Ramón Escovar León es abogado suma cum Laude (UCAV), licenciado en Letras magna cum laude (UCV), magíster en Administración de Empresas, mención finanzas (UCAB), doctor en Derecho, profesor emérito de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Central de Venezuela y miembro de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales.
Por GERARDO VIVAS
¿Cuáles son los antecedentes históricos de la presencia del Quijote en Venezuela?
La afición por el Quijote nace en Venezuela desde el inicio de nuestra historia colonial. En el año 1682 ya era uno de los libros más vendidos en nuestro país y fue leído por Simón Bolívar, Antonio Guzmán Blanco y Juan Pablo Rojas Paúl, según lo reporta Guillermo Morón en el prólogo a la edición del Quijote de 1647 que publicó la Academia Nacional de la Historia en 1992.
El mismo Morón afirma que el Quijote fue un libro de cabecera para los escritores venezolanos del siglo XIX. En el caso de Bolívar, hay una frase suya al final de su vida que evidencia que conocía las aventuras del Caballero de la Triste Figura: “Jesucristo, don Quijote y yo hemos sido los más grandes majaderos del mundo”. Porque don Quijote narra las experiencias del fracaso y del triunfo, de la alegría y de la tristeza, de la risa y del llanto.
En el siglo XX la producción sobre la obra cervantina fue abundante. Destacan, entre otros, Tulio Febres Cordero, Don Quijote en América; Carlos Brandt, Cervantes, el titán de la literatura y su obra maestra: El Quijote; José Balza, Este mar narrativo: ensayos sobre el cuerpo novelesco; Mario Briceño Perozo, La espada de Cervantes; Angel Rosenblat, La lengua del Quijote. La lista es muy amplia y la enumera Francisco Javier Pérez en el prólogo a la edición del Quijote de Monte Ávila a cargo de María del Pilar Puig Mares (2010).
En el siglo presente, además de la citada edición del Quijote, se pueden mencionar el Quijote en tierra de gracia. 18 lecturas venezolanas (2005); Lectura venezolana del Quijote (2006) y a Juan Carlos Sosa Azpúrua y su excelente ensayo La libertad individual y don Quijote de la Mancha. Es decir, la lectura de la obra de Cervantes, y especialmente don Quijote, ha estado presente en nuestro país prácticamente desde la llegada de los españoles.
¿Desde cuándo surgió tu interés por el Quijote y Miguel de Cervantes?
Desde niño se me despertó el interés por la lectura de don Quijote. Mi padre lo citaba con frecuencia y veíamos a don Quijote y a Sancho Panza como miembros de nuestra familia. He procurado transmitir este interés a mis hijos y nietos. Creo que lo he logrado.
Cuando estudié en la Escuela de Letras me conecté al Quijote desde una perspectiva académica. El aprendizaje con la cervantista María del Pilar Puig Mares —y su talentoso pupilo Juan Pablo Gómez— fue determinante para engancharme de una manera más profunda. Tuve la fortuna de cursar un seminario inolvidable con la profesora Puig, y desde ese momento la consulto constantemente sobre asuntos de la literatura del siglo de oro español y del Quijote y las Novelas Ejemplares, en particular. También hice unos cursos que se impartían en la desaparecida librería Lugar Común con Guillermo Sucre y José Balza.
Luego de mi graduación, dicté en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela un curso de lecturas sobre el Quijote. Esto me hizo poner en orden mis lecturas y organizar materiales sobre la obra cervantina. Fue para mí un aprendizaje desde la enseñanza.
¿Qué te cautiva del Quijote? ¿Puedes contarlo brevemente?
Leer el Quijote es una experiencia entrañable que nos conecta con la esperanza que surge de la ficción y de la imaginación. Para ello Miguel de Cervantes se apoya en los geniales diálogos entre sus dos personajes icónicos: Don Quijote y Sancho Panza. Ambos opuestos: el gordo y el flaco, el asceta y el glotón, el que razona a partir de sus ideales caballerescos y el que razona a partir de la realidad, uno que anda a caballo y el otro en burro. Por encima de todo, Sancho representa la voz del hombre de pueblo, la bondad y su sentido de las posibilidades reales. Don Quijote se guía por sus ideales, por el sentido de justicia y por el compromiso con el deber cumplido. Pero siempre estaremos en el contraste entre lo ideal y lo real.
Se trata de dos personajes que existen literariamente el uno indisolublemente del otro, cada cual con sus ilusiones y esperanzas. Don Quijote busca enderezar entuertos, aplicar la justicia, defender a los débiles, luchar contra la corrupción, defender la idea de libertad, pronunciar discursos ingeniosos —pero fuera de contexto— y, al pretender buscarle sentido a la vida, se topa con la realidad. Por su parte, Sancho aspira a contraprestaciones materiales, tiene una visión realista de la vida y razona a partir de su experiencia. Pero ambos guiados por esa irrecusable vocación de libertad
Un aspecto que no puede pasar inadvertido en este compromiso de libertad es cuando Don Quijote afirma en el capítulo 5 de la primera parte: “Yo sé quién soy, y sé qué puedo ser”. Lo dice cuando regresa a su casa luego de una de sus derrotas, molido a palos y cansado, pero con sus ideas claras y su voluntad firme. Es una relación con el libre albedrío y con la facultad humana que caracterizaba al caballero andante de tomar decisiones libremente. Esta frase se puede ver como el reverso de la conocida de Shakespeare “to be or not to be”, que alude a un personaje, Hamlet, el arquetipo de la duda y la indecisión. La del Quijote, al contrario, se refiere a alguien que no duda ni vacila, sino que actúa con convicción, firmeza y espíritu libre.
¿Se lee el Quijote en las escuelas o en las universidades? ¿Tiene lectores?
En la educación primaria y secundaria se estudia superficialmente. Mi experiencia como profesor universitario en las escuelas de derecho es que se le conoce poco, hay poco interés por leerlo. La situación es distinta en la Escuela de Letras de las universidades venezolanas, en las que sí se estudia académicamente, tanto a Cervantes como al Siglo de Oro Español.
En Europa, en cambio, hay más disciplina para leer el Quijote. En Francia, por ejemplo, se estudia en el bachillerato con mucho rigor. Tengo dos nietos franceses que conocen en detalle las aventuras del Caballero de la Triste Figura y su inseparable escudero, Sancho Panza. En este sentido, el Día del Libro de este año (23 de abril) fui invitado al Liceo Francés de Caracas y me quedé gratamente impresionado por el interés y conocimiento que demostraron los estudiantes de esta institución educativa francesa sobre el Quijote.
¿Cuál es la bibliografía producida en el país sobre el Quijote?
La producción venezolana sobre el Quijote y Cervantes es muy amplia. Solo en el libro de J.M. Nuñez Ponte (Venezuela literaria a Cervantes) aparecen 57 textos. Y en el prólogo del Quijote de Monte Ávila, coordinado por María del Pilar Puig Mares, el profesor Francisco Javier Pérez presenta una lista de 32 trabajos, entre ellos el mencionado de Nuñez Ponte. Ignacio Alvarado, director de la recién creado Museo del Libro, tiene una sección de libros de autores venezolanos sobre Cervantes y su obra.
¿Cuál es el estado de la presencia del Quijote hoy en Venezuela?
Cuando se escuchan citas falsas del Quijote, como “cosas veredes, Sancho” y “los perros ladran, señal que cabalgamos” —que no aparecen en el Quijote— se piensa que la lectura detenida de esta obra capital ha decaído en nuestro país. Algunos jóvenes prefieren leer a Paulo Coelho que a Cervantes y eso refleja un poco las preferencias literarias de la Venezuela del presente. Una campaña para estimular la lectura de los clásicos es una tarea pendiente.
¿Sobre cuáles aspectos de la novela ha publicado sus propios trabajos?
En Papel Literario (13.05.2018) publiqué un texto titulado “Los retos de la enseñanza del Quijote” que corresponde al discurso que pronuncié, como orador de orden, en la Academia Nacional de la Lengua el día 23 de abril de 2018 en ocasión de la celebración del Día del Libro. También publiqué un ensayo titulado “¿Qué nos enseña leer el Quijote?”, en mi libro Ensayos de política, derecho y literatura.
En estos trabajos he comentado distintos aspectos de la lectura del Quijote: las historias de Marcela, del niño Andrés, de Gines de Pasamonte, el problema de la quijotización de Sancho y la sanchificación de Don Quijote, el Quijote apócrifo, la especulación sobre el posible autor de esta obra falsa, la cueva de Montesinos, la gobernación de Sancho en la Ínsula de Barataria y otros aspectos que atrapan la lectura de esta obra capital.
¿Cuáles son sus capítulos preferidos y sus personajes preferidos además de don Quijote y Sancho?
En realidad, no tengo capítulos preferidos. En mis lecturas lo abro al azar. El primer capítulo de la primera parte y el último de la segunda son posiblemente los que más he revisado, al igual que el discurso sobre las armas y las letras. También las historias intercaladas, la historia de los galeotes, el gobierno de Sancho en la ínsula de Barataria y el capítulo de la Cueva de Montesinos. Cada lectura es una nueva experiencia.
El primer capítulo de la primera parte describe la condición social de Alonso Quijano. Se trata de un hidalgo venido a menos. Aquí Quijano decide convertirse en caballero para acometer sus salidas. Debe buscar, entonces, su armadura, su rocín, su amada y su escudero, quien aparece en el capítulo 7 de la primera parte. De inmediato se advierte la peculiar manera de Don Quijote de percibir su verdad, producto de su desvinculación con la realidad.
Por su parte, el discurso de las armas y las letras, en el capítulo 38 de la primera parte, es algo notable. Aquí Don Quijote es tajante cuando afirma que las leyes no se pueden sustentar sin las armas, por lo que se requiere que el soldado debe garantizar que se cumpla con los principios de la justicia y con las reglas del derecho. Por eso, las armas y las letras tienen en común que ambas procuran la justicia, cada una por caminos diferentes, que luego se encuentran. Esos dictámenes cervantinos del siglo XVII tienen en el siglo XXI la misma y sencilla interpretación: el poder de las armas debe estar al servicio de la Constitución y de las leyes, para garantizar su cumplimiento en obsequio de la paz y de la justicia.
Usted mantiene una frecuente actividad divulgativa en conferencias, charlas y eventos sobre Cervantes y el Quijote. ¿Cuál es su motivación para desarrollar esa intensa actividad?
Leer el Quijote es, en mi opinión, una experiencia entrañable que lo conecta a uno con nuestro idioma y nuestra cultura. También es una manera de tener siempre presente nuestro origen español. Dígase lo que se diga, España es nuestra Madre Patria, con la cual tenemos sólidos vínculos históricos, literarios y artísticos. Todos nos comunicamos en la lengua de Cervantes y la mayoría de los venezolanos nos sentimos sin complejos miembros de la comunidad hispanoamericana. Es que Cervantes, como lo explica Julián María en su Cervantes clave española, “ha sido la expresión más honda de lo que es España” y no se podía concebir que hubiese sido italiano o alemán o de cualquier otra nacionalidad. España es cervantina, y los venezolanos también somos, en el fondo, cervantinos. La vida de Miguel de Cervantes Saavedra nos acerca de manera directa con la historia de España a través de las Novelas Ejemplares, el Quijote y los Trabajos de Persiles y Sigismunda.
¿Ha percibido en los públicos generales o estudiantiles algún rechazo o perjuicio particular sobre la obra?
No creo que sea rechazo sino más bien indiferencia. Eso se advierte en todos los niveles. Las redes sociales y la frivolidad de lo que se ha llamado “la sociedad del espectáculo” contribuyen a esa indiferencia. La lectura de los clásicos ha sido sustituida por lo que algunos llaman “literatura de aeropuertos”. La lectura de obras de categoría debe ser promovida por todos. Es algo muy importante que realiza Papel Literario y Nelson Rivera, su incansable director.
¿Acaso esa falta de interés se debe, en alguna medida, a las historias intercaladas?
Las historias intercaladas son novelas cortas que Cervantes incluyó en su Quijote sin que tuviesen relación directa con el tema central: las peripecias de Don Quijote y de su escudero Sancho Panza. Para algunos estas historias dificultan su lectura. Cervantes lo aclara en boca del bachiller Sansón Carrasco, quien el capítulo 3 de la segunda parte afirma: “Una de las tachas que ponen a esta historia —dijo el bachiller— es que su autor puso en ella una novela titulada El curioso impertinente, no por mala ni por cómo discurre, sino por no ser de aquel lugar ni tener que ver con la historia de su merced el señor Don Quijote”. Por eso, y con el propósito de estimular la lectura de jóvenes y de adultos que no hayan leído el libro de Cervantes, la Real Academia Española publicó un Quijote adaptado por Arturo Pérez-Reverte, quien eliminó episodios y personajes laterales que interrumpen la fluidez de su lectura. Y ello para facilitar su lectura a estudiantes y a adultos que no hayan acometido su lectura.
¿Podría hablarnos de las historias intercaladas?
Está la historia de la pastora Marcela y su enamorado Grisóstomo (I, 12, 13 y 14). Estos tres capítulos narran la historia de la bella pastora Marcela y de Grisóstomo, quien se enamora —sin ser correspondido— y por ello se suicida. Marcela es señalada de ser la causa de esa tragedia y ella se defiende de las acusaciones. El narrador interrumpe las aventuras y los fracasos para adentrarse en una novela pastoril que la presenta como continuación de la historia de los cabreros, que la antecede. Esta historia intercalada se desarrolla en la Sierra Morena y en ella Marcela demuestra su decisión de vivir en libertad.
Luego, la historia de Cardenio, Luscinda, don Fernando y Dorotea (I, 23-24, 27–29). La historia transcurre en Sierra Morena, lugar al que se trasladan Don Quijote y Sancho Panza luego del episodio de los galeotes. Allí encuentran a un hombre en harapos que deambula por la sierra y que tiene arrebatos de loco. Se trata de Cardenio quien perdió a su amada Luscinda porque su padre decidió que el marido de su hija fuese don Fernando, hombre adinerado y, por eso, era un “buen partido”. Por esta razón, Cardenio pensaba quitarse la vida, pero no lo hace. Luego aparece Dorotea (Capítulo 29), quien fue previamente desvirgada por don Fernando. Cardenio conoce a Dorotea y entabla diálogo con ella. Le revela lo que le sucedió con Luscinda y la participación de don Fernando en todo este embrollo. Se presenta una historia sobre los matrimonios por interés y las consecuencias de ello.
También tenemos la historia del curioso impertinente (I, 33. Esta novela corta es leída por el cura, Pero Pérez, a quienes se encuentran en la venta. Se trata de un libro que habría sido encontrado en una maleta. Se refiere a la historia de dos amigos, Lotario y Anselmo y su esposa, llamada Camila. Anselmo le pide a Lotario que flirtee con Camila a ver si sucumbe a sus propuestas. Pero Camila lo rechaza con firmeza y Anselmo corrobora la lealtad de su esposa. Pero Anselmo le insiste a Lotario que intente de nuevo, y este segundo intento Camila cae y se convierte en amante de Lotario, a espaldas de Anselmo, quien, por azar, descubre la verdad. Estamos ante una historia de la fidelidad entre los esposos y las tentaciones que se pueden presentar para quebrarla.
Por último está la historia del capitán cautivo (I, 39-42), que viene a continuación del discurso de las armas y las letras. Narra las peripecias del capitán Ruy Pérez de Viedma, de origen noble y nacido en las montañas de León. En esta novela intercalada, el capitán cautivo narra su historia en primera persona. Al igual que don Quijote y Sancho, en la historia del capitán cautivo están presentes los refranes cervantinos, porque los refranes de España son “sentencias breves sacadas de la larga y sabia experiencia”. El capitán cautivo, se hizo militar y peleó en distintas guerras europeas hasta que fue hecho prisionero en la batalla de Lepanto. Es llevado encadenado a Constantinopla y es sometido como esclavo por el rey de Argel. Permanece cautivo esperando que alguien desde España pague su rescate. (Como se puede observar, esta trama tiene un parecido con la vida de Cervantes).
Ruy Pérez observaba como los demás prisioneros trataban de fugarse. Incluso conoció a un militar español, que, pese a sus intentos de fuga, no era azotado. Era “un soldado español llamado Miguel de Cervantes Saavedra, al que, con haber hechos cosas que quedarán en la memoria de aquellas gentes por muchos años, y todas por alcanzar su libertad, jamás le dio palo, ni se lo mando dar”. Aparece en la venta vestido de moro, por cuanto se había escapado de su cautiverio en Argel. Este capitán cuenta que peleó contra los turcos y luego cayó prisionero. Parece que se trata de hechos vividos por el mismo Cervantes en Lepanto y luego su experiencia como prisionero de unos corsarios. Ruy Pérez logra la libertad gracias a la ayuda de la joven musulmana, Zoraida, quien deseaba convertirse al cristianismo y cambiar su nombre por Maria. Zoraida le propone un trato al cautivo: le proporciona el dinero para que se escape a cambio que se la lleve a España para convertirse al cristianismo para casarme contigo. En Zoraida, al igual que en Marcela, se advierte ese compromiso de la mujer de vivir en libertad.
Cómo se explican las diferencias entre las dos partes del Quijote.
Como es sobradamente conocido, Don Quijote de la Mancha contiene dos partes. La primera consta de 52 capítulos y la segunda 74. Las dos partes del Quijote tienen una diferencia de tono. La primera parte es anticlerical, con influencia renacentista, es mucho más abierta. La segunda parte muestra un tono más amargo, más doloroso y barroco. Ahora Don Quijote no es el mismo, pierde vigor y tiene una perspectiva más amarga de las cosas, y percibe la frustración en él mismo.
En la segunda parte, Don Quijote se topa con unos personajes que habían leído la primera parte y como ya lo conocen —y saben de su desequilibrio mental— van a utilizar esa locura y construyen una ficción para entretenerse, a veces, de manera cruel. Por ejemplo, el bachiller Sansón Carrasco se disfraza de Caballero de los Espejos, de Caballero del Bosque, y, al final, por revancha, de Caballero de la Blanca Luna. El otro ejemplo lo tenemos en el palacio de los duques, quienes convierten toda su corte en un gran teatro para divertirse a costa de Don Quijote y Sancho. Esto se inicia en el capítulo 30 de la segunda parte.
Estamos ante el ineludible desenlace de un personaje como Alonso Quijano en su proceso de evolución. También puede obedecer a la distancia de 10 años que media entre la primera y segunda parte; y tal vez, también, a la burla que sufrió Cervantes en El Quijote apócrifo de Alonso Fernández de Avellaneda. Ahora bien, esta burla parece que la sufren tanto Cervantes como Don Quijote, lo cual es efectivamente así, porque en el prólogo de la segunda parte y en otros espacios, tanto los personajes como el autor se quejan dolidos por esta mofa de Avellaneda.
Es importante destacar que los personajes de la segunda parte habían leído la primera parte y conocían detalles de esa publicación. En ese sentido, el bachiller Sansón Carrasco, al llegar de estudiar en Salamanca, le informa a Sancho Panza que se ha publicado un libro que narra sus historias:
Igualmente, en esta segunda parte los personajes saben que las gentes tienen a Don Quijote por loco y Sancho por idiota. Así comienza la segunda parte en un tono distinto al primero, más conmovedor. Sancho comienza a mostrar su inteligencia que se pone de manifiesto cuando ejerce como gobernador de la ínsula de Barataria. Deja de ser el personaje secundario que fue en la primera persona y se convierte en un talante tan poderoso como su amo. Don Quijote, por su parte, sigue en su locura, pero no por ello deje de lanzar discursos y proclamas de gran calado.
Al final de la segunda parte nos va acercando a la recuperación de la lucidez de Don Quijote. Una vez que la recupera, pierde sus ideales y razón de lucha, se convierte nuevamente en Alonso Quijano y muere.
¿Cuál es la repercusión del Quijote falso de Avellaneda en Miguel de Cervantes?
En 1614, antes de la publicación de la segunda parte del Quijote de Miguel de Cervantes Saavedra, se publica —como lo expliqué antes— un Quijote apócrifo o falso, titulado Segundo tomo del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, cuyo supuesto autor es Alonso Fernández de Avellaneda. Identificar al autor de esta obra ha sido un misterio que ha abierto las puertas de la especulación.
En el capítulo 59 de la segunda parte, Don Quijote se entera de la publicación del apócrifo de Avellaneda, lo lee y se molesta por las mentiras de esta obra. En efecto, Avellaneda narra la visita de los dos personajes del Quijote original a Zaragoza, lo cual no es cierto. Por eso, Don Quijote y Sancho deciden no ir a Zaragoza y seguir directamente a Barcelona
En este mismo capítulo (II, 59) el Caballero de la Triste Figura le formula serios reparos a la obra de Avellaneda. Lo que más le molesta es que lo haya presentado como “desenamorado de Dulcinea del Toboso”. Asimismo, sostiene que el tal Avellaneda es aragonés, que escribe sin artículos y que no fue capaz de conocer el nombre de la mujer de Sancho Panza, pues la llama Mari Gutiérrez, cuando su verdadero nombre es Teresa Panza.
Resulta interesante identificar al autor del Quijote de Avellaneda. En ese sentido, hay opiniones variadas y lo que se puede sostener es asumir una u otra posición, siempre dentro del terreno de la especulación.
Para identificar a Avellaneda vale la pena recordar que, en la primera parte del Quijote, uno de los galeotes liberados es Ginés de Pasamonte, cuyo nombre parece que lo toma Cervantes de uno de sus compañeros combatientes de Lepanto, llamado Gerónimo de Pasamonte, quien, según Martín de Riquer, podría haber sido el autor del Quijote de Alonso Fernández de Avellaneda. Hay indicios que pueden justificar esta opinión del cervantista español. Uno de ellos, reitero, es que Gerónimo de Pasamonte fue compañero de luchas de Cervantes en Lepanto, y ambos fueron prisioneros de los turcos: Pasamonte de 1575 a 1592 y Cervantes de 1575 a 1580.
Martín de Riquer encuentra una coincidencia que no puede pasar inadvertida. Gerónimo de Pasamonte escribía la Vida de Gerónimo de Pasamonte; y en el Capítulo 22 (I) el vagabundo Ginés de Pasamonte anuncia que escribiría su autobiografía, en tono picaresco. A esto se suma la circunstancia de que ambos, tanto Gerónimo como Ginés, eran aragoneses: ¿es que acaso Gerónimo de Pasamonte y Ginés de Pasamonte no son nombres que muestran analogía?
El Quijote de Avellaneda sigue esta costumbre de continuación de obras exitosas, como la picaresca o las sagas de Amadís, pero la intención del autor escondido en el pseudónimo es la de dañar, no es continuar una obra exitosa y beneficiarse económicamente del éxito y la fama de la obra original, sino burlarse con saña de Miguel de Cervantes. Esto molesta a Cervantes: el mal trato que Avellaneda le da a él y a sus personajes. Don Quijote y Sancho se quejan de este maltrato en la Segunda Parte del Quijote y el autor lo hace con tristeza y dolor en su prólogo.
El estilo de Avellaneda es distinto al de Cervantes. El “manco de Lepanto” crea una novela marco, con episodios que se cierran en sí mismos y personajes que desaparecen. Solo el bachiller Sansón Carrasco, el niño Andrés y Ginés de Pasamonte reaparecen luego de concluir sus historias. En cambio, Marcela, desaparece luego de concluir su historia. En verdad, el hilo que conduce la novela lo llevan don Quijote y Sancho.
Avellaneda, en cambio, hace una novela cuya ilación es continua, y solo toma en préstamo las figuras centrales de don Quijote y Sancho Panza. Diseña nuevos personajes con acción sostenida desde el inicio hasta el final, como don Álvaro de Tarfe, a quien Cervantes recrea gratamente en su propio Quijote y lo hace firmar un documento donde reconoce que los verdaderos Don Quijote y Sancho son estos cervantinos, y no aquellos tan malhumorados, desenamorados, borrachos y poco graciosos de la obra de Avellaneda.
Desde luego, que la publicación de este Quijote falso perturbó a Cervantes, y lo apresuró a publicar la segunda parte de su obra magna.
¿Por qué recomiendas leer el Quijote?
Repetiré lo que dije en este Papel Literario el 13 de mayo de 2018: afirmé que la lectura del Quijote nos enseña a vivir en libertad.
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional