Por ANTONIO GARCÍA PONCE
Hay que cabalgar sobre la cresta de esa inmensa ola que nos va a cubrir a todos de nostalgia y de ignominia y que se llama la “moda Gómez”. Para romper el conjuro –a fin de que podamos soportar con entereza el vaho mortificante– invocamos los testimonios y el polvo de la historia acumulados en la Gran Papelería del Mundo, esa vasta propiedad latifundista del Padre de la Patria, Caupolicán Ovalles, “indio tomador de cerveza”, “hijo de Gautimocín y Elba”. Acto previo: Caupolicán nos lleva a la casa de Margarita Chitty.
Nos abrimos paso entre las Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez, de Ramón J. Velásquez, y la telenovela de Cabrujas, interpretada en forma magistral por Rafael Briceño, apartamos el libro ¿Quién mató a Juancho Gómez?, de Pablo Sulbarán, y la reedición de Mi compadre, de Fernando González; escalamos el montón de reproducciones de las fotos de “Torito” y eludimos el Oficio de difuntos, de Arturo Uslar Pietri; bebimos hasta la náusea todos los detalles de la época gomera que nos sirven en forma incesante José Rivas Rivas y Luis Cordero Velásquez, hasta que por fin llegamos a la casa de Margarita Chitty de Hernández Ron, donde estaban las reliquias desconcertantes de “El Bagre”, “El Tirano de La Mulera”, “El Asno-Vámpiro” (así, esdrújulamente pronunciado).
Margarita Chitty es bisnieta del almirante Gualterio Chitty, digno oficial que combatió en la batalla del Lago de Maracaibo; y nieta de Cristóbal Chitty, ingeniero a quien se debe mucho en el trazado de los ferrocarriles, el de Caracas a La Guaira, por ejemplo. Margarita nos trae una gorra militar que usó Juan Vicente Gómez. En la visera puede verse un escudo de Venezuela con las fechas 1810 y 1859 y la palabra Libertad, lo que quiere decir que Juan Vicente llevaba la Libertad en la frente. Por dentro, la gorra lleva la marca de fábrica: DIA-Berlín.
Margarita nos enseña también el bastón de mando de Gómez, con el que aparece en numerosas fotos. Es de madera y bronce, y remata en uno de sus extremos con la cabeza de un perro. La gorra y el bastón pertenecen ahora a la familia del doctor Santiago Hernández Ron, junto con otros enseres de la época, como un plato de la firma Rosenthal, que lleva grabada la leyenda “Benemérito Presidente de la República, Juan Vicente Gómez” y que Caupolicán asegura que era usado por el dictador para que le sirvieran su plato favorito: vidrio molido a la fricasé.
¡Ya está hecho el ensalme! El autor de Copa de huesos se ha transfigurado en El Salvador de El Salvador y así rompe el hechizo, cagándose en él. Caupolicán Ovalles nos puede abrir ahora su Gran Papelería para ofrecer a nuestros lectores toda la literatura pre-gomera, gomera y anti-gomera. Podríamos empezar por los antepasados de Dolores Amelia Núñez de Cáceres, que le dio a Juan Vicente Gómez ocho hijos: Juan Vicente, Florencio, Rosa Amelia, Hermenegilda, Cristina, Berta, Ifigenia y Juan Crisóstomo. Es que Caupolicán, el Padre de la Patria, es propietario de las memorias de Pedro Núñez de Cáceres, el abuelo de Dolores Amelia, abogado dominicano que llegó a Venezuela luego del intento fallido de liberar a su patria en 1821. Se radicó en el país y ya en 1822 dio un hijo a Venezuela, José María Núñez de Cáceres, extraordinario políglota, memorista histriónico, poeta, historiador. Y, al lado de los escritos y papeles de los abuelos y bisabuelos maternos de los Gómez de hoy, esos que demandan a Cabrujas, a libretistas y actores, la Gran Papelería del Mundo nos ofrecerá también los periodiquitos, amarillentos hoy, pero tal como salían ayer, redactados por los estudiantes contra Gómez.
De esta manera, nos empatamos en la “moda Gómez”, guiados por Caupolicán Ovalles, quien no se imaginaba, allá por los lados del Panteón, asomado a la ventana de balaustres, vestido “de zapato y de uniforme de colegio”, que una vez iba a mancillar con su anatomía de poeta-águila la gorra y el bastón de mando del asno-vámpiro.
Más bien dijo:
“Yo
con mi cara manchada
propia de un Obispo
con mi estalactita misteriosa
con mi bigote
humo y claroscuro
con mi fabla azul
con la parte banca de mi cara
que no acaba de pasar el río
con el Peñón de Gibraltar
en La Pinta de mi alba
con mi látigo genético
apartando rostros, pendones y perfiles.
Yo bastón de Moisés
lengua de obsidiana
piel de lucero.
Yo
muerto
como yo
que me mira”.
(Alfabetarium)
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