Papel Literario

Habla Axel Capriles

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Por NELSON RIVERA

—Quiero pedirle que nos explique qué podemos entender como pasión. ¿Qué diferencia las emociones de las pasiones?

—Pasión, del griego pathē y del latín passio, fue el término usado durante la mayor parte de la historia de la cultura occidental, por lo menos hasta los siglos XVIII y XIX, para designar el muy amplio espectro de la experiencia humana que hoy entendemos por estados afectivos, desde los apetitos ligados a los instintos, hasta las emociones básicas, como el miedo o la ira, las emociones de mayor complejidad, como la soberbia o el amor, o los sentimientos morales. A partir del siglo XIX, la palabra pasión fue desplazada por el término emoción. Significa, también, una extensa y diferenciada área de experiencias con tono afectivo de agrado o desagrado, cuya definición va a depender de la orientación teórica. Hoy usamos el término pasión para referirnos a un conjunto de representaciones con carga afectiva, a las emociones, por lo general complejas, que toman la dirección y control de la personalidad de los individuos.

—Cita a Martha Nussbaum para señalar que las emociones están siempre asociadas a objetivos. ¿Ocurre lo mismo con las pasiones?

—Durante gran parte del siglo XX, dominó un enfoque, la teoría jamesiana, que entendía la emoción como el acompañamiento sensorial de una reacción corporal, fisiológica. A partir de los años setenta del siglo XX ganó terreno la orientación cognitiva que ve las emociones como conductas intencionales, racionales, orientadas a objetivos y metas. Y efectivamente, las pasiones tienen fines, destinos y puertos que conquistar. Pensemos en el poder, en la codicia. Están orientadas hacia cierto tipo de objetivos a los que se llega mediante el despliegue de disposiciones y conductas particulares.

—¿Cómo se vincula el sujeto apasionado con las emociones de los demás?

—Hacia 1920, un psiquiatra francés de nombre Clérambault publicó un texto sobre las psicosis pasionales, en particular sobre la erotomanía, un trastorno paranoide en el que un individuo se encuentra absolutamente convencido de que otra persona está enamorada de él. El trastorno es poco común, pero sirve para ejemplificar lo que sucede con la pasión. Las pasiones tiñen la vida de los seres humanos y vemos el mundo con sus colores. El objeto de la pasión es relevante. La mujer de quien estoy enamorado importa. La persona de quien siento envidia importa. Pero la pasión se sirve de su objeto para alcanzar su meta, para desplegar su patrón y revelar su significado.

—Usted habla de “sentimiento moral”. ¿Qué es un sentimiento moral? ¿Existen sentimientos que no son morales?

—Los sentimientos morales son las sensibilidades y afectos orientados a las otras personas o destinados a evaluarnos a nosotros mismos. Tienen que ver con normas morales sobre lo bueno y lo malo. Son, en muchos casos, juicios normativos. La compasión, la indignación, la vergüenza y la culpa son sentimientos morales. La alegría o el miedo no son sentimientos morales.

—Escribe: “La simpatía es una función de semejanza y concordancia”.

—La simpatía es la capacidad de sentir lo que siente otra persona, de ponernos en el lugar del otro. Es lo que hoy llamamos empatía. Pero a pesar de que es una disposición que nos abre a los demás seres, se activa en función de la cercanía y la semejanza que tenemos con el ser en cuyo lugar nos colocamos. Somos capaces de sentir el dolor ajeno y sufrimos cuando imaginamos el mal que afecta al otro, pero ello es posible a partir de su similitud con nuestra experiencia. Si la condición ajena es muy distante, muy distinta, no podemos ponernos en sus zapatos. Sufrimos más por la muerte de un vecino que por la de un chino en la alejada Manchuria. Nos afecta más la muerte de un chimpancé que la de un pez.

—Quiero preguntarle por el vínculo entre pasión e imaginación.

—La emoción tiene imagen. La única manera de entender una emoción es captar la imagen que está detrás. Las pasiones son ficciones, narraciones imaginativas con que se expresan los estados y procesos psíquicos. Pasión e imaginación son inseparables. El erotismo es el instinto sexual transformado y ensanchado por la fantasía. El amor es el deseo reinventado por la imaginación.

—Se refiere a las pasiones como “el sistema más coherente para expresar nuestra condición existencial”. ¿Por qué constituyen un sistema? ¿Es posible que seamos portadores de pasiones contradictorias, que se anulan unas a otras?

—Entendidas como emociones, no solo es posible que tengamos pasiones contradictorias, sino que es común y frecuente. Vemos muchos casos de amor y odio por la misma persona, de admiración y desprecio por otra, de sentimientos de grandiosidad que ocultan una profunda vergüenza. La noción de la pasión compensadora se fundamenta, precisamente, en la idea de que somos portadores de las más diversas pasiones y que una puede ser utilizada para neutralizar a otra. Pero digo que la pasión es el sistema más coherente para expresar nuestra condición existencial porque, entendida como representaciones con todo afectivo que dominan la personalidad, y a diferencia de las percepciones o las ideas, la pasión es la fuerza que expresa con mayor énfasis nuestra condición humana, nuestras necesidades, el estado de nuestro psiquismo, el momento en que nos encontramos en el proceso de desarrollo y cambio personal.

—¿Las pasiones guardan un impulso totalitario? ¿Lo quieren todo?

—Efectivamente, son una especie de impulso totalitario, ocupan casi la totalidad del espacio psíquico. El amante apasionado piensa constantemente en su amada. El hombre avaricioso interpreta todo en términos de dinero. El político obsesionado con el poder nunca descansa. Es por esa dedicación de todos los recursos mentales a un mismo fin que la pasión puede llevar a los más grandes logros o a la propia destrucción. Es una ética del exceso.

—Dedica usted un capítulo a Erotismo y Exotismo. Me llamó la atención lo diverso de los ejemplos que usted menciona. Eso sugiere que en muchas culturas se establece ese vínculo. ¿Por qué?

—Porque lo exótico, como lo diverso, lo sorprendente, lo misterioso, lo excluido, potencia la imaginación. Llenamos lo desconocido con las imágenes y composiciones de nuestro propio inconsciente. Lo exótico, por demás, implica la ruptura del tiempo lineal y habitual, es una disrupción del comportamiento normado que propicia la transgresión. Más allá de la consciencia cotidiana, está el área indeterminada del inconsciente donde se unen instinto y espíritu.

—Su libro me hace pensar que las pasiones no son un fenómeno constante. Son históricas, es decir, cambian con los tiempos.

—Las pasiones son arquetipales, son parte de nuestra naturaleza humana, por más complicado que sea hablar de disposiciones naturales. Pero hay factores culturales que propician el dominio colectivo de ciertas pasiones por encima de otras. La fama, por ejemplo, fue una orientación afectiva en la Grecia Heroica. Pensemos en Aquiles, en Héctor. El héroe prefiere morir joven a cambio de que su fama perdure en el tiempo. En la alta Edad Media, la humildad se propagó como virtud dominante. El Cristianismo condenó el afán de lucro, el mismo impulso que el Capitalismo convirtió en el motor de la modernidad. El amor cortés es distinto a la relación afectiva que hoy en día concebimos como amor.

—¿Qué factores de nuestro tiempo han desatado tendencias como la erotización de los intercambios, el auge del narcisismo, la codicia y el apetito desmedido por el poder?

—Creo que el ser humano contemporáneo ha perdido la relación con lo transcendente. En un mundo posmoderno relativo, móvil, líquido, sin nada por lo que valga verdaderamente luchar, el hombre (en sentido genérico) ha quedado solo consigo mismo. El narcisismo es esa condición autoreferencial, un tipo de personalidad en el que toda la energía psíquica está canalizada hacia el yo. El poder alimenta la grandiosidad, la falta de límites, propulsa el dominio y expansión del yo. La codicia se caracteriza por la voracidad, por la necesidad del crecimiento incesante. Yo diría, sin embargo, que en la sociedad borderline en que vivimos, Eros es el verdadero ausente. Resalta la incapacidad para la conexión íntima, profunda y significativa con las personas que nos rodean.

—En el capítulo final pone foco en la cuestión de inferioridad sicopática y poder.

—Todos tenemos un déficit en la personalidad, desperfectos, cárcavas psíquicas, huecos y vacíos a donde no llega el alma. Esas lagunas anímicas se llenan con poder. El líder psicopático se conecta con esos vacíos. La inferioridad psicopática es una zona inestable y de baja resistencia del psiquismo. Nos hace vulnerables a las manipulaciones de seres superficiales que engrandecemos como pegamento para nuestras fisuras.

—¿Qué valor le atribuye usted a la literatura como recurso de conocimiento de las personas y del mundo?

—La vida psíquica se expresa en mitos, en cuentos y leyendas, en historias representadas y narradas. Las referencias literarias nos dan imágenes con las que se alimenta la psique. La literatura es, así, un medio para la creación y formación de alma. Permite la reflexión sobre los argumentos y emociones que nos hacen más característicamente humanos. La literatura es el principal recurso con que contamos para la educación psíquica.