Papel Literario

Juvenal Ravelo: el cinetismo y la investigación de la vida misma (II)

por El Nacional El Nacional

Dos cosas fueron determinantes en la carrera de Juvenal Ravelo hacia la consolidación de su propuesta: la amistad con Carlos Cruz-Diez y Jesús Soto, y sus estudios de sociología del arte con Pierre Francastel y Jean Cassou en la Escuela Práctica de Altos Estudios en París. Con los dos grandes maestros del cinetismo venezolano compartió el afán por la investigación óptica y los problemas del arte. De los dos profesores franceses adquirió el sentido del compromiso del artista con la sociedad, el conocimiento que relaciona al arte con la historia y la idea de que una obra no es simplemente un objeto.

Sus años en París estuvieron dedicados a un intenso esfuerzo por conseguir un discurso propio y formarse en teoría del arte. Ahí comenzó a explorar las relaciones entre la geometría, el color y los elementos reflectantes de la luz. Como todos los representantes del art optique estaba buscando la mutación del tiempo y del espacio en la interacción del observador con la geografía de accidentes visuales dispuestos sobre una superficie intervenida.

Durante su formación se preocupó por dilucidar cómo un volumen aparente es producto de la relación óptica del ser humano con la luz y el color, estudiar las correspondencias entre la velocidad de desplazamiento del espectador y las condiciones de la atmósfera circundante, y la relación entre la superposición de elementos verticales sobre un relieve cromático y un espacio virtual. En fin, por lograr el efecto de la luz fragmentada en una síntesis entre geometría, volúmenes, materiales reflectantes y color.

Hallado el camino este maestro incorporó los resultados de su investigación a distintos formatos: volúmenes planos con elementos en relieve, volúmenes tridimensionales, torres de petróleo, vías públicas como el mural de la Avenida Libertador en Caracas –hoy deteriorado por la indiferencia de la burocracia política– y la arquitectura de los pueblos en Venezuela y Francia.

Ya con un discurso propio, Ravelo decidió ahondar en una idea: el arte es una tarea incompleta si no está vinculada a la transformación del ser humano, la lucha social y los valores universales de solidaridad y compromiso. Expandió su propuesta cinética en el Arte de participación en la calle. En 1975, en el barrio Los cerritos, inició este proyecto. Luego lo llevó a otras comunidades populares y académicas dentro y fuera del país.

Julio Cortázar llamó a esta idea: “un arte que reivindica a los vecinos olvidados en los rincones alejados de los grandes centros de cultura del mundo”. Con esta iniciativa Ravelo movilizó el espíritu de miles de personas cuyas vidas estaban derrotadas por el silencio y la conformidad. Los organizó en cuadrillas con los nombres de creadores venezolanos como Armando Reverón. Aferrados a la ilusión de transformar la vida en algo mejor, los habitantes de esos pueblos salieron a pintar sus casas y espacios públicos con el maestro y su equipo. Esos barrios olvidados por el mundo devinieron en prodigiosas obras cinéticas:

“Para llegar al arte de participación se conjugaron dos cosas. La primera, haber nacido en Caripito y surgir de la pobreza. Ahí se formó mi idea de justicia social. La segunda, mis estudios en París y el contexto general del arte que ahí había. En las exposiciones, en Francia y Venezuela, noté que nunca había obreros, campesinos, gente humilde en general. Eso me preocupó. La pintura figurativa hizo el intento de incluirlos, sobre todo los artistas del realismo social: Héctor Poleo, César Rengifo, Pedro León Castro y Gabriel Bracho. Pero, si bien estos pintores atestiguaron las inclemencias y miserias del pueblo, al final los cuadros eran adquiridos por los coleccionistas y los pobres seguían quedando afuera. Esta situación hizo que me preguntara: ¿cómo puede ser incluida realmente una persona humilde en el arte? La respuesta fue el arte de participación”.