
“En la memoria deslumbrada de Flores el pensamiento se demora en sus abismos, en el hueco que acusa lo ido, hallazgo ante el tiempo que se fractura, esquirla donde anida el rumor del mar y el deshilar de los sueños, sea en ello el misterio y sus enigmas”
Por MARIANA BERNÁRDEZ
En La intención esquirlada de María Antonieta Flores se es uno con la página en blanco, se es la escritura que escribe la mirada, tan íntimo es el gesto, tan delicado su posarse, tan breve e intenso su darse, que en el reverberar de su claro-oscuro delata la luz que entreabre la arborescencia de lo ígneo; ahí, donde las palabras testimonian lo vivido y retienen el ritmo primario del latido, sonar que atrapa el vuelo indócil del poema.
En la memoria deslumbrada de Flores el pensamiento se demora en sus abismos, en el hueco que acusa lo ido, hallazgo ante el tiempo que se fractura, esquirla donde anida el rumor del mar y el deshilar de los sueños, sea en ello el misterio y sus enigmas.
Lenguaje de lo verdadero, de la voz que se ramifica en verso, alta búsqueda de la impronta que resignifica la experiencia extrema de tocar la herida fundacional, escritura que diluye el asidero de los pronombres, para mentar con la limpidez de lo cristalino el suceso. Diríase entonces, lenguaje liminal de los entresijos y del vacío que oculta su mordedura en la minucia de lo querido y Flores escribe una madre me anhelaba con quién sabe otro rostro / yo era oscura y caprichosa / una voz salpimentada de tristeza / me presentía ruina o liviandad…
En el deseo no existe la mesura, la impaciencia de su pulso se dilata hasta la no saciedad de lo nombrado para luego ser isla, cuerpo, tizne, sequedad de la sombra plúmbea del atardecer, sudario de recuerdos o guadaña acechando con su inquebrantable aliento; y de mientras…, ocurre el mundo y sus minucias, ocurre la gracia perdida, el hambre, cuando algo de amor palpita en el presentimiento, cuando lo silente desnuda el abandono, la hostil ausencia, lo fugaz en su relampagueo. El poema brota y su palabra gira alrededor del firmamento.
Solo el limpio camino de la noche y su tan alta hora abren el necesario olvido cuando la desolación y la extraña belleza son el argumento del viento enredándose en la hoja, cuando en el secreto de Dios es insondable la penuria del corazón. Y entonces ocurre el deslumbre irredimible, y el inusual alfabeto que desgrana su silabar en hilo que entrama el contar, y el tiempo que se es, y que se ha dejado escapar como guijarro pulido rodando entre los dedos de la mano, se ovilla en el blanco de la página, en el silencio que canta y que aquieta el desboque de una realidad tristurada hasta lo inequívoco. Se es la lengua y el limo de su orilla, el delirio que arrecia en su desarticulación, el lenguaje que incendia a su paso la albura, rebalse en el dintel de lo callado, saeta que taja y transgrede, que la palabra preña con su esperanza ahí donde el asombro desgrana sus secretos porque siempre la altura deja un vértigo / que ni el sueño calma.
Sobrevienen la perplejidad y el asombro ante la forzosa ruptura del sentido del lenguaje coloquial que busca con ello afilar su expresión, a fin de recobrar su capacidad de balanceo en el pretil del precipicio, ahí donde el silabario de las huellas descubre los elementos que perduran en su forma, la belleza de lo indomable porque hay cosas que perduran / aunque el pasado no exista.
El recorrido no deviene respuesta, sino instante capturado, momento donde se sabe de los cantos rodados por el agua de un río que antes fue la tersa historia de los años.
Quizá en esta espiral dibujada por el mucho callar entramado en el decir se afiance el nudo poético, aquello que salva el trazo encontrando, incluso en su borradura, ese camino sin retorno que se vuelve una multiplicidad de espacios y de tiempos, un rescatar lo apenas alumbrado, un renacer de la página en blanco a la escritura del verso, ese puntal de luz en el pozo espeso de un país condenado o en el límite impuesto sobre tu desnudez.
Poemas de La intención esquirlada
aquel viaje
estuve en las islas
y en un pueblo entre altas montañas
de regreso me encontré con los poderosos
regateos del amor
nada traje conmigo
nada pudo ser pertenencia
huesos blancos transparentes
las voces y los cuerpos
en el miedo poca cosa
pizcas migajas
en mi acento extranjero
conservaba la sonrisa serena
extraña
una copa nunca acaba
lo saben los amantes
estuve en las islas
y en un pueblo entre altas montañas
noticias de la misma tierra
una nota al final de la página
anuncia la tragedia de tu gente
bajo tu cielo
los cuerpos son calcinada historia
desgracia en el barrio por llamaradas
ellos y el combustible
ellos y el robo
la gasolina
la gracia perdida me ha alcanzado
en esta tierra de hambres
atada al desamparo
en algún lugar sin lágrimas
una mano cierra los ojos
las ofensas caen sobre un hueso
cansada de guerreros con espadas rotas
el vino blanco dibuja rastros foráneos
una estela mineral en la boca
el filo
se detiene en el sueño
mis manos allanadas por la pérdida
escuchan el canto de los insectos
cuánto cuidado exige el olvido
el presentimiento
los pájaros se acercaban con sus cantos
me daban las palabras apropiadas
con los ojos del futuro ardiendo
herencia tras herencia en tus tejidos
hebrada en el bagazo de tus sueños
recuerdo yo mis sueños
tijera tras tijera el camino
las plantas que atesoran mi silencio
asoman delicados brotes
la tierra y los azares se nutren de la muerte
osteofitos y extrañas formaciones
van haciéndose más hondos
escondo una caverna en mis entrañas
algo escrito en las manchas de tu piel
en sus estrías en las arrugas
herencia tras herencia sorprendida
algo de amor palpita en el presentimiento
el cuerpo se extendía hacia la hoguera
hablábamos de muerte
doblabas hacia adentro las palabras
mi pie sobre tu hombro
extinguirme en tus ojos
era labor precipitada
un verde suspendido
dejaba caer las hojas
*La intención esquirlada. María Antonieta Flores. Pórtico: Mariana Bernárdez. Dcir Ediciones, Venezuela, 2024.
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