Papel Literario

La Paciencia: La enigmática escritura de Gonzalo Himiob Almandoz

por El Nacional El Nacional

Por JOSÉ ANTONIO PARRA

El libro de Gonzalo Himiob Almandoz, Kaleidoskopio (2008), es una edición plena de exuberancia y donde confluyen el verso y la prosa. En efecto, este trabajo está dividido en dos secciones, una de las cuales consiste de poemas y la otra de breves relatos elaborados a base de prosa poética. Asimismo, a lo largo de la obra se nota la confluencia de los territorios inherentes al mundo onírico con los propios del mundo de la cotidianidad.

En este último aspecto se nota obviamente la impronta del trabajo del autor en tanto psiquiatra y analista junguiano. Hay una gran riqueza en el discurso simbólico de este libro, al igual que en el devenir imaginario que el lector percibe en los textos. Justamente las imágenes de Gonzalo Himiob Almandoz poseen una potencia superlativa y están imbricadas unas con otras en un artefacto que apunta más a lo atemporal.

Los textos en verso de Kaleidoskopio poseen una rítmica sumamente vivaz y fluida. Aquí se nota una gran musicalidad y ello va acorde con algunos de los tópicos que plantea el autor referidos a la vida misma como fenómeno. Incluso, en alguno de estos poemas el escritor dialoga con exquisitos recursos estilísticos. Por ejemplo, en su poema “Elegía en diciembre”, Himiob Almandoz nos recuerda el ubi sunt contextualizado en torno a sus afectos:

“La culebra besó mis labios con su doble lengua

se enroscó en mi frente

acarició mis ojos

y despertó mi oído

¡qué serio un ataúd!

envejecer entierra sueños

la vida aún me alienta

es respiro de un pasar.

Las ilusiones

los amores

los caminos rotos

me nombro en soledad

me aovillo en ella

desahucio los amigos

las casas

los animales

las promesas

los deseos burlados.

Miro sobre mi hombro

la ruta fue campo minado

alambrado.

De los que partimos juntos

muchos se han marchado

se despidió Toto, yo no quise verlo

Gonzalo, me obligó a mirarle

y otro Gonzalo, similar hasta en el nombre

Adolfo, desnaciendo

Ida, que vivía en metáforas

era crédula y vestía de hada

Pablo, muy temprano

del amor y de la vida enamorado

retazos de piel y de vestido”.

Una de las cosas que se observan en esta pieza es la densidad a nivel del texto. En este sentido las imágenes y la carga adjetiva responden a una minuciosa intencionalidad donde cada elemento funciona como mecanismo de relojería. Ultimadamente a donde se dirige la poética de Gonzalo Himiob Almandoz es a lo indecible, a una constelación donde más allá de lo puntual confluyen voces, sueños, tiempos y lugares en una suerte de estereoscopía muy singular.

Hay sin duda alguna una dimensión de lo insólito en este trabajo y por eso el autor logra un enorme nivel de verosimilitud a la hora de recrear eventos que pudieran expresar aspectos de la realidad no ordinaria. Ello se ve por ejemplo en su cuento “El santuario de Guadalupe” y también en el relato “Solve, calcina et coagula”, del cual vale la pena citar este fragmento:

“La piedra nueva, respira por los poros de la vena de oro que la surca. Es losa caída en tierra, un limo verde la cobija. En ella dormirán latidos hasta que alguien la rescate. Siendo piedra espera a un ser que la llamará entre juncos. Solo uno le podrá hablar. Cada ser tiene su guijarro, a ese ser y solo a él le hablará, solo de él oirá la voz”.

Existe también otro universo muy presente en este trabajo. Me refiero al erotismo. El mismo está abordado desde varias perspectivas, pero en todo caso las escenas que construye el autor poseen una gran tensión y responden a una muy sutil elegancia. Así, por ejemplo, lo podemos percibir en el desenlace de su cuento “Contemplaba a la mujer”:

“Me elevé, me hice mota en ventolera, tomé su mano, me alejé con ella, y pude ver al niño triste aferrado a los hierros de su encierro. Él quedaba allá y yo me iba, me alejaba preso de esa hembra compasiva que fue eternidad y fue suceso. Ella liberó aflicciones, me raptó en el fruto de sus ojos y el vuelo flor de su vestido, y mudó un domingo gris en primavera”.

Con este libro de Gonzalo Himiob Almandoz asistimos a una muy enigmática pieza literaria por lo singular de su estilo. En ella se manifiesta una escritura muy desenvuelta y resonante.