Biógrafo, historiador, periodista, narrador, crítico de arte, político y diplomático, José Nucete Sardi (1897-1973) fue dos veces embajador de Venezuela en Cuba en momentos de relevancia histórica: cuando Fulgencio Baptista derrocó al presidente cubano Carlos Prío Socarrás y cuando el gobierno encabezado por Rómulo Betancourt rompió relaciones con la Cuba comunista de Fidel Castro. Aquí se cuenta su historia
Por LEOPOLDO MARTÍNEZ NUCETE
Escribo estas líneas con especial agradecimiento al Papel Literario. Me han pedido una semblanza de mi abuelo materno, ciudadano de excepción, historiador, periodista y político, diplomático fundamental del siglo XX venezolano, el embajador José Nucete Sardi.
Lo llamábamos Papapa. En unión con Julia Salas, Mamama, tuvieron cuatro hijas: Ligia, Yolanda, Leonor y Beatriz (mi madre). Mi abuela era hija de otra enorme figura venezolana, el historiador, lingüista, sociólogo, etnólogo, periodista y doctor en Ciencias Sociales, Julio César Salas (1870-1933), quien tuvo una benéfica influencia intelectual en la formación temprana de José Nucete Sardi, su yerno. Quiero añadir que las cuatro hijas le dieron a esos abuelos catorce nietos.
José Nucete Sardi fue un escritor prolífico y un políglota: muy joven, además del español, aprendió por sí mismo, valiéndose de diccionarios, textos y obras literarias en otros idiomas, inglés, francés, italiano y algo de alemán. Era un lector voraz, que con el tiempo se convertiría en un autor prolífico. Una bibliografía básica suya debería incluir no menos de 40 títulos, que incluyen biografías, ensayos históricos, al menos dos novelas, varios libros de relatos y numerosos discursos suyos que fueron impresos como libros. En su obra hay aportes significativos al estudio de Francisco de Miranda, Simón Bolívar, José Antonio Páez, Cecilio Acosta, Alexander Von Humboldt y Andrés Eloy Blanco, entre otros. Su libro Notas sobre la pintura y la escultura en Venezuela le valió el “Premio de la raza”, correspondiente a 1940, que otorgaba la fundamental Real Academia de las Bellas Artes San Fernando, Madrid. Fue colaborador de distintas publicaciones, entre ellas, de este mismo Papel Literario, en numerosas oportunidades. Entre 1940 y 1944 dirigió la Revista Nacional de Cultura. Fue Individuo de Número de la Academia Nacional de Historia de Venezuela, como titular del sillón H, desde 1945 hasta su fallecimiento en 1973.
Años de formación e inicio en el periodismo
Lo relata en su libro Cuadernos de indagación e impolítica: notas venezolanas: muy temprano en su juventud escoge el camino del exilio voluntario. Alejarse del gomecismo le permite hacer estudios en Ginebra (Suiza) y Bruselas (Bélgica). A continuación, parte de Europa a New York, donde realiza una serie de cursos libres en la Universidad de Columbia. Al regresar a Venezuela contrae matrimonio con Julia Salas.
En 1922 lo designan jefe de redacción del diario El Universal. En 1935, el Ministerio de Instrucción Pública, le hace un encargo que será decisivo en su vida intelectual y de investigador: reunir, ordenar y preparar el estudio del Archivo de Francisco de Miranda. De allí proviene su pasión, que no declinará nunca, por la figura del Generalísimo, y el estudio biográfico, Aventura y tragedia de don Francisco de Miranda, que se constituirá en una de sus obras más conocidas.
En el servicio exterior
Tras la muerte de Juan Vicente Gómez, José Nucete Sardi realiza distintas funciones públicas durante las presidencias consecutivas de los generales Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita. Se desempeña como director de la Oficina de Prensa Nacional (1936-37), adscrita a la Presidencia, y luego como director de Cultura y Bellas Artes (1940-1944), adscrita al entonces Ministerio de Educación e Instrucción Pública. Pero hay que destacar, en el marco de este artículo, que entre 1937 y 1938 fue designado por López Contreras como inspector general de Consulados y, concurrentemente, representante de Venezuela ante la Liga de Naciones, entidad predecesora de la ONU. Estaba adscrito a la Cancillería bajo el liderazgo de Esteban Gil Borges.
Así comienza su trayectoria diplomática, que continúa como embajador en Alemania con jurisdicción sobre Checoslovaquia, Polonia y Rumania, en plena II Guerra Mundial (1938-1940). Más adelante es designado embajador ante la Unión Soviética (1946); embajador en Cuba dos veces (1947-1952 y 1959-1961), capítulo central en su vida en el que me detendré más adelante; también se desempeñó como embajador en Argentina (1958), y embajador en Bélgica y Luxemburgo (1966-1968). Además le correspondió encabezar múltiples delegaciones de Estado en El Vaticano, Trinidad y Tobago y Brasil.
En sus aportes a la política exterior de Venezuela se hicieron sentir su apasionada vinculación al acontecer cultural —que utilizaba como herramienta de acercamiento y vinculación entre gobiernos y con las sociedades de los respectivos países—, pero también su compromiso inquebrantable con los derechos humanos, los derechos de las minorías y la igualdad de género, en una América Latina sujeta entonces a las luchas democráticas contra el autoritarismo. Sus posturas de vanguardia lo relacionaron con la masonería, así como al pensamiento y liderazgo socialdemócrata en Hispanoamérica. Destacó, de modo muy activo, como protagonista en la defensa de los derechos del pueblo judío, promoviendo la solución de dos estados en el territorio Palestino durante el mandato británico, lucha que conllevó más tarde a la creación del Estado de Israel por resolución de las Naciones Unidas en 1947. Pero además, José Nucete Sardi fue un diplomático que estaba a la vanguardia de su época abogando por el multilateralismo, los derechos de los pueblos indoamericanos y el ecologismo como fundamento político del derecho ambiental internacional.
Tras este preámbulo, me propongo detenerme en cuatro aspectos de su aporte a la diplomacia Venezolana del siglo XX: (i) Bases para la profesionalización y modernización de la infraestructura consular del Estado; (ii) La relación entre Cuba y Venezuela; (iii) La creación del Estado de Israel; y (iv) Su aporte para alcanzar el apoyo internacional requerido por la causa de la democracia, durante la lucha contra la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez.
La modernización de la función consular
En 1937, bajo la administración del general Eleazar López Contreras, Nucete Sardi sale de la dirección de la Oficina de Prensa Nacional y se integra al servicio exterior como inspector general de Consulados, en la Cancillería. El propósito consistía en evaluar, inventariar y proponer la profesionalización de la actividad consular del Ministerio de Relaciones Exteriores, en un país que aspiraba a la modernización del Estado. Esta función la ejerce de forma concurrente con la Secretaría o Representación de la Legación de Venezuela ante la Liga de Naciones. Por ello estableció residencia, primero en Ginebra y luego en Bruselas.
Conservo la correspondencia y puntos de cuenta enviados por mi abuelo al presidente López Contreras, entre los cuales se pueden leer intercambios que exponen cómo durante 1937 y 1938 viaja por Europa, inspeccionando las misiones consulares del país. Le correspondió modernizar, profesionalizar y fortalecer aquellas delegaciones que requerirían recursos, y sustituir aquellas conducidas con informalidad y bajo nombramientos sin fundamento recaídos, incluso, en extranjeros amigos del gomecismo.
Creación de Israel
En 1939 se instala en Washington DC el American Palestine Committee, cuyo propósito fue alcanzar el establecimiento de un Estado Judío en el territorio del Mandato Británico en Palestina. Entre las múltiples tareas, para persuadir al mundo sobre la urgente necesidad de partir el territorio y hacer posible el establecimiento del Estado de Israel, se planteó entonces la tarea de ganar a destacadas figuras a favor de esta solución.
Se comenzaron a formar así los Comités Pro Palestina Judía en América Latina. El de Venezuela fue formado y presidido por José Nucete Sardi, con Andrés Eloy Blanco como vicepresidente, y figuras como el jurista Carlos Eduardo Stolk, quien más adelante sería representante de Venezuela ante las Naciones Unidas (1947).
Este distinguido grupo entregó a Rómulo Betancourt y a Rómulo Gallegos una carta suscrita por el liderazgo internacional del Comité establecido en Washington DC. Así, con el apoyo del gobierno y de Rómulo Gallegos, bajo el liderazgo de Nucete Sardi se formalizó el apoyo del gobierno de Venezuela, y se promovió el de otros gobiernos en América Latina. Este apoyo fue clave en la creación y reconocimiento del Estado de Israel, formalizado en la Resolución 181 de las Naciones Unidas, adoptada en noviembre de 1947. Antes de partir hacia Cuba como embajador, entregó la presidencia del comité a Andrés Eloy Blanco.
Durante numerosas conversaciones con los embajadores José Luis Salcedo Bastardo y Simón Alberto Consalvi, amigos de Nucete Sardi, entendí que su vinculación y empatía hacia la causa del pueblo judío se gestó en sus años como delegado de Venezuela ante la Liga de Naciones y durante su ejercicio como embajador de Venezuela en Alemania (con jurisdicción sobre Polonia, Checoslovaquia y Rumania) en plena II Guerra Mundial. Más adelante lo corroboraría con líderes de la comunidad hebraica, que me relataron las gestiones de mi abuelo para lograr proteger a refugiados judíos, amparado en la misión diplomática, hasta lograr sus salvoconductos para huir del horror del Holocausto. Años después, organizando archivos con el apoyo de mi prima María Eugenia Arria Nucete, nos encontramos con un ensayo publicado por él en la Revista Bitácora, “Momentos en la Tragedia”. En el ensayo relata que residían en un hostal familiar regentado por una pareja de judíos de origen ruso, emigrados a Bélgica. Rosa Paliakoff, copropietaria del hostal, aparece como coautora de la narración.
En el archivo familiar guardamos una bellísima placa de reconocimiento a Nucete Sardi otorgada por la Asociación Israelita de Venezuela. Estaba colgada de forma destacada en el estudio de su residencia familiar en Caracas, reconocimiento a su lucha a favor del pueblo judío. En el texto se exhorta a Israel a sembrar un árbol en su homenaje, en la avenida de los Justos entre las Naciones en Jerusalén.
Cuba, primer periodo como embajador
La Junta Revolucionaria de Gobierno, presidida por Rómulo Betancourt, lo designa en 1947 embajador de Venezuela en Cuba, y luego es ratificado en dichas funciones por el presidente Gallegos. Por lo tanto, se acredita como embajador durante la Presidencia de Ramón Grau San Martín, y durante su gestión, gana las elecciones presidenciales en Cuba quien era el primer ministro: Carlos Prío Socarrás. Con ambos Nucete Sardi tenía amistad forjada en las causas de la intelectualidad socialdemócrata y progresista de Latinoamérica.
Cuando viaja a Cuba para presentar sus credenciales ante el gobierno de Cuba, recibe una misiva de Rómulo Betancourt, fechada el 19 de noviembre de 1947 en Miraflores. Faltaban tres semanas para las elecciones que ganó Gallegos en diciembre. Adjunto a la comunicación venía un Memorando Confidencial, que incluye un punto final escrito a mano por el propio Betancourt. Mantengo en mis archivos este documento y muchas otras copias de informes y piezas de la correspondencia de Nucete Sardi con Gallegos y Betancourt sobre la situación en Cuba y en República Dominicana. En ese histórico documento se lee:
“1. Debes plantearle al Dr. Grau San Martín todo lo relacionado con los informes que tenemos y que ya fueron transmitidos con respecto a la adquisición de armas por el gobierno de Trujillo.
- Debes sugerirle al presidente la conveniencia de que al ser contestada la nota que pasará nuestra Cancillería a las otras de América, sea enfático su gobierno al condenar las maniobras de la dictadura dominicana, encaminadas a perturbar el orden público en Venezuela.
- Debe precisársele también al presidente que el gobierno de Venezuela estaría también dispuesto a suscribir cualquier declaración conjunta que se formulara por gobiernos de América validados por el voto popular, contra la dictadura dominicana.
- También debe insistírsele en nuestra tesis reiterada de no apoyo económico ni militar a movimientos armados que se promuevan fuera o dentro de Santo Domingo contra el dictador Trujillo. Que no procederíamos contra ese régimen salvo en el caso de que en territorio dominicano fuese armada una expedición contra el gobierno y el pueblo de Venezuela. Que en caso de que tal cosa sucediera, estamos dispuestos a adoptar una actitud enérgica, ya que actuaríamos como un país agredido”.
El memorándum contiene detalles sobre los embarques de armas para la dictadura de Trujillo provenientes de Río de Janeiro, según las fuentes de inteligencia disponibles de Venezuela.
Durante 1947 y 1948, Nucete Sardi escribe varios memorando para el presidente Gallegos sobre la situación política en Cuba, y en alguno de ellos anticipa con angustia la crisis que se gestaba y desembocaría en 1952 en el derrocamiento de Prío Socarrás por parte de Fulgencio Batista. Paradójica y lamentablemente, primero ocurre, el 24 de noviembre de 1948, el derrocamiento de Rómulo Gallegos en Venezuela por un artero golpe de Estado.
Pese al golpe de Estado, mi abuelo continuó como embajador en Cuba durante un tiempo. Conocedor de las realidades políticas internacionales y del principio de continuidad administrativa, sabía que el gobierno de facto de la Junta Militar tendría mucha dificultad para acreditar otro embajador tras derrocar a Rómulo Gallegos. La permanencia en La Habana vino como anillo al dedo, porque allá fue la primera parada del exilio de Gallegos y Betancourt, junto a otros líderes Venezolanos, entre 1948 y 1952, gracias a salvoconductos y asilos negociados por Nucete Sardi.
Apoyo al movimiento democrático venezolano
En 1952, tras el derrocamiento de Prío Socarrás, la dirigencia política de los asilados venezolanos en La Habana, todavía bajo el manto protector de Nucete Sardi desde la Embajada, recibe una contundente respuesta del dictador Batista, quien retira la acreditación a la misión diplomática encabezada por Nucete Sardi, y lo expulsa junto a los asilados venezolanos que permanecían en Cuba. Nucete Sardi, Betancourt y los demás asilados parten hacia Costa Rica y México. Más tarde, Nucete Sardi regresa a Venezuela por un tiempo.
En el país ya había ocurrido el asesinato del general Delgado Chalbaud (1950) y la consolidación del poder en torno a Marcos Pérez Jiménez. Acción Democrática había pasado a la clandestinidad, el líder político Jóvito Villalba había sido desterrado tras el fraude electoral cometido por la dictadura en diciembre de 52, y mi abuelo, junto a Carlos Morales Fernández (había sido Canciller de Venezuela durante 1945-47), forman el Bloque Democrático Nacional (BDN), acompañados por Martín Pérez Guevara, Eduardo Arroyo Lameda, José Antonio Mayobre y Juan Liscano Velutini.
El BDN era un movimiento independiente, pero también actuaba como brazo legal de Acción Democrática. A partir de ese momento escaló la persecución contra dirigentes políticos y varios intelectuales, incluido el mismo Nucete Sardi. De hecho, su fotografía está incluida en los archivos de la Seguridad Nacional señalado cómo “traidor a la patria”, junto a luchadores cómo Gallegos, Pinto Salinas y Ruiz Pineda, entre otros. Sin duda, la terrible suerte de Pinto Salinas y Ruiz Pineda obligó a Nucete Sardi a pasar a la clandestinidad y al exilio. Fueron años muy duros para la familia, hasta su captura y apresamiento en los sótanos de Seguridad Nacional, bajo el temido y cruel comando de Pedro Estrada. Una suma de voces intervienen entonces para reclamar su liberación y exilio. Se logra un salvoconducto y asilo otorgado por Costa Rica, en esos momentos bajo la presidencia de José “Pepe” Figueres. En su paso por Costa Rica, Nucete Sardi ejerce como periodista. De allí salta a México donde también trabaja como periodista, y luego se dirige a los Estados Unidos, donde se incorpora como Profesor Invitado en la Universidad de Columbia, Nueva York.
Durante ese trayecto dedica sus días al tejido de relaciones y apoyos internacionales necesarios para el movimiento cívico-militar que avanzaba en Venezuela para restablecer la democracia. En otras palabras, es un “diplomático” de la causa democrática venezolana que trabaja en cada lugar donde encuentra acceso, gracias a las labores periodísticas e intelectuales que desempeña.
El 10 de enero de 1958 se publica el conocido “Manifiesto de los Intelectuales”, que contribuye a marcar la pauta de los acontecimientos que desencadenan el derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958. Allí, junto a los redactores del histórico texto —Miguel Otero Silva, Mariano Picón Salas, Isaac Pardo, Arístides Bastidas, Ernesto Mayz Vallenilla, Alexis Márquez Rodríguez y Francisco Pulido Guerrero—, aparecen las firmas de José Nucete Sardi, Francisco De Venanzi, Elías Toro, F. Rísquez Cotton, José Luis Vethencourt, Arroyo Lameda, Lucila Palacios, Jóvito Villalba, Acosta Saignes, Salcedo Bastardo, Díaz Seijas, Arcila Farías, Rosenblat, Vicente Gerbasi, Márquez Cañizales, Sergio Antillano, Carlos Dorante, Falcón Briceño, Barrios Cruz, Pedro Laya, Juan Manuel González, Aquiles Monagas, Humberto Rivas, Adriano González León, Ramón Palomares, Herrera Luque, Guillent Pérez, Vicente Emilio Sojo, Antonio Estévez, César Rengifo, Oswaldo Vigas, Miguel Arroyo, Mateo Manaure, Alejandro Otero y muchos más.
De regreso a Cuba como embajador
Nucete Sardi había regresado a Venezuela tras la caída de Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958. El almirante Wolfgang Larrazábal, entonces presidente de la Junta de Gobierno de Transición, lo designa embajador en Argentina, con el encargo de restablecer relaciones diplomáticas, tras la ruptura ocurrida cuando Pérez Jiménez otorgó asilo en Venezuela a Juan Domingo Perón. Cumplido el encargo y encaminadas las relaciones entre los dos países, en 1959 Rómulo Betancourt gana las elecciones. Entonces Nucete Sardi es designado embajador en Cuba nuevamente. Su misión: restablecer las relaciones diplomáticas rotas desde 1952.
Nucete Sardi llega a Cuba como a un segundo hogar. El vínculo con sus líderes intelectuales y con el movimiento cultural eran múltiples y profundos. Era reconocido por la élite, incluso por los revolucionarios que recién triunfaban bajo el liderazgo de Fidel Castro. Es pertinente recordar que Nucete Sardi tuvo su último episodio como diplomático en Cuba, durante la ruptura de relaciones con Batista.
Como tanto se ha repetido, poco después, Castro y Betancourt chocan de forma irremediable en el famoso encuentro en Caracas en 1959. Betancourt y su gobierno representaban una vitrina del experimento democrático que se iniciaba en el país, bajo la tesis de la Alianza para el Progreso promovida por el presidente John Kennedy, quien así rompía con la política de apoyar dictaduras de derecha en Latinoamérica, como un mal menor frente a la penetración de la Unión Soviética en la región.
En el epicentro de esa delicadísima maniobra diplomática venezolano-estadounidense, se encontraba inscrita la gestión granular de José Nucete Sardi como Embajador de Venezuela en La Habana. Por un lado, se trataba de impedir la deriva hacia el comunismo en Cuba, que frustraría las aspiraciones del pueblo cubano, a partir del triunfo de la Revolución; y por el otro, intentaría estar cerca de un enemigo en ciernes para la arrancada democrática que se desarrollaba en Venezuela, para así anticipar sus pasos y, de ser posible, evitar se concretaran las intenciones ocultas de Castro en Venezuela. Navegar entre esas tensiones fue la tarea de enorme responsabilidad histórica, que le correspondió afrontar a mi abuelo demócrata y diplomático.
En 1961, Nucete Sardi, embajador de Venezuela en Cuba, en nombre del presidente Rómulo Betancourt, rompe las relaciones con el régimen de Fidel Castro y regresa a Venezuela. En 1962, Venezuela propone la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos (OEA), hecho que marca el inicio de la conocida “Doctrina Betancourt”, de presión y aislamiento dentro el sistema Interamericano a los regímenes autoritarios, antecedente de la Carta Interamericana Democrática de la OEA. Allí también está la huella de José Nucete Sardi.
Paréntesis personal
El 2005 tuve que partir al exilio junto a mi familia, dada la confrontación, como diputado adversario del régimen chavista, que incluyó mi apasionada pero documentada oposición y escrutinio, a la leonina relación para el interés venezolano que se tejía a través del Convenio de Cooperación Petrolera suscrito entre Chávez y Fidel Castro. Mi primera parada en esta etapa de mi vida, que ya suma dos décadas, fue en la ciudad de Weston, Florida.
Un día fui con mis hijos a un juego de los Miami Marlins. Llevamos nuestras banderas de Venezuela para apoyar al estelar Miguel Cabrera. A nuestro lado, una bellísima abuela, junto a su hijo y sus nietos disfrutaban del juego. Estaba sentada al lado de mi hijo Eduardo. La dama le dice cariñosamente a mi hijo: ¿Ustedes son venezolanos? Él, con orgullo, le contesta que sí. Entonces, hablándole en voz alta, para que yo también escuchara, le dice: “Hijo, qué bueno que están acá, porque te puedo decir que lo que se le viene a Venezuela con ese Chávez es muy duro”. Y Eduardo me dice, ¿Papi le puedo decir, verdad? Le sonreí asintiendo en señal de permiso, porque tras nuestra salida de Venezuela había pedido a todos en la familia actuar con la mayor discreción al hablar de política con desconocidos.
Y Eduardo, con orgullosa sonrisa, le dice: Mi papi es Leopoldo Martinez Nucete, uno de los líderes de la oposición contra Chávez. Todavía me brotan lágrimas mientras escribo esta memoria, porque la señora inmediatamente estalló en alegría al escuchar el apellido Nucete. Y me preguntó: ¿Usted es algo del embajador don José Nucete Sardi? Y le dije: “Es mi abuelo”. Entonces fueron dos innings de conversación recordando cómo su padre, alto funcionario del gobierno de Urrutia Lleó logró salir asilado hacia Venezuela, con un salvoconducto negociado por mi abuelo. No sólo negoció el asilo, sino que se alojaron en la sede de la embajada antes de partir para Venezuela: “Sus abuelos —me dijo— nos trataron como familia en su Residencia, y de allí partimos a Maracay en Venezuela, donde a mi padre lo esperaba un trabajo en el negocio de un familiar del Embajador”. Y agregó: “Sé que fueron más de cien salvoconductos los que logró su abuelo para personas como mi padre.”
Su última misión: Bélgica y Luxemburgo
En 1964, José Nucete Sardi es designado gobernador de Mérida por el presidente Raúl Leoni. En 1966 y hasta 1967 fue designado para cumplir con su última misión como embajador, esta vez en Bélgica y Luxemburgo. Tengo una fotografía de una visita que hicieron mis padres a Bruselas cuando yo tenía dos años para visitarlo. El diplomático y poeta Vicente Gerbasi fue uno de sus consejeros en Bruselas. Conversé con él en Madrid, antes de su fallecimiento. Me habló de lo mucho que aprendió de mi abuelo como diplomático: “Fue un hombre de Estado, uno de los mejores y más experimentados diplomáticos de Venezuela en el siglo XX”, me dijo.
José Nucete Sardi fallece el 12 de noviembre de 1973. Además de un gran diplomático e intelectual, fue un abuelo presente y amoroso. Cada domingo los nietos almorzábamos y pasábamos las tardes con nuestros abuelos. Ellos, a su vez, visitaban a cada una de sus hijas los jueves. Rutinas ambas que, con el paso del tiempo, consolidaron vínculos profundos entre nosotros, casi sin darnos cuenta de cuán enterrados en nuestros corazones quedarían esos almuerzos, esos dulces andinos que nos preparaba mi abuela, esas tardes dominicales de juego.
Cuando mi abuelo murió yo era un niño de 9 años. En mis últimos dos cumpleaños, en navidades o en cualquier ocasión que deseaba celebrar algún logro, me regalaba libros. Y no olvido cuáles: el Quijote, una Antología Poética de Andrés Eloy Blanco, la colección de la Historia de la Nación Cubana (en su última edición antes de que Cuba cayera en las garras del Castrismo), y algunos de su propia cosecha: Cuadernos de Indagación y de Impolítica; El Hombre de Allá Lejos, La Defensa de Caín; Sesenta Días Con Su Excelencia; y Aventura y Tragedia de Don Francisco de Miranda. Esos libros me han acompañado a dondequiera en mis mudanzas. Son libros que cada día valoro más. Al releerlos no puedo evitar tener diálogos imaginarios con él, porque siento su enorme legado. Y es sencillamente impresionante pensar en que su categoría como hombre del servicio exterior fue reconocida transversalmente por los más diversos sectores, aún en medio de todos los avatares de la vida política venezolana. Debe ser uno de los pocos, si no el único, que desempeñó altas funciones públicas y diplomáticas con los presidentes López Contreras, Medina Angarita, la Junta Revolucionaria de Gobierno de 1945, Rómulo Gallegos, la Junta de Militar presidida por el general Carlos Delgado Chalbaud, Wolfgang Larrazábal, Rómulo Betancourt y Raúl Leoni. Sencillamente un hombre extraordinario.