Lo más singular de estas obras de arte es la interacción entre el hombre y la naturaleza en un proceso creativo vivo / ABC

Por ELENA CUÉ 

Lo sublime es algo que nos arrebata, que nos eleva, no hay sublimación sin pasión. Esta experiencia llena de belleza exalta al espectador a niveles no habituales de conmoción estética o moral. El MUSA (Museo subacuático de Arte) está sumergido frente a la costa de Cancún, México, y es el mayor museo bajo el mar, con más de 500 esculturas realizadas por Jason deCaires Taylor. Es una de esas experiencias que nos elevan por su grandeza.

Jason deCaires Taylor (1974) es un escultor inglés, con más de 18 años de experiencia como submarinista y premiado por sus fotografías subacuáticas, donde capta cómo las esculturas se convierten en algo orgánico, viviendo una continua transformación por los efectos del océano.

Los microorganismos que pueblan los océanos colonizan las superficies de estas esculturas creando arrecifes coralinos. Las esculturas estan constituidas con una mezcla especial de cemento, microsílice y arena que produce un hormigón con PH neutro que hace que estos microorganismos conquisten la superficie de ellas, engrandeciendo la obra y ayudando a sostener el medio ambiente. La creación de coral sirve como áreas de reproducción y crianza para muchas especies que forman el ecosistema. En este caso, lo estético y lo utilitario se funden en esta sublime composición, ya que estas esculturas tienen como propósito hacer de arrecife para que el coral pueda reproducirse en él incrementando la biomasa marina y fomentar la reproducción de las especies.

Enmanuel Kant, en su ensayo Lo bello y lo sublime, vinculaba el sentimiento de lo sublime con la idea de infinito, aquello que nos impresiona por la grandeza de las realizaciones a las que da lugar (lo sublime matemático). Visualizar la composición de más de 500 esculturas a tamaño natural, cada una con su rostro personal, al igual que se hiciera miles de años atras con Los guerreros de Xian, es una experiencia grandiosa. Lo sublime dinámico sería todo aquello que nos muestra su inconmensurable poder, como son los prodigios de la naturaleza. Lo ilimitado, misterioso, imponente, bello, majestuoso, soberbio y aterrador que tiene el mar no hace sino potenciar este efecto sobre las inquietantes esculturas. Por tanto, la relación de conflicto surgido entre nuestro entendimiento y la imaginación, provoca nuestro sentimiento sublime hacia lo que observamos.

Lo más singular de estas obras de arte es la interacción entre el hombre y la naturaleza en un proceso creativo vivo. En la Grecia Antigua la naturaleza (lo natural) y el arte (lo artificial) no tenían nada en común, son dos realidades distintas ya que las leyes que las gobiernan son totalmente diferentes. Por ello, hacer que estas dos realidades confluyan en un todo, es fascinante. La obra de arte, artificial, creada por el hombre se metamorfosea dando lugar a algo natural hasta que lo primigenio se oculta.

Jason deCaires Taylor crea esta síntesis entre el hombre y la naturaleza, el arte y la ciencia, donde las esculturas, con el mar como metáfora de infinito se individualizan como formas apolíneas envueltas en el fluir y refluir de lo dionisiaco.

*El texto de Elena Cué sobre Jason deCaires fue publicado en el diario ABC, el 26 de julio de 2014. Su autora, además de colaborar con el mencionado diario, es creadora del blog www.alejandradeargos.com.


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