
“Los objetos, personas y demás elementos pasan del recuerdo íntimo a la interiorización y a lo que yo llamo imagenación”
Por ANTONIO ARROYO SILVA
La poesía de María Antonieta Flores está siempre en movimiento. Eso da lugar a las constantes revisiones de nuestra poeta. Ejemplo de ello es el presente volumen, La desalojada luz de la tarde, que contiene versiones revisadas de la plaquette del mismo nombre, publicada en Caracas (Gráficas León en 1999). «La desalojada luz de la tarde» (Fragmento. Variación de unas variaciones sobre la desalojada luz de la tarde) publicado en Confines del placer. Con prólogo, selección y notas de Yolanda Pantin y Federico Pacanins (Caracas: Colección Econoinvest, 2000. pp. 109-112). Los restantes poemas son inéditos.
El crítico y poeta canario venezolano Daniel Bernal habla de lo deconstrucción de lo cotidiano. Este concepto es aplicable a la poesía de María Antonieta. En su poesía, además, podríamos hablar de la deconstrucción de lo íntimo, pues son conceptos que vienen de la mano.
Los objetos, personas y demás elementos pasan del recuerdo íntimo a la interiorización y a lo que yo llamo imagenación. De ahí, al lenguaje poético de nuestra poeta que se pone en consonancia con la memoria; es decir, en relación, en este caso, con toda la poesía contemporánea venezolana, sin olvidar a los clásicos españoles, sobre todo a San Juan de la Cruz. De este último autor quizás le corresponde a María Antonieta Flores lo que el crítico Andrés Sánchez Robayna llama el salto imaginativo expresado en las elipsis y, sobre todo, en las separaciones estróficas.
Se me ocurre hacer una pequeña comparación de un poema de María Antonieta Flores con el también venezolano Reynaldo Pérez So. Dice Reynaldo: «Esta es una silla/sólo una silla/en ella/se sentó mi padre/todos/mis mejores amigos//ahora/está sola/sin nadie//una silla».
La silla, un objeto cotidiano (e íntimo), tan lleno de memoria, para a resignificar, pues se transforma en un símbolo de la soledad y la desolación. De la ausencia.
Pero María Antonieta Flores va más allá, observen la magia que opera entre el vino y el pan cotidianos. Vean el poema «tu abundancia». Solo les reproduzco la última estrofa y verso: «Concédeme, vino, que comparta el pan». Una conclusión arrolladora que no necesita más comentario. El proceso de resignificación va en múltiples direcciones.
Dicen que la poesía moderna sigue moviéndose en las mentes de los grandes lectores de poesía. Es más, ese tipo de lector se transforma, en una suerte de comunión, en una suerte de segundo e infinito poeta. Esto no le resta importancia a María Antonieta; al contrario, ella siembra cuerpos llenos de vida.
Poemas de La desalojada luz de la tarde
fragmentos de una tarde de sábado
pero la tristeza no se aposenta sino en las llagas
y la memoria es la ansiosa rareza de los sueños
un brote seco de albahaca se deshace entre los dedos
¿qué sé de esta planta extraña a los sabores de mi niñez?
en mis manos tengo lo que no deseo
todo tiznado
entre tanto desorden
entre tanta historia regada
la pulpa roja ha dejado su sabor
la lentitud se ha quedado en mis costumbres
la delicia interrumpida
y yo en los desastres de tu guerra
en el olor que oculta la vainilla
apenas contenida
bordo los punto atrás de mi discordia
la luz cambia brusca
se acaba el vino
las manos dormidas
un calambre en el bajo vientre
y mal zurcida
avizoro el avetarda que camina por mis sueños
me doblo sobre mi deseo
vibrado sobre la luz que huye
yo sé que ahí estás
desvelo ante la luz
este olor de cáñamo y especies
y las promesas
las largas promesas junto con los sueños
y en mi vigilia seca
todo derruido
con el polvo de los días se entierra la voz
un espejo se opaca
ha sido borrada la última de las señales
en algún lugar se escribió burlada
prolijo el dolor
ha visto la luz que atraviesa las cortinas
y dibuja las sombras de los árboles
las hojas
hojas secas que no perdona el viento
y sin milagros
¿quién dijo que esto era hermoso?
con su mano derecha se cubre el rostro
solo es el café que te recuerda
y un gramo diluido de esta azúcar
que ya no recuerda su época de caña
con los dedos en la roja tierra
de los sueños
consigo así el tiempo
y hacia tu nombre escondo este silencio
me voy bajo esta tierra
funeraria
las largas hojas de los lirios se quiebran
maría antonieta se pregunta por el atardecer
esos insectos anuncian lluvia
las sombras que apenas adivino
los míos mis propios monstruos
acrecentados cuando me amenaza
el final de un día que será igual a este y a aquel
el techo podría desplomarse
y miles de insectos con el tormento de sus alas
se elevarán
sé que no te veré
como lo sabía ayer
trazo imperceptible
horadado
caen élitros de lluvia
la palabra hay que mantenerla
sobre los huesos rotos
*Flores, María Antonieta. La desalojada luz de la tarde. Beatriz Giovanna Ramírez – Editora BGR, Colección Poesía en línea n.º 26, 2024.
Noticias Relacionadas
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional