años 12 más. Con la casa de representación —dice Carlos—, cobramos un gran impulso. Pudimos montar nuestra propia droguería para vender al detal y al mayor a nivel nacional. Tuvimos así la integración del negocio vertical y horizontal, con una demanda bastante satisfactoria.

El concepto de triunfo

Su concepto de triunfador está investido de un ropaje distinto al convencional e individualista. Para mí dice— triunfar es hacer permanecer en el tiempo lo mucho que logremos hoy. Que el bienestar que le facilitamos, a cambio de su trabajo, a los más de mil trescientos trabajadores que tenemos —y los productos y servicios que ofrecemos a la comunidad—, se multiplique y se proyecte de generación en generación, con todos los beneficios sociales y culturales que ello implica en circunstancias de mayor crecimiento y prosperidad para el país.

Triunfar es convertirse en un simple mensajero de progreso para los seres humanos que vivieron en tu tiempo y aun después. El que busca construir, el que busca triunfar, si lo hace con seriedad y con amor, debe hacerlo para institucionalizar su obra en el tiempo, que es una forma de inmortalizar la cadena de empresas que ha creado.

Carlos Koteich —afirma— no trabaja solo para hacer dinero, como muchos empresarios; trabajamos para el desarrollo humano, para ayudar a los seres humanos a que tengan mejor calidad de vida. Trabajamos como motor junto a los gobiernos y los trabajadores, para hacer posible los derechos que tiene el ciudadano a vivir una vida digna en una sociedad cada día más justa.

A una pregunta de quién, además de su padre, influyó en su vida, al sugerirle tres nombres: John D. Rockefeller, Elon Musk y Bill Gates, Carlos responde que pertenecen a tiempos diferentes, pero que sin duda fue mucho más difícil el tiempo que le tocó a Rockefeller que la época y el ramo al que pertenecen Gates y Musk. Es célebre la frase de este magnate que llegaría a ser el hombre más rico de los Estados Unidos en los años 30: la competencia es un pecado, por eso procedemos a eliminarla. Asunto que no comparto, pues su visión de los negocios era depredadora.

Un hombre de familia que mira optimista a futuro

En la conversación con Carlos Koteich, él exhibe un profundo pesar por el proceso migratorio masivo que han tenido que padecer los venezolanos, que incluye a sus dos hijos mayores, de los que nos habla conmovido y esperanzado en que un día podrán retornar, para hacer de nuestro país un modelo, como los escandinavos o alguno de los árabes.

Mis hijos han dejado un vacío bastante grande en mi familia, al igual que ha sucedido en millares de hogares. Tengo la impresión, confiesa, que vivimos una guerra que dejó muchas bajas en el alma de la familia venezolana y eso subliminalmente es tan cruel como los muertos que arroja el enfrentamiento con las armas. Sin embargo, habla sobre Venezuela y su futuro convencido de que hemos aprendido una gran lección.

Tanto el gobierno como la oposición han entendido que del enfrentamiento no queda nada, solo odio e injusticias. Tocamos fondo y hay que buscar un acercamiento, limar asperezas, aproximarnos más al interés colectivo que al ideológico.

Las dificultades, en sus palabras, deben ayudarnos a crecer enfocados en el emprendimiento, el estudio, la investigación, la creación y el trabajo honesto. Nadie nos va a venir a salvar ni nos va a regalar lo que hemos perdido. Vivimos un momento difícil para todos y hay que voltear la página para volver a empezar —sentencia—.

Cuando habla de sus creencias, se afianza en su devoción a Jesús Redentor, San Miguel Arcángel y la Virgen de la Chiquinquirá. Sigue felizmente casado, después de 35 años, con Yajaira, su amada compañera de toda la vida; practica la natación desde muy joven; se considera un buen jugador de ajedrez, y es amante del fútbol, deporte que disfruta plenamente con el menor de los hijos, su fiel compañero Alejandro Karim.

Carlos Koteich es un ser humano con fe, pero también de acción, pragmático, que sabe por experiencia el alto costo que debe pagar un empresario para crecer en un país del tercer mundo. Como buen capitán de barco, ha aprendido a lidiar con las tempestades y a girar el timón en la dirección correcta, con la convicción y la confianza de los más diestros y experimentados. Hoy evoco —dice—, la figura de mi padre, a quien tanto respeto, amor y admiración profesé: ve poco a poco, afiánzate y después te expandes.

Hay que seguir construyendo —comenta—, para articular, cada vez con mayor provecho para todos, orientaciones, medios y fines. Odio la mentira, odio la doble cara, el discurso ambiguo, detesto las cosas mal hechas. Me siento obligado a rescatar el legado que han dejado muchos de los hombres de empresa, de que sí es posible triunfar empezando de cero.

Es un fiel lector de Gibran Khalil Gibran y tiene en uno de sus poemas, Tus hijos no son tus hijos, un himno de gracia que le ayuda temporalmente a mitigar la ausencia de los dos mayores:

Tus hijos no son tus hijos / son hijos e hijas de la vida / deseosa de sí misma / No vienen de ti, sino a través de ti / y aunque estén contigo / no te pertenecen…                                                           

Tú eres el arco del cual, tus hijos / como flechas vivas son lanzados. / Deja que la inclinación / en tu mano de arquero / sea para la felicidad.

Carlos Koteich Alsafadi es uno de esos empresarios que lejos de paralizarse en la crisis, la tomó, con su fino olfato para el comercio, como una oportunidad para empezar de nuevo. Se empinó sobre los obstáculos y las dificultades y supo sacar provecho en la coyuntura económica del difícil momento.

Sabe que solo con el trabajo podemos salir adelante. No importa cuántas veces tengamos que levantarnos de una caída, solo el trabajo redime la pérdida, solo el trabajo convoca la resiliencia. No olvida otro sabio consejo de su gran maestro Khalil Gibran

Cuando trabajáis sois una flauta a través de la cual el murmullo de las horas se transforma en melódica música… Y al manteneros unidos al trabajo estáis amando la vida…

También se os ha dicho que la vida es oscuridad, y en vuestro cansancio, repetís lo que os dijeron aquellos cansados… Y yo os digo que la vida es realmente oscuridad, excepto donde hay un impulso. Y todo impulso es ciego excepto donde hay saber. Y todo saber es vano excepto cuando hay trabajo. Y todo trabajo es vacío cuando no hay amor. Y cuando trabajamos con amor, os integráis a vosotros mismos, y el uno al otro, y a Dios.

Gracias a sus convicciones, Carlos es, hoy por hoy, un ciudadano que ha hecho del emprendimiento y el trabajo una actividad exitosa. Es un zuliano de primera línea, que se ha convertido en un buen ejemplo para las nuevas generaciones. Para él, no hay tiempo, el futuro tenemos que edificarlo hoy.


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