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La forma elusiva: el arte siempre recupera su rumbo

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El título de la muestra, ‘Sin estrellas’, aludía a la vez al espacio caótico y oscuro donde, sin duda, no había ninguna estrella, pero también a la falta de rumbo y oportunidades que marcaba la escena de la plástica nacional”

Por TAHÍA RIVERO

Los referentes que determinaron el devenir del arte, hasta finales de los noventa, es decir, los museos, ateneos y centros culturales públicos y privados, perdieron, por diferentes razones, su bien logrado liderazgo como instituciones educativas, abiertas a todas las expresiones culturales del país. Ese vacío ha sacudido duramente a los artistas, que en esta cadena son los más vulnerables.

Pero lo cierto es que la vida florece y son justamente los artistas los convocados a destellar. Para conjurar el desaliento, el artista y curador Mario Pérez, junto al también artista Eduardo Azuaje, organizan una exposición en los sótanos de Parque Central. El título de la muestra, “Sin estrellas”, aludía a la vez al espacio caótico y oscuro donde, sin duda, no había ninguna estrella, pero también a la falta de rumbo y oportunidades que marcaba la escena de la plástica nacional, recordando que algunas culturas seguían la práctica de navegar guiándose por las estrellas. Hacia el final de la pandemia, en 2022, la exposición se trasladó al edificio neoclásico del Museo de Bellas Artes. En 2024, una segunda versión se presentó, hasta febrero de este año, en la sala experimental del nuevo edificio del Museo de Bellas Artes.

Todos recordamos las numerosas exposiciones internacionales que regularmente se presentaban en Caracas, Sin estrellas 2 podría incluirse entre ellas por su calidad, sin embargo, tuvo un carácter más bien clandestino. El acceso a la sala experimental del museo es laberíntico, de alguna manera configura el sótano del museo. Por suerte, una vez en el espacio, encontramos el mejor continente jamás considerado para disfrutar de las seis obras que la integran. Sin estrellas 2 es un esfuerzo de producción que involucró una exigente gestión de más de dos años.

Todas las obras fueron producidas y financiadas por el equipo de montaje bajo la supervisión tanto de los artistas como del curador. La instalación de Kishio Suga, por ejemplo, fue cedida en préstamo por el Museo Guggenheim de Abu Dhabi.

En la obra Sin título, 1964-2024, de Gary Kuehn (New Jersey, USA, 1939), apreciamos un gran colchón sujetado a la pared por dos gruesos tornillos, que, suponemos, simbolizan a una pareja. El escultor, alumno de George Segal, analiza a partir de un objeto, la ambigüedad del matrimonio como un lugar seguro de comodidad pero también restrictivo y limitante.

Pirámide, 2024, es una forma recurrente en la trayectoria de Meyer Vaisman (Caracas, 1960), realizada con bloques de arcilla roja a la vista, otra franja coloreada de azul y un techo de zinc pintado de amarillo. La especificidad de la obra radica en que el volumen está atravesado por un muro, es decir que está disociado, que se completa en otro lugar no siempre visible.

Con el título, Lluvia salpicada, 2024, Mario Pérez (Caracas, 1980) anima al espectador a apreciar fondos y cuellos de botellas de vidrio quebradas, con los picos hacia arriba, como el rebote de lluvia que cae sobre un charco de agua representado por una superficie forrada en tela de camuflaje.

En la instalación Law of Multitude, 1975, Kishio Suga (Morioka, Japón, 1944) propone lo que llama la “activación de la existencia” que se fundamenta en la disposición de materiales manufacturados con mínimas intervenciones para propiciar una “situación”. Suga quedó muy satisfecho con el emplazamiento de la obra frente a la cortina de bambúes del perímetro del museo.

En la pieza, Naufragio, 2024, de Eduardo Azuaje (Pariaguán, estado Anzoátegui, 1967), la práctica con huesos de animales se desplaza al recubrimiento de una canoa que reposa sobre un lecho de sal de Araya. Más allá de la carga simbólica, con este gesto el artista conmemora la tragedia de un naufragio frente a las costas de Güiria, estado Sucre, donde murieron 41 personas en 2020.

Annette Lemiux (Virginia, USA, 1957) pertenece al grupo Teoría de la imagen de los años ochenta. Para Sin estrellas 2, presenta la impresión de una fotografía en gran formato con el título Sin palabras / Without words, 2024, obviamente escrita en palabras y utilizando la fuente Silentina, que fue comúnmente usada en películas mudas.

Optar por la materia despojada de elementos decorativos ha propiciado que en Sin estrellas 2 puedan confluir propuestas relacionadas con el conceptualismo, minimalismo, arte procesual, arte povera, mono ha, land art y realismo precario. La muestra constituye una transformación del panorama expositivo actual, que presenta una visión de las últimas cuatro décadas y aspira a recuperar la calidad a la que estábamos habituados.

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