Papel Literario

Guernica clavada en la memoria

por El Nacional El Nacional

Introducción

Los venezolanos hemos sido testigos por estos días de las escenas más impactantes de madres famélicas cargando, en brazos desfallecidos, a sus hijos muertos por desnutrición. Son seres con miradas perdidas, sin siquiera ánimo de implorar al Supremo Ser un poco de misericordia. En esta brillante crónica, el doctor Graziano Gasparini hace una evocación de “la matanza de los inocentes”, de Herodes. Un tema que obsesionó a los artistas, en el tiempo. Y lo compara con el Guernica de Pablo Picasso. Para Gasparini nadie ha plasmado con tanta intensidad ese tema como la madre que implora al cielo por la injusticia cometida. Y hace la comparación con grandes maestros de la historia. Lo hace con modestia, como si no conociéramos sus amplios conocimientos sobre arte. Pero mucho más que eso revela una enorme sensibilidad. Una obra maestra que denuncia hechos cometidos por humanos. O algo parecido. Una pieza que es un grito, una implosión de dolor. Hay diferentes formas de cometer genocidios. Se van perfeccionando en el tiempo. Pero cada una de ellas es tan terrible, como la primigenia en la que Herodes inicia tan espantoso acto.

Beatriz Sogbe

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La memoria es el archivo de los recuerdos. De lo vivido, observado y, principalmente, de lo que más nos impactó, dejando huellas imborrables. Uno de los temas que ha sido de mi constante interés, en el tiempo, ha sido la creación del Guernica por Pablo Picasso.

La primera vez que estuve al frente de esa obra fue en 1958 en el MoMA. Para esa fecha, la pieza tenía 21 años de haber sido realizada. Hoy, que escribo, tiene 82 años. Fue un encuentro sorprendente que me dejó desconcertado y perplejo y, al mismo tiempo, fue atrayente y arrebatador. Volví a contemplarlo a los pocos días con más serenidad y sabiendo que iba a experimentar una nueva sensación y noveles intentos para profundizar un entendimiento más claro de los mensajes, significados y simbolismos. Esa fue mi segunda visita y en ella se me hizo más claro el unívoco recado del horror de la guerra, de la masacre, de la colérica impotencia y del dolor. Muchas conjeturas me fueron transmitidas desde la obra. Todas encasilladas en la memoria.

Picasso recibió el encargo de realizar una obra para la exposición internacional de París, en 1937. Apenas semanas después de la tragedia y, concretamente, para ser expuesta en el Pabellón de España, diseñado por José Luis Sert. Un encargo del director general de Bellas Artes de Madrid, durante 1936-39: Josep Renau. El tema escogido por el artista fue originado en el cruel bombardeo del pueblo vasco de Guernica que los aviones de Hitler descargaron el 26 de abril de 1937. Fue una acción premeditada y planificada para destruir esa comunidad que apoyaba la segunda República Española y, al mismo tiempo, comprobar la eficiencia nazi. Franco no pudo encontrar otro aliado de la misma calaña.

Se han escrito y debatido demasiadas opiniones, deducciones, críticas, elogios y contrariedades sobre la obra. No me atrevo a entrar en ese campo y prefiero quedarme con lo experimentado por mis sentimientos y personales apreciaciones. Como restrictivo conocedor de la historia del arte, no dudé en asociar el Guernica de Picasso con “la matanza de los inocentes”. Tema pictórico basado en un hecho respaldado por la Biblia y dado a conocer por el Evangelio de San Mateo. La veracidad histórica de ese acontecimiento es cuestionada. Sin embargo, encontró amplia aceptación y difusión entre los pintores, durante todo el siglo XVII. ¿Acaso la masacre del Guernica no fue también la matanza de los inocentes? ¿Y cuántas masacres y genocidios se han cometido en estos dos mil años que le siguieron a la bíblica de Herodes? Imposible imaginar la abrumadora cantidad.

La figuración de “la matanza de los inocentes” amerita algunas observaciones porque al final me permitirán enfrentarlas con el Guernica de Picasso. El tema aparece en la Edad Media, tanto en la pintura como en la escultura. Los capiteles románicos de España y los manuscritos realizados en los conventos desde el siglo IX ofrecen una visión convincente para sintetizar la crueldad de lo ocurrido. La representación es aún tosca en los capiteles y estática en lo figurativo y así se mantendrá con las mismas características hasta el siglo XII. Giotto (1267-1337) ejecutó en los frescos de la Capilla de Scrovegni de Padua (Italia) 36 temas relacionados con el Nuevo Testamento. El recuadro asignado a “la matanza de los inocentes” sigue acusando esa rigidez de los personajes reunidos en un grupo de indiferentes. El mismo homicida no transmite la crueldad de su acción. Son los momentos propios del periodo de formación que antecede al renacimiento y al renovado interés por las manifestaciones culturales de la antigüedad clásica.

A finales del siglo XV, en 1483, nació Martin Lutero –el hombre que sacudió Europa con su visión diferente de la religión cristiana y padre de la Iglesia protestante. El enfrentamiento entre las dos Iglesias influye en los pintores del siglo XVII. La Reforma protestante fue un cisma que nació en Alemania con Lutero y que repercutió en otras naciones del centro y el norte de Europa. Con Juan Calvino en Francia, con Enrique VIII en Inglaterra y otros países nórdicos. El cisma o separación de las dos Iglesias motivó el Concilio Católico en la ciudad de Trento (Italia) que duró, desde 1545 hasta 1563, para reafirmar, mediante una Contrarreforma, los decretos doctrinales de los principios del catolicismo. Estos movimientos religiosos, además de establecer conceptos contrapuestos, también originaron dos percepciones distintas que, inevitablemente, lograron resultados diferentes entre los artistas flamencos (protestantes) y los italianos (católicos).

Si, por ejemplo, contemplamos la producción de los pintores flamenco Peter Paul Rubens (1577-1640) y Cornelis van Haarlem (1562-1638), ambos protestantes y ambos autores de dos versiones de “la matanza de los inocentes”, y los comparamos con dos pintores italianos como Guido Reni (1575-1642) y Daniele da Volterra (1509-1566), se advierte, de inmediato, que en los flamencos el tema pasa a un segundo lugar para ensalzar el desnudo con una presencia dominante y hasta irreverente. Los italianos son más puritanos y los personajes que pintan son casi siempre vestidos y con la obligación de cubrir los genitales censurados por la Contrarreforma. Se llegó al extremo de retocar y de tapar todas “las vergüenzas” de los desnudos pintados por Miguelángel (1475-1564), en el fresco del Juicio Final de la Capilla Sixtina del Vaticano. Por suerte, las obras de restauración hechas a finales del siglo XX eliminaron todos los disparates contrarreformistas. Considerando los diferentes principios entre flamencos e italianos, es fácil comprender por qué una de las versiones de “la matanza” de Cornelis van Haarlem nunca hubiese entrado en una Iglesia católica.

He reunido y observado varias versiones de este tema bíblico para comparar las contrastantes interpretaciones que los artistas asignaron a los personajes en sus obras y, en particular, a las expresiones de horror que estigmatizó la masacre. Sin duda, los protagonistas principales son las mujeres, las madres que intentan salvar a sus hijos. Escenas tratadas con un realismo dramatizado propio del barroco del siglo XVII. La cruel atrocidad de los infanticidas exhibe caras duras, adustas, expletivas e inexpresivas que contrastan con las más horrorizadas de las mujeres. En ambas cristiandades, la protestante y la católica, los pintores buscan el ápice efectista en las vehemencias, gestos, violencias y defensión de las mujeres. El cuadro de Guido Reni es un buen ejemplo. En la mayoría de las obras dominan las actitudes contrastantes de dolor, miedo, pánico, horror y desesperación que se alternan con actitudes de impotencia y desfallecimiento. No faltan expresiones de resignación de mujeres que miran al cielo esperando el milagro que nunca llegó.

Ahora bien, ¿qué tienen que ver todas las pinturas dedicadas al tema de “la matanza de los inocentes” con el Guernica de Picasso? ¿Por qué es posible una confrontación entre el mensaje de Picasso con todas las demás obras del mismo tema? ¿Por qué esta pintura del arte contemporáneo, con sus formas deformadas, sintetizadas, expresivas y verborreas compite con el realismo del siglo XVII?

Si analizamos la composición del artista malagueño, ese gran lienzo de 7,75 de largo y 3,50 metros de alto, podemos entender por qué ha sido considerado la obra maestra del siglo XX. La suma de símbolos y significados que emana ha sido explicada, razonada y detallada por una gran cantidad de críticos que coinciden en detener los efectos funestos, catastróficos y execrables de la guerra y de los sufrimientos imborrables de los seres humanos. Saber leer el Guernica de Picasso significa percibir el mensaje que no habían logrado otras obras denunciadoras. A lo mejor, el cuadro El 3 de mayo de 1808, que Goya pintó en 1814, es precursor del mismo mensaje y del inicio de la contemporaneidad.

Señalé anteriormente que las mujeres figuran como las protagonistas de la masacre de los inocentes, con aspecto descalabrado, llenas de terror, dolor, miedo e inútil resistencia. Sin embargo, en mi opinión pienso y creo que ninguna ha superado la de Picasso. La mujer con su hijo muerto entre sus manos y ella mirando al cielo desembocando su ira, rabia, destrozo, maldiciones y la sinrazón de la injusticia, nunca ha sido expresada con tanta reciedumbre y clareza penetrante.

Categórico y compartido lo dicho por Herbert Read: “No solo Guernica sino España. No solo España, sino Europa está simbolizada en esta alegoría”.

Graziano Gasparini

Marzo 2019

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Imágenes

1. Guernica de Pablo Picasso; 1937; óleo sobre lienzo; 776,6 x 349,3 cm; Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid

2. La matanza de los inocentes de Giotto di Bondone; 1302-05; fresco en pared; 200 x 185 cm; Capilla de los Scrovegni, Padua

3. La matanza de los inocentes de Peter Paul Rubens; circa 1638; óleo sobre madera; 198,5 x 302,2 cm; Pinacoteca Antigua, Múnich

4. La matanza de los inocentes de Guido Reni; 1611; óleo sobre tela; 268 x 170 cm; Pinacoteca Nacional, Bolonia