Papel Literario

Taller de geometría plástica (II)

por El Nacional El Nacional

Espacio y tiempo han renacido hoy para nosotros

Naum Gabo / Antoine Pevsner

Abstraer: figurar

La figuración y la abstracción son dos formas de aproximarse a la imagen que quizá propongan más una paradoja que una certidumbre. En principio, lo figurativo alude a cierto realismo –también hiperrealismo y surrealismo– y al compromiso con la anécdota. Lo abstracto a una síntesis –material, geométrica, electrónica o espiritual– que puede ir del esquematismo a la disolución casi total de las formas, los conceptos y la historia. Semejante dicotomía ha sido muy utilizada por historiadores y críticos de arte. Unas veces con justicia, otras como un guiño más al estereotipo que a la naturaleza misma de la obras. En general, se ha querido ver en la figuración un certificado universal de la realidad conocida. En la abstracción un discurso metafísico, una representación que se ubica en el quantum filosófico. En sí, lo primero que nos hace sopesar la contradicción de estos estereotipos es la pregunta: ¿qué tan real es lo que estamos mirando? Y aún más ¿qué tan humano es lo que nos ofrece la obra?

Sabemos, gracias a los escritos de Gombrich, y otros autores, que no es posible hacer una diferencia tajante entre percepción y conocimiento. Miramos lo que aprendimos a mirar, reconocemos aquello de lo cual hemos tenido experiencia o información. Recordamos la experiencia y reconocemos el esquema. La obra es siempre un signo de la relación humana con la naturaleza. Mark Rothko afirmaba que su arte no era abstracto puesto que tenía vida y respiraba. Entonces, lo usual es que cambien los modos expresivos de nuestra aproximación al mundo y, ciertamente, eso que llamamos abstracción es producto de un reacomodo de la mirada, del saber y de las prácticas sociales. Más aún después de las vanguardias, las post-vanguardias, la ciencia, la tecnología y la comunicación contemporánea. Todos estos factores nos han enseñado a ver más allá de la herencia del renacimiento. Por lo tanto, nunca es más real la pintura de un paisaje que una abstracción geométrica. No es más humano o natural un bodegón que una síntesis cromática. Este tipo de categorías terminan siendo especulaciones necesarias para determinadas formas de organización, no para la comprensión de una obra de arte. La profesora y crítico de arte contemporáneo Margarita D’Amico explicó que la abstracción no se refiere a contenidos representativos sino que se concentra en expresar “la esencia de las cosas, la energía, la interioridad del artista (…) de una manera directa, instintiva, gestual y también con entendimiento y razón”. Por lo tanto, la aproximación a una obra exige siempre una comprensión abierta a la complejidad pues esta nunca soporta un precinto.

Lo que apreciamos en las obras del Taller de geometría plástica es, justo, la negación de esas categorías poco funcionales al día de hoy. Ciertamente estos maestros desdeñan la información, el discurso literal y la arenga panfletaria. Sin embargo, hacen énfasis en la interpretación de las cualidades sensibles del mundo y en el efecto de nuestra experiencia sobre ellas.

Para los cinco artistas –Ángel Hernández, Octavio Herrera, Julio Pacheco Rivas, Juvenal Ravelo y Daniel Suárez– está claro que las propiedades sensoriales de la naturaleza son tan reales como las figuras que reconocemos en su entorno. Entonces, las obras que ubicamos en la abstracción son signos de la materialidad y los conceptos de la existencia, tal como lo es un retrato hiperrealista. ¿Acaso no están por igual expuestos el cuerpo, la naturaleza, los objetos, las miradas y las propiedades cromáticas o lumínicas de lo que llamamos “realidad” en los grandes formatos de estos artistas? Sus trabajos, en fin, son producto tanto del pensamiento como de la experiencia vital. Tanto de las ideas como de la observación de las propiedades del espacio, los frágiles límites de la representación, las formas del tiempo y la esencia tangible de la realidad sensorial. Y eso es lo que buscan transmitir.

Diálogo

El Taller de geometría plástica no elabora discursos coloquiales sobre las formas del mundo. A ellos no les interesa la reproducción literal de las cualidades materiales o estructurales de la realidad. Si bien están sustentados en ellas, lo determinante es la reinterpretación de las fuerzas y las formas sensibles que nos rodean. Por eso tampoco son propuestas totalmente conceptuales o espirituales. Todas estas vías de composición geométrica, que ellos han elegido individualmente, se sumergen en las profundidades de un mundo que no vemos o no podemos ver. Sin embargo, también forman parte de las condiciones de nuestro andar cotidiano.

Nada de lo que percibimos en sus obras es extraño al ser humano, solo que el arte trabaja ahí para hacernos evidente el desequilibrio poético de los desplazamientos del cuerpo por el mundo, la concatenación de planos discordantes en el encuentro de sólidos y transparentes, la construcción de volúmenes virtuales por el efecto óptico, la dicotomía lleno-vacío entre las formas sugeridas en un dibujo espacial, nuestra propia posición como espectadores y las transformaciones de los soportes por el efecto del tiempo, entre muchas otras. El artista, a través de la intuición y la observación consciente, registra las complejidades del mundo y, como afirmaba Paul Klee, hace del trabajo plástico curiosidades que se vuelven realidad porque “ellas no solo reproducen lo visto de forma más o menos vivaz, sino que hacen visible secretamente lo contemplado”.

Justo porque la obra de arte contemporánea proviene de la exploración y no del canon, porque como afirmaba Kandinsky “no debe hacerse de una forma un uniforme. Las obras de arte no son soldados”, su realidad es aquella que se activa en el intercambio. Hacerle preguntas al trabajo de estos maestros carece de sentido. Nuestra mejor disposición para conectarnos con ellas es estar prestos al intercambio; de ahí saldrá la ficción y la verdad que guardan para nosotros. La única vía para entender estas obras geométricas es abrirse a la experiencia. Su misterio está en el ingenio que poseen para construir la anécdota en el diálogo con el espectador.

En la entrega del próximo jueves –Uno a uno– repasaremos los aspectos esenciales de cada uno de estos cinco maestros.