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Serie Ensayos de climatología (10): Responde Oriette D’Angelo

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Por NELSON RIVERA

Su experiencia con las redes sociales. ¿Le estimulan, le inquietan? ¿Le han provisto de alguna interlocución? ¿Han tenido alguna utilidad para usted?

—Utilizo redes sociales desde que tengo 10 años. Parte de mi crecimiento personal se lo debo al Internet. Pasé mi infancia y mi adolescencia en Lechería, y parte del mundo que buscaba y me inquietaba estaba “allá afuera”. Me gustaba escuchar determinada música (rock gótico, industrial, post-punk) y leer a determinados autores que no se conseguían en las librerías locales. Descubrí la poesía de Charles Baudelaire gracias a un blog de fondo negro que estaba adornado con GIFS de rosas escarchadas. El detalle de ese descubrimiento a esa edad ha sido muy importante para mí, así que siempre he visto a las redes sociales como una oportunidad para alimentar mi curiosidad.

Un tema, cada vez más recurrente, es la degradación del lenguaje en redes sociales, intercambios políticos y, en una perspectiva más amplia, en su uso cotidiano. ¿Siente ese deterioro? ¿Debemos alarmarnos?

—No siento ningún deterioro ni degradación del lenguaje en las redes sociales. Siento, más bien, todo lo contrario: una evolución, nuevas potencialidades en la forma que tenemos de expresarnos. Sin embargo, sí me preocupa a veces la agresividad con la que algunas personas expresan sus ideas. Las interacciones que tenemos allí pueden ser bastante “privadas” y nuestra concepción sobre lo que es el mundo puede ser parcializada. Muchas personas hablan desde esa parcialidad. Creemos que conocemos el mundo por la información que consumimos en redes sociales, pero hay mucho más allá de eso. Pienso que estas herramientas ofrecen nuevas formas de entender el lenguaje y de trabajar con la palabra, y es interesante ser testigos y partícipes de esa transformación.

Un fenómeno, asociado al anterior: la corrección política. ¿Tiene impacto entre los escritores? ¿Ha corregido el impulso de una primera frase para evitar los ataques de los defensores de la lengua políticamente correcta? 

—Sí, pienso que sí tiene impacto. No he corregido frases para ceder ante lo políticamente correcto, pero sí soy consciente de ese impulso cuando va a suceder. Siempre he rechazado la censura. Sin embargo, sé que hay personas que confunden libertad con vulneración de derechos, y muchas personas se resguardan en el escudo de la libertad para herir y creer que pueden vulnerar las luchas de ciertas comunidades. Me preocupa que haya personas que se escudan en su rechazo hacia lo políticamente correcto para permitir abusos.

Hay algunos expertos que sostienen que estamos lejos de comprender los riesgos del cambio climático. ¿En su espacio cotidiano está presente la preocupación por el cambio climático?

—Sí, siempre está presente. Vivo en Iowa City y la ciudad ofrece muchas oportunidades para reciclar y reusar. Hay mucha consciencia sobre el consumo de lo local, sobre el uso de lo orgánico, así que hay mucha educación al respecto.

Está en desarrollo una tendencia planetaria que promueve derechos: para las minorías, animales, plantas y más. ¿Cómo experimenta usted este fenómeno? ¿Tiene sentido preguntarse por los deberes? 

—Esa “tendencia planetaria” tiene tiempo ocurriendo. No es algo nuevo. Lo que cambia en la actualidad son los grupos y las minorías que luchan por el reconocimiento de esos derechos. Para los que alcanzamos cierto nivel de privilegio con respecto a algunos reconocimientos —soy mujer, por ahora puedo seguir saliendo a votar y a trabajar, y eso lo puedo hacer gracias a las mujeres del pasado que lucharon por ello— es un deber respetar y participar en ese mismo proceso. La lucha por el reconocimiento del lenguaje inclusivo es uno de ellos, por ejemplo.

Inevitable la pregunta por las distintas formas de acoso y violencia, ahora en auge. ¿Le han afectado de alguna manera? ¿Qué efectos produce? 

—Soy mujer. La respuesta a esta pregunta no tiene el espacio suficiente para contar las veces que he sido acosada por el simple hecho de serlo. El reto será ver cuántas mujeres responden esta pregunta y dicen que no han sufrido algún tipo de acoso.

Hemos ingresado en una nueva era: el capitalismo de vigilancia. Sus defensores sostienen que vivimos un tiempo donde la intimidad ha perdido valor. ¿Cómo lo vive? ¿Protege su intimidad? ¿Es un bien necesario para su actividad creativa?

—Protejo mucho mi intimidad. A pesar de ser una persona que creció utilizando espacios virtuales y de ser entusiasta de las redes sociales, me tomo muy en serio lo que mantengo para mí y para mis amigos cercanos. Las redes sociales son permeables y hay una especie de sensación-burbuja de que podemos conocerlo todo sobre las personas que vemos y seguimos, pero solo podemos tener acceso a lo que los demás comparten. Tengo mucha cautela con aquello que decido compartir en espacios virtuales y públicos.

En 25 años, de acuerdo con las proyecciones de los demógrafos, entre 72 y 75% de la humanidad vivirá en ciudades. ¿Disfruta usted de la gran ciudad? ¿Se ha propuesto vivir en un espacio distinto al de una gran ciudad?

—Afortunadamente, vivo en un espacio distinto al de una gran ciudad. Antes de vivir en Iowa City pasé casi tres años en Chicago. Pude disfrutar de sus ventajas: la posibilidad de conocer muchos cafés, bibliotecas, librerías, de ir a conciertos y museos. Las oportunidades de entretenimiento que ofrece Chicago son invaluables, pero también es una ciudad que puede llegar a ser muy agotadora. Experimenté mucha agresividad y un ritmo de vida bastante acelerado. Esa fue una de las razones que me hizo aplicar al MFA de Escritura Creativa de la Universidad de Iowa. Estaba a cuatro horas de Chicago, así que la mudanza no iba a ser tan complicada. En Iowa City encontré mi hogar y la ciudad tiene todo lo que necesito. Es, sin duda, menos caótica que Chicago y puedo vivir tranquila. Nunca había experimentado un nivel de paz y felicidad similar al que he sentido viviendo aquí. Si dependiera de mí, escogería quedarme en esta ciudad para siempre.

¿Qué percepción tiene del estado de la democracia en su entorno inmediato? ¿Se la valora? ¿Se la percibe amenazada? ¿Se la entiende como opuesta del modelo populista? 

—En Venezuela la democracia dejó de existir en 1999. Cuando explico de dónde vengo y le llamo “dictadura” hay personas sin información que creen que Venezuela, por haber elegido a su presidente a través de un sistema electoral (es la información que les llega), goza de todos los privilegios de una democracia. Casi siempre es difícil tener que explicar la realidad política del país. Sin embargo, Estados Unidos está experimentando su propio auge del populismo de la mano de Donald Trump y el país que promulga ser el más democrático del mundo se está viendo amenazado por las ínfulas narcisistas de su presidente. Cuando me toca hablar de quién era Hugo Chávez comparo sus excentricidades con las de Donald Trump y ahí pareciera que las personas que me escuchan empiezan a entender.

Por último, ¿cuál es su sentimiento general hacia este tiempo que le tocó vivir? ¿Le preocupan las incertidumbres? ¿Qué le gusta de las realidades en curso y de las que se anuncian? ¿Es mayor su malestar que sus expectativas? 

—Me alegra poder formar parte de este momento histórico de la humanidad. Una de las cosas que me hace agradecerlo es el acceso que tengo a distintas formas de cultura y a las redes de comunicación generadas a través de la tecnología. Pienso que se deben valorar muchísimo más los espacios virtuales y dejar de verlos como amenazas. La virtualidad y las redes sociales son lo que nosotros queremos que sea. Siempre me molesta ver que hay personas que atentan contra el mundo digital y no se detienen un segundo a pensar en los beneficios que nos trae a nivel cultural. También me molesta ver la crítica sin trabajo. Casi siempre las personas que se quejan de los perjuicios de las redes sociales son las mismas que mantienen actitudes hostiles en sus propios perfiles. Al final, el uso consciente de la tecnología está en nuestras manos.