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Suite irlandesa, de Antonio Rivero Taravillo. Selección

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Por ANTONIO RIVERO

DUBLÍN

1

Los ladrillos de estas casas, las sílabas

que crean la ciudad de la palabra;

los callejones, las frases inconclusas

avanzando al pasado. Toda piedra

es la huella de pasos de otro yo.

El follaje del Green me multiplica

y me conoce bien, pues cae en las sendas.

El estanque refleja mi celaje.

Este cielo nublado de Dublín

 

3

Hay huecos que poseen

la forma de la gota

que cae en ellos,

cuyo sentido

no viene por sí mismo, y su razón

de ser es ser tan solo para otros.

Llueve en estas calles, y los charcos

son del tamaño exacto de mis sueños.

 

9

Jamás holló tu tierra una sandalia

romana, ni la hégira del árabe

dejó sobre tus aguas una nave

con rezos a La Meca en la mañana.

Conservas tanto tuyo que es extraño

que no hayas sido tú la que invadiera,

no con báculo y cruz, lejanas tierras;

con la espada y las flechas en la mano.

Los poetas te cantan desde siempre

pero no tus victorias, tus derrotas.

De todas las canciones las más bellas

son las de quienes cantan lo que pierden.

Irlanda, pues tu nombre me persigue,

no te dejes vencer: perdiendo, vive.

 

13

Una ciudad no es sus habitantes

ni tampoco las casas y las largas

avenidas y breves callejones.

Sobrepuesta a los planos, sobrevive

la ciudad que pisamos una vez

y ya, perro faldero, nos persigue

dondequiera que vamos, aunque un día

asilvestrada gruña, ladre y muerda,

roído el hueso duro del recuerdo.

A menudo también nos amenaza

sabiéndonos intrusos: ya no mueve

la cola cuando oye nuestra voz.

 

14

Barcazas de recuerdos por el río

avanzan en su curso rumbo al mar.

Un Liffey de memorias se me adhiere

al pecho y lo conforta como taza de té

cuando dejas la lluvia a tus espaldas

una noche de enero

y aguarda

una barra de turba en el hogar.

 

19

Ya nada es lo que era,

si es que alguna vez lo fue, no sé.

Si fuera apocalíptico, diría

que se ven señales del final de los tiempos,

que todo es susceptible de ser símbolo

preñado de maldad, y que la Bestia

ha salido de unos versos de Yeats

y se arrastra a Dublín para nacer.

La música en los pubs, sin ir más lejos,

enronquece más las gargantas

que diez vasos de whiskey. ¿Quién conversa

luchando con los rudos altavoces?

Beber es algo serio,

hablar es algo serio,

escuchar una historia es lo más serio

que un hombre puede hacer, con excepción

de contar una historia, pero todo

lo arruina tanta música estridente,

por no hablar de la tele y los partidos

de esto y de lo otro, los torneos,

los putos campeonatos, los mundiales,

tanta fosforescencia en la pantalla,

tanta distracción contra tu espuma,

que es la verdadera competición

que juegas contra el tiempo. Nada pueda

apartar tu derrota de los labios,

nada se atreva

a deslumbrar con luces

tu oscuridad.

 

29

La belleza del mundo me entristece,

escribió Pearse la víspera

de que un pelotón lo fusilara

el 3 de mayo de 1916

en el llamado Patio de los Picapedreros,

allá en Kilmainham.

Todo poeta enmienda sus palabras,

las pule y lima, añade, agrega,

pero a veces no puede:

su propia vida es un borrador

si no existe el mañana.

Hay versos que no son tan solo ellos:

lo diga o no el diccionario,

en su significado

hablan también sus circunstancias.

Y estos dicen más de lo que dicen

porque ya no hubo otros.

La belleza del mundo me entristece,

escribió Pearse la víspera

del 3 de mayo de 1916.

Quedó como nació

el último

poema que no pudo corregir.


INVIERNO

 

El invierno es un druida con su manto tan blanco,

con su cana melena y sus barbas de escarcha,

el anciano más sabio, el invierno es un druida,

es la vieja estación donde nievan leyendas.


PALACIO DE CRISTAL

 

Musical, como el gaélico vibra

en los labios de una joven doncella,

el viento hoy trae el eco de la espuma

y el nadar de los rojos hipocampos.

Y todos estos ecos y rumores

(el quebrar de la proa de los héroes,

el crecer de las algas y el coral)

nos hablan de un lugar bajo las olas

en medio del océano batiente.

En rubios amaneceres, a veces,

adivino en el fondo sus tejados

transparentes, sus torres transparentes,

sus puertas transparentes, y refulge

bajo el mar el palacio de cristal,

el palacio que el mito ha sumergido

y que ahora la música rescata.


CONTRA ARTHUR GUINNESS

 

Igual que el onanista deja huellas

de su estéril amor en el papel

de sórdidas revistas pornográficas,

así yo voy manchando los mil folios

donde queda desnuda mi miseria:

cercos de cerveza negra emborronan

mis poemas hermanos de la espuma

que el tiempo apura hasta el último sorbo

(y siempre soy yo quien paga la cuenta).

Por olvidar la muerte, cultivé

un tumor que regué noche tras noche.


LECTURA EN CÓRDOBA

 

Seamus Heaney leía sus poemas

con la ventana abierta al Alcázar Cristiano:

martines pescadores en los versos

y, fuera, el parlamento de los mirlos.

 

Entre un chaparrón y otro,

la lluvia hizo cesura unos instantes.

De los viejos poemas conocidos,

el frescor de otros trinos y otra lluvia

cayendo, como sílabas, de Irlanda.

 

«St Kevin and The Blackbird»: sin intérprete,

oímos su negrura y su naranja.

El poeta dijo mirlo, y este cantaba.


THE CLIFFS OF MOHER

 

En esta zona no hay cobertura 3G

y de vez en cuando se interrumpe la conexión de datos

y estamos entonces aislados, como

si el viento se llevara tus palabras,

y las mías,

sobre los acantilados de Moher.

No conozco otro precipicio que tu silencio,

otra dicha que tu vuelta.

Lo saben las rocas y las olas.

Lo saben el vértigo y las alas.

El paisaje es hermoso al imitarte.


*Los poemas aquí reproducidos perenecen al libro Suite irlandesa. Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2023. Antonio Rivero Taravillo (1963) es poeta, ensayista, narrador, biógrafo y traductor, además de autor de libros de aforismos y libros de viajes. En 2023 fue reconocido con el Premio Ciudad de Alcalá.

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