Papel Literario

Seis poemas de Ana Enriqueta Terán

por El Nacional El Nacional

Soneto intuitivo /

Estoy en mi vivir como sabiendo

el destino de gentes y ciudades,

las hoscas gentes de mis soledades

que en mi secreto ayer van padeciendo.

Mi despojada sombra voy siguiendo

sobre números, puertas y ebriedades

de anaconda ceñida a las edades

inconsoladas de algo persistiendo.

Algo de mí que cruza, se atraviesa,

se vuelve silla azul, tacta el aroma

donde estuvo el color y hace la rosa.

La rosa de mis huesos que no cesa;

exacta, tumultuosa, prediciendo

algo de mí que besa a quien no besa.

**

A un árbol de mi casa /

Surge profundamente silencioso;

zona de la lealtad y el libre vuelo,

espacio más oscuro en el desvelo

de ilimitada noche sin reposo.

Y se percibe en todo un portentoso

cabeceo estelar de cara al cielo.

Nadie se oculta en nada; solo el duelo

de lo fugaz unido a lo dichoso.

Árbol errante, puro y a deshora

que se afirma en el viento y enaltece

vibraciones de música infinita.

Árbol ella también, sombra descrita

por un afán de sombra anunciadora

donde lo combatido permanece.

**

Ella es letra inicial en cada mano /

Si las flautas recogen la dichosa

huella del colibrí; si del lamento

nacen cabellos de agua sigilosa

y rostros hondos que apacigua el viento;

si crece hasta tocar el pensamiento

el apretado cauce de la rosa

y cabe en las esquinas todo un lento

semblante y una frente silenciosa;

si la noche modula en el manzano

su redondez más libre y encendida:

allí la flor es oro taciturno;

dejadla con la gracia concedida.

Ella es letra inicial en cada mano

y pulso abierto del panal nocturno.

**

Ya no me ofende el aire /

Ya no me ofende el aire, pero siento

que fuiste una vez más tierra dolida.

Hasta cuándo tu mano malherida

a riesgo de sangrar azota el viento.

Y descubre en el claro pensamiento

un trasfondo de niebla inadvertida

y labra en la estatura conmovida

una presencia de marfil sediento.

Amor: dile a tu mano que no hiera

a esos que suele usar la primavera

donde relata un cielo sorprendido;

los reconocerás en la ribera

por algo fugitivo de pradera

que denuncia un arcángel perseguido.

**

Elegía a un samán /

Recuerdo cómo fuiste y dónde fuiste

mezcla de viento y cielo enfurecido

y entresoñado silabario triste.

Tu musical urdimbre de colmena

era a la niña tiempo desceñido

y monedero de la luna llena.

Hubo patio interior y barandales

que traspasaste libre y encendido

con tu amarilla venda de turpiales.

Hubo gente de amor y la hermosura

rescató tu silencio del urgido

memorizar de la simiente oscura.

A más tiempo se acorta la distancia

entre el hoy y un ayer como de olvido

construyendo tu noche y tu fragancia.

Tu fragancia, suavísima redoma

labidental como lo verde ha sido

y vaciados zureos de paloma.

Corteza abajo penetraste el suelo

húmedo, lentamente acontecido

por tu raíz avizorando cielo.

Aún después de ti mismo sigue alerta

tu inmensa sombra de ángel desvestido,

tu verano, tu lámina despierta,

tu enmarañado traje florecido

como el umbral de un aire que presiento

avergonzado, fiel, sobrevivido;

suerte de ausencia, copa en movimiento

cuando del cielo fuiste desprendido

esparciendo tu cálido argumento

de follaje quebrado, malherido

ya para siempre en alto pensamiento.

**

Soneto cincuenta /

Definitivamente estoy despierta

en un claro de patria donde abrazo

mis dos casas terribles y rechazo

planchada luz de página desierta.

Digo y lo dicho me asegura el paso

que atraviese la rosa y la convierta

de creatura perenne y entreabierta

en ave fija de enlutado trazo;

digo como una planta que obedece

en sueños y en seguida restablece

bestia tupida, sorda, desligada,

inútilmente libre, enmarañada.

Sobre lo escrito, girasol o nada.

Sin embargo lo escrito permanece.