Apóyanos

Luz, camerawoman, acción

Sin experiencia alguna para afrontar una experiencia semejante, María Inés Calderón Téllez, a lo largo de ocho años, realizó un viaje por el mundo en un velero. La historia ha sido narrada en las 45 crónicas que conforman “El mar dentro de mí”

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Si el nombre de pila orienta, se imbrica y es quizá destino, el de esta mujer de mar que se zambulle en la vida, el de esta mujer de amar que no zozobra en el temporal, contiene pistas patentes. Verbo que se hace carne. La autora, que se lanza al agua de la literatura con un relato vital y desparpajado que la emparenta más con la pasión pícara del periodista y marino Emilio Salgari que con el dolor hondo en el que se sumerge para siempre Alfonsina Storni, es también documentalista y profesional del cine, vocación que se nota en el texto poblado de imágenes deslumbrantes y en movimiento que casi tienen audio; en la narración pictórica de esta aventura narrada en primera persona de la que salimos, por la fuerza del oleaje, salpicados. Mujer que estudió Artes, la apodan Gata, y es una loba marina, el patronímico de la escritora caraqueña nacida de raíces bolivianas resuena entonces como una síntesis biográfica. María Inés parece el apócope de mar y cines. En tanto que su libro azul, explícito y emocionante testimonio en cubierta no encubierto de la soledad y la infinitud seductora del mar, guía que va a lo profundo de las aguas que somos, es agua y luz. Si María Inés es una predisposición, su trabajo, una consecuencia. Este es un libro impresionista. Y es un libro baúl que resguarda tesoros. Impresiones. Escrito luego de siete años de vivencias intensas a bordo y al borde en aguas no siempre tranquilas, diario que registra el seductor mapamundi de rutas y circunstancias en las que hace foco, panorámicas y planos detalle del mar, del mundo al que le da la vuelta, de los códigos afectivos, de comunicación y de relaciones que se constituyen en los océanos, y hasta de los vellos femeninos que no se rasuran en los largos meses de natural desnudez, El mar dentro de mí es una confesión exultante y poderosa de las ganas de ser. Una victoria que interceptan, como las estrellas y los pelícanos, las penas inevitables, el silencio, la memoria terca, la exquisitez de los manjares posibles, las embarcaciones que fondean cerca, el desenfado que da la libertad y el ojo fisgón de la curiosidad cultivada. Mención aparte, en el rimero de circunstancias que se manifiestan en alta mar, merece el ojo de una ballena jorobada que repentinamente aparecería a pata de mingo: tan a la mano como deben ser los milagros. Ojo fijo, atento, que mira sin parpadear desde un cuerpo de catorce metros de largo a la mujer de piel enardecida, por un instante, ese instante inolvidable y glorioso de la efímera compañía, esa tarde épica de navegación codo a codo, el cachalote parece sonreírle. No hay fotos de la señorona de 150 toneladas. La narradora, érase una lente a una mujer pegada, escoge ver con todos sus poros. Sensorialmente. Sin rollos, películas, píxeles. Veo, luego escribo. Por lo que se trata de un libro vivo, oscilante, que contiene la frescura del rumor de las burbujas de aire de los cardúmenes que acompañan en la travesía, que está acompasado al vaivén sensual que espolea los sentidos y es resonancia magnética en las caderas. Marea. Embriaga. El mar se orilla a las letras castizas, según los estudiosos, con Jorge Manrique y sus trágicas Coplas a la muerte de su padre: “Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar / que es el morir…”. Se toma como punto de partida a lo que sería un imaginario doliente. El mar es peligro, es quien nos trae imposiciones y referentes que serán sembrados. Es Colón y colonización. Y es incógnita, aún. Reservorio de especies desconocidas y de añosos mitos, donde tuvo lugar el prodigio bíblico de las aguas divididas en dos, ejecutado por Moisés, en la escritura universal el mar tiene diferentes profundidades. Ha sido escenario de aventuras legendarias, arena de la lucha entre el bien y el mal, imán para la introspección de famosos personajes extraviados y heridos, territorio de bucaneros y de sus calaveras en la proa, bocota que devora trasatlánticos, un misterio que ni Julio Verne, tema para documentales audaces que sortean la oscuridad y el frío a niveles de riesgo abajo en lo profundo e infinitud donde el viejo del mar acusa recibo del abandono de Dios. Mar, sinónimo de vida, es la inmensidad donde ocurre la novela Moby Dick del escritor Herman Melville, la obsesiva persecución a un cachalote blanco. Pero ni Robinson Crusoe, ni las venganzas de los arponeros, ni Hemingway, ni Pérez Reverte, ni Conrad, son autores cuyo trazo parece subyacer en esta reflexión abundosa y colorida, a veces risueña, siempre impactante, que nos lleva de la mano por costas donde probablemente ni nos asomemos. Vinculada al periodismo, eso sí, María Inés es ancla. En periodismo el ancla es quien desde los estudios de transmisión enlaza con el reportero destacado en la calle. Ella es ancla en todos los sentidos. Además de saber de producción y tener olfato para desenmarañar las noticias, dónde tienen lugar, quiénes son los protagonistas, va pero sabe que volverá. Se mueve persuadida de que llegará a puerto. Es pájaro de tierra por mar, ¿anfibio tal vez? Y he ahí el valor de su vivencia y su registro: los desafíos son su norte, puede adaptarse, pero no mutar. María Inés es una mujer de mar, quién lo duda, que no deja de ser una mujer con los pies en la tierra, y aquí, su casa. Según analistas, el mar, una prisión para Robinson Crusoe, emblema de libertad para Baudelaire, metáfora de nuestra soledad para Terence Rattigan, es, eso sí, fuente de inspiración literaria; en este caso, en El mar dentro de mí, es la escena, la trama, el protagonista, a la par que la autora. Vaya la cita de Raymond Queneau quien dijo que “todo libro es una Odisea o una Ilíada, porque toda historia es un viaje o una batalla”. El mar dentro de mí es la aventura incluyendo la orilla quimérica, la promesa cumplida del arribo, la certeza de la Ítaca anhelada. María Inés Calderón ‒acaso el apellido viene a ser la pausa, el silencio, que anticipa lo que viene como apunta el Calderón en el pentagrama; o también el enorme caldero donde cuece pasiones la también experta en fogones‒ consigue llegar a buen puerto en Caracas y, asimismo, en el mullido muelle que son los brazos de su nuevo amor. Mujer que timonea con pasión su travesía personal sin atajos ni titubeos, y con sabiduría hace una disección en el trayecto íntegro para compartir un suculento pasaje, paisaje, con buena estrella consigue la playa y con una experiencia que le otorga nudos de recorrido en confianza, velocidad de crucero en razón, practicidad a toda vela, se vuelve ducha en salir a flote y en ir hacia adelante sin comprometer la quilla. Pieza singular en la que no palidecen ni ella como voz ni el mar ‒o la mar, la María Inés‒ como azul infinito donde tiene lugar su expedición que nos atenaza en la garganta, sobre todo cuando está a la deriva, con una avería que les interrumpe la navegación en alta mar, y han de remolcarla a costas francesas, cuando ya no puede probar más enlatados, esta minuciosa bitácora, El mar dentro de mí, es un inmenso caldo de cultivo, el génesis, el origen vital de una nueva escritora.

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El mar dentro de mí

María Inés Calderón Téllez

Editorial Alfa

España, 2018

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