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La cultura del voto en Venezuela

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Por NELSON RIVERA

El libraco

Ciertos libros son indistinguibles de sus creadores. En este caso:  no creo posible que haya otro venezolano que hubiese podido ensamblar una indagación sobre la cultura del voto en Venezuela en los términos en que lo ha hecho Juan Carlos Zapata.

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En una frase corta puede decirse: es periodista y escritor, como preámbulo a la lista de sus libros publicados. Pero esta mañana —la mañana en que desgrano estas notas— no es suficiente. Debo añadir que Zapata es editor, emprendedor, investigador obcecado de unos determinados temas —por ejemplo, la vida de García Márquez— y coleccionista. No un coleccionista previsible —por ejemplo, tiene décadas guardando tarjetas de presentación—, sino de algunas peculiares materias.

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¿Y es que acaso hay otro ciudadano, otro demócrata que por décadas haya acumulado tarjetones electorales, papeletas de voto, afiches de candidatos, volantes, programas electorales, fotografías de mítines, discos y materiales de campaña, a los que hay que sumar un ingente material hemerográfico con información electoral, periodismo dedicado al día de votar, resultados y más?

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Este Zapata acumulador, que sueña con poner en marcha algún día el Museo Electoral Venezolano, ha editado un grande y pesado libraco de más de 500 páginas que demuestra dos cosas. La primera, qué hay un conjunto de realidades materiales y simbólicas, cuya historia tiene un posible hito de partida en 1946, en el momento en que Rómulo Betancourt, al frente de la Junta Revolucionaria de Gobierno, firma el decreto 216 correspondiente al Estatuto Electoral que regiría la elección de la Asamblea Nacional Constituyente. La segunda, que ese universo de conductas y prácticas y entusiasmos y rutinas no se agotan en la esfera pública, sino que han penetrado en los hogares de todo el territorio, son capítulo decisivo de las experiencias ciudadanas, conforman un caudal emocional y memorístico que pasa de una generación a la siguiente, se renueva en cada oportunidad, no se agota, a pesar de los avatares y dificultades que los poderes imponen a los derechos políticos.

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Así, si me apuran, no titubeo en decir: el espíritu desatado en las comunidades de todo el territorio en los últimos meses no es una erupción inédita ni una excepcionalidad política: está inscrita en la historia de la movilización ciudadana de casi 8 décadas, que ni la dictadura de Pérez Jiménez ni el estrangulamiento creciente de los derechos políticos a partir de 1999 han logrado debilitar o deslegitimar. El espíritu electoral puede hacer una pausa, por supuesto. Pero no se apaga.

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Vuelvo entonces al editor de Votar es la cosa más sabrosa. Una historia electoral de Venezuela. Una vez que desplegó un orden expositivo cronológico, de 1947 a 2013, donde se suceden las reproducciones de los numerosos materiales que mencioné arriba, casi 700 imágenes, en su mayoría provenientes de su archivo electoral, Zapata agregó piezas nuevas para dar forma a su libro.

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Votar es la cosa más sabrosa trae 14 fichas de los presidentes elegidos, elaboradas por Alejandro Rojas. Dos profesores aportan los textos de carácter histórico, que establecen los criterios de continuidad, periodización y características más destacadas de cada etapa. Funcionan como la columna vertebral entre una etapa y la siguiente. Pedro Benítez escribió 16 textos e Isrrael Camero unos 42 o más. A ello se agregan otros 10 firmados, entre artículos y entrevistas, del mismo Juan Carlos Zapata. Y todavía hay otros que aparecen sin firma, que también deben ser producción suya.

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El volumen ofrece, además, ensayos o crónicas de distinta extensión y calado de Gabriel García Márquez, Plinio Apuleyo Mendoza,  Aníbal Romero, Bernardo Horande (2), Ramón Guillermo Aveledo, Rafael Simón Jiménez, Fernando Egaña, Carlos Subero, Elizabeth Fuentes, Armando Durán, Francisco Suniaga, Pedro Pablo Peñaloza y Simón Alberto Consalvi.

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Sin embargo, la acumulación de textos no ha concluido con la enumeración anterior. Tan elocuente como detenerse en cada una de las imágenes —es en ellas donde la cultura del voto salta hacia nuestros ojos y hacia nuestra memoria—, resulta la lectura minuciosa de los más de 90 textos breves que se suceden a lo largo del volumen: cantidad, riqueza de la información que se entrega al lector, incalculable y valiosa, donde hay datos, anécdotas, citas, episodios curiosos, fragmentos de análisis, breves biografías y más. Es en esos breves, entretejidos con las imágenes, donde se expresa de forma más elocuente la materialidad, las formas de la cultura del voto en Venezuela.

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¿Acaso es necesario añadir que este libraco de indudable importancia, algún día debe convertirse en un libro-exposición digital, a la que puedan acceder muchos lectores donde quieran que se encuentren?

Seis fragmentos del libraco

Ramón Guillermo Aveledo: “Entre 1958 y 1998 Venezuela realizó con absoluta regularidad procesos electorales cuyos resultados se respetaron. Elegimos presidente de la República, senadores y diputados al Congreso, legisladores estadales y concejales municipales. A partir de 1979, se separaron las elecciones municipales y desde 1989, según reforma descentralizadora aprobada unánimemente en 1988, directamente gobernadores de estado y alcaldes, además de los cuerpos legislativos respectivos”.

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Carlos Subero: “El lapso entre 1958 y 1998 fue de cuatro décadas de democracia representativa, durante la cual el sistema electoral casi siempre sirvió como factor de estabilidad política y herramienta para la solución de controversias por el poder político nacional”.

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Francisco Suniaga: “Tampoco volví a ser testigo de un fervor semejante en otras elecciones, ni siquiera en las estudiantiles universitarias. Lo de Jóvito en 1963 era una locura que se retroalimentaba con la certidumbre del triunfo. Tampoco existían entonces las encuestas y la única manera de predecir los resultados era la gente misma, lo que se veía en las grandes movilizaciones de simpatizantes. Y no cabía duda, incluso para los adecos de Margarita, de que las muchedumbres que acompañaban a Jóvito en la isla eran mayoritarias. Fuera de la isla era imposible saber, porque las comparaciones solo se hacían mirando en los periódicos las fotos de los mítines”.

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Elizabeth Fuentes: “Aún recuerdo la campaña de Pérez, la de ‘ese hombre sí camina’, jingle que compuso Chelique Sarabia para acompañar la nueva imagen con la que refrescaron al Carlos Andrés Pérez de mano dura que todos recordaban. En una suerte de Fashion Emergency, le hicieron crecer el cabello, le modernizaron la vestimenta, la dentadura, y la palabra ‘energía’ sustituyó lentamente a las de ‘ministro-policía’ que lo habían acompañado hasta entonces”.

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Aníbal Romero: “Un símbolo político manifiesta algo que va más allá de sí mismo; es la expresión tangible de una realidad emocional, individual y colectiva. Los símbolos no actúan en el plano de la razón sin en el de las emociones; un símbolo expresa identidad, anhelo, compromiso y apego a un ideal, a un partido, un movimiento o un líder, y es político en la medida que estos procesos ocurren en el marco de la lucha por el poder”.

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Armando Durán: “Jaime Lusinchi fue el primer candidato en usar un teleprompter en Venezuela, en 1983 (…) Ninguno de los casi 20.000 asistentes al acto del Poliedro se percató del artificio, mucho menos quienes siguieron su discurso por televisión, de modo que lo que quedó en el ánimo de todos fue la pasmosa elocuencia del candidato”.


*Votar es la cosa más sabrosa. Una historia electoral de Venezuela. Editor general: Juan Carlos Zapata. Producción editorial: Harrys Salswach. Información histórica: Pedro Benítez, Isrrael Camero y Juan Carlos Zapata. Fichas presidenciales y resultados electorales: Alejandro Rojas. Investigación hemerográfica: Jonathan Sujú. Textos de Gabriel García Márquez, Plinio Apuleyo Mendoza,  Aníbal Romero, Bernardo Horande, Ramón Guillermo Aveledo, Rafael Simón Jiménez, Fernando Egaña, Carlos Subero, Elizabeth Fuentes, Armando Durán, Francisco Suniaga, Pedro Pablo Peñaloza y Simón Alberto Consalvi. Primera edición: España, 2023.

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