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Montaje: Descifrar al país

“Obligaciones de la memoria” vendría a ser cada uno de los instantes de la cultura y la historia del país que han moldeado el rostro y el pensamiento intelectual de Rodolfo Izaguirre

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En “¿Qué quieren saber de mí?”, a la manera de un epílogo, de Obligaciones de la memoria (Caracas: Fundavag Ediciones, 2018), “ciento veintitrés textos compilados en este libro (…). Originalmente publicados en los diarios El Mundo y El Nacional entre los años 2000 y 2017”, como lo señalan los editores en el pórtico: “A nuestros lectores”, Rodolfo Izaguirre dice, refiriéndose a sus artículos: “Allí ejercito plenamente los sentidos, invento otros; trato de escuchar el sonido de los árboles cuando no sopla el viento y me esfuerzo, sin suerte, por entender, por descifrar al país (subrayado propio), por saber qué ha sido de nuestra alma en estos últimos años y arrastro la fatuidad de creer que me encontraré a mí mismo el día en que logre descubrir en la palabra escrita su última y más secreta resonancia, ese silencio misterioso y particular que, al igual que el de la muerte, es capaz de convertirse en una música gloriosa”. Poética y política, ética e historia parecen condensar el proyecto vital e intelectual de Izaguirre como escritor y ciudadano, tanto como novelista, crítico cinematográfico y articulista, como lo describe con inteligencia crítica, en el prólogo: “Rodolfo Izaguirre: un memoria que nos obliga”, Alberto Márquez: “Los escritos de Rodolfo Izaguirre no son propiamente los de un articulista político, aunque la política de alguna forma siempre está presente. Tiene la virtud de moverse con absoluta libertad entre lo personal y lo social, y de allí que estén cargados por un trasfondo poético que es el de la excelencia de su escritura. Lo que más me atrae de los textos de Rodolfo es lo que Italo Calvino llama, en sus Seis propuestas para el próximo milenio, ‘la levedad’. La ligereza con la que su memoria se desplaza entre las historias que ha vivido para que, incluso cuando parecen anécdotas efímeras, apunten a una condición que escapa de lo personal”. Márquez apunta la forma y la contemporaneidad de la escritura de Izaguirre, que desborda, por su exposición y procedimientos narrativos, no solo el contexto de lo actual sino que, al mismo tiempo, bucea en las profundidades de los hechos para manifestar, crítica y artísticamente, las tendencias políticas y económicas, sociales y culturales, imaginativas y oníricas que subterráneamente se mueven entre los estratos de la sociedad y la historia del país.

Más cerca de la crónica que del artículo periodístico, Izaguirre rastrea, como un radar, las pulsiones y los síntomas, los estremecimientos y los movimientos del tiempo venezolano actual, detectando, al modo de un cineasta, que con su cámara no tomaría únicamente las imágenes del presente sino que asaltaría, como el relámpago benjaminiano, el curso de la historia venezolana, con imágenes del pasado, para develar y exponer los horrores y las miserias del autoritarismo militarista del poder del chavismo, a contrapelo de la historia oficial y en memoria y semejanza de la civilidad. Presente y pasado, cultura y civilización, sueño y redención serían las categorías que definirían y sostendrían la poética de Izaguirre, a través de una estrategia que operaría a través de “un contrapunto entre memoria e imaginación” según Márquez: “Si la memoria lo lleva al pasado para establecer balances y dar cuenta de la tragedia del país, atrapado por la violencia y el autoritarismo, la imaginación, en cambio, entrega un itinerario de sueños y emociones. Escritos que se mueven en el terreno de la varia invención, se encuentran siempre en el borde de lo poético, de la gracia que es la aventura del lenguaje”. Izaguirre, cercano a la poesía y a la filosofía de la historia, ha convertido su existencia y su práctica articulista, a confesión propia, en una forma de teología personal: “Me empeño, en el país petrolero que tanto la maltrata, en defender y afinar mi sensibilidad tratando de que ella se ajuste a la liturgia que he hecho de mi propia conducta, al carácter sagrado que concedo a todos y a cada uno de los discretos actos de mi vida”. Obligaciones de la memoria vendría a ser cada uno de los instantes de la cultura y la historia del país que han moldeado el rostro y el pensamiento intelectual de Rodolfo Izaguirre, como lo sugieren las citas de Oscar Wilde y Walter Benjamin, que sirven de epígrafes al singular juego de fotografías, de la portada y contraportada y de las páginas iniciales y finales del libro, de Federico Prieto.

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