Papel Literario

Carta a Freddie Mercury

por El Nacional El Nacional

Desde aquí, muy cercano a tu alma, inicio la escritura de estas impresiones sobre ti y tu arte para que puedas leerlas allá donde estés. Espero que no te decepcionen.

No me ha sido fácil emprender esta iniciativa; escribir casi un sumario de una vida y una obra torbellino, plena de la luz de Zanzíbar (5-9-1946), cargada del ímpetu estrepitoso de una catarata, vorágine de animaciones condensadas en una única obsesión: hacer música de calidad, cantarla y vivirla. 

Tu vida, como la de algunos grandes, es Varius multiplex, como diría Marguerite Yourcenar cuando se le preguntó por qué un perfil de Adriano y no de Marco Aurelio. A lo que respondió: 

“La experiencia humana de Marco Aurelio, es profunda pero no bastante vasta. Es la vida de un gran moralista, escrupuloso y descorazonado. Es algo hermoso, pero eso no llevaría muy lejos en materia de variedad humana”.

Igual acontece con otras estrellas del rock de las cuales soy seguidor: John Lennon, Paul McCartney, Mick Jagger y Robert Plant. De estos había comportamientos esperados; ellos los dibujaban; sabíamos más o menos, de acuerdo al entorno típico del mundo del rock, con las variantes de tiempo y espacio, qué esperar de ellos a pesar de toda su rebeldía y contestación. En ti, Freddie, hasta la aparición de la muerte fue consustancial al vértigo permanente en el que transcurrió tu vida.

Son contados los seres humanos que definen en tan corto espacio de tiempo, cuando poseen conductas ambiguas, sus verdaderas inclinaciones sexuales; a unos les lleva una porción de su existencia, a otros, gran parte de ella y a muchos, toda. Por eso suman tanto a la práctica del amor vivencias tan novedosas como las tuyas al lado de Mary Austin, y tu definitiva afirmación homosexual. Únicos han sido los creadores de grandes composiciones y sus interpretaciones que han dejado huella en el alma humana. Grandes los que han abonado legado a la música, y al rock en particular, al sumar a este experiencias jazzísticas, operísticas y clásicas. Uno de ellos, Freddie, has sido tú.

La inocencia de los genios siempre es superior a su arte. Cuando Nijinski, Gran Maestro de la danza clásica –en su para muchos ininteligible talento de escritor– dijo de su amada Romola: “Me ha amado y hasta adorado por encima de todas las cosas, pero no me ha sentido”, le aportaba un inmenso caudal de sabiduría al mundo sobre el amor, apenas descifrado al presente. Les abría a los estudiosos del tema nuevas aristas para comprender al ser humano y las complejidades y enigmas que rodean este sentimiento y el cruce con preferencias sexuales que, poco o mucho, en ocasiones, tienen que ver con aquel. 

Se puede amar a un hombre o una mujer, sujeto u objeto, dependiendo el rol que juega cada uno en la relación, lo que él o ella es, encarna, representa, inspira, comunica, entrega; pero puedes no sentirlo, es decir, desconocer al otro, al que no se ve, el del lado oscuro o el reverso cultural que lleva cada ser humano de lo masculino y femenino, sin que prevalezcan los genitales. Por eso el amor que se hace eterno y único, sin importar lazos y herencia material o genética, es aquel donde el sentir es el complemento clave del amar.

Tú y Mary Austin lo lograron en el ciclo de tiempo, a mi manera de ver, más definitorio de tu vida, los años de oro –nace Queen, diseñas el logo que los identifica y produces la pieza emblemática de la banda– entre 1970 y 1976, en que les tocó compartir como pareja, y a ti asumir, gracias a amarte y sentirte, tu verdadera sexualidad. Se ha hecho célebre tu confesión, cuando le manifiestas tu creencia acerca de la condición bisexual y ella te responde para ayudar a conseguirte: “Freddie, no eres bisexual, eres gay”. Y esa sentencia, estoy seguro, fue un aliciente que te hizo libre para siempre.

Esa transición, en esos años en que ella comenzó a percibirte extraño, coinciden con tu creación musical más importante: “Bohemian Rhapsody”, por la influencia que pudo tener el reconocimiento de tu homosexualidad, para mí crucial, en la elaboración de la letra y música de aquella bella e histórica canción. Mary se hará imprescindible en tu vida y tú en la de ella.

Será una relación transparente, fundamentada en la lealtad, la verdad, el amor y la asistencia mutua. Pero especialmente, y esto exalta más su personalidad y valores, por su condición humilde, su nobleza y desprendimiento, puesta a prueba en tus meses finales, cuando se preparaba el testamento, y la sorprendiste con la donación de la mansión de Garden Lodge, de 28 habitaciones y una hermosa colección de mobiliario antiguo y pinturas; ella insistió en que la donaras a la sociedad inglesa.

En sus propias palabras, ella deja entrever, en una entrevista concedida al Daily Mail algunos años después de tu partida, por qué para ti fue imposible de sustituir:

“Perdí a alguien a quien creía mi amor eterno. Cuando murió sentí que había tenido un matrimonio (1). Habíamos vivido nuestros votos. Habíamos permanecido juntos en los buenos tiempos y en los malos, en la pobreza y en la riqueza. En la salud y la enfermedad. No podrías separarte de Freddie hasta que hubiere muerto; incluso entonces, ha sido muy difícil…Hubiese preferido que fuera lo contrario. Yo tendría que haberme ido primero. Hubiera preferido que fuera él quien tuviera que echarme de menos y no yo a él”. 

“Bohemian Rhapsody”: gran ópera prima

Brian May ha dicho que tú disfrutabas mucho por las decenas de interpretaciones que se hacían acerca de la letra de tu mejor lograda canción. En tu caso particular odiabas hablar de ello y así lo afirmaste en su momento. De allí tu comentario:

“Es una de esas canciones que tienen un aura de fantasía alrededor. Pienso que la gente debería simplemente escucharla, pensar en ella y luego formar su propia opinión acerca de lo que les dice”.

Cuando se dio a conocer “Bohemian Rhapsody”, en 1975 en el álbum A Night at the Opera, en mi caso, satisfecho quedaba con dos explicaciones que no me decían mucho –sentía la mía al escuchar la canción, que me desbordaba en sensaciones, pero en aquel momento no tenía la dedicación ni los elementos para su estudio– una, la de tu baterista, Roger Taylor, que comento: el significado de la pieza es claramente de autoexposición, con solo unas pequeñas partes sin sentido. La otra, de Kenny Everett, el DJ que tuvo la audacia de poner el sencillo en la radio, quien te cito: es un sinsentido, aleatorio y rítmico.

Podía estar tranquilo siguiendo tus recomendaciones para aquel entonces, como me sucedía con las intrincadas obras de Joyce, Onetti y después Canetti, pesadas para descifrar con las primeras lecturas, pero muy sentidas y amadas luego, como si fueran sencillas y tiernas como las de los Hermanos Grimm.

Hoy después de más de cuatro décadas me siento motivado, por aquella conjunción tan importante de amar y sentir y de leer y escuchar tantas elaboraciones diferentes sobre la letra, a hacer la mía propia, que será una más, y en parte ya enunciada por otros, de este ya clásico del rock, pero que también hará definitivamente míos, aquí donde aún estoy, tu imagen y tu arte. 

La letra expresa el momento supremo del conflicto entre el Farrokh Bulsara, hijo de padres de origen parsi de la India, nacido en Zanzíbar, hoy parte de Tanzania, sociedad premoderna en la que sobreviven rasgos de cultura primitiva; un lugar de mayoría musulmana donde el homosexualismo se penaliza severamente y la vida transcurre pautada por normas conservadoras y excesivamente machistas –condiciones que ayudan a determinar la base moral y los valores primarios que marcaran el camino a seguir– y el Freddie Mercury, liberal, citadino, consumidor de estimulantes y alucinógenos, promiscuo, en tránsito a la liberación individual y la emancipación personal y sexual.   

Echas mano de tu madre, ahora encarnada en la figura de Mary, a quien confiesas que has matado a un hombre, el otro Freddie: Farrokh Bulsara, heterosexual, conservador y presionado por la religión musulmana, pues dudo que en tu caso fueras practicante del Zoroastrismo, una religión en extinción, no influyente en Stone Town, Zanzíbar, donde el 90% profesa la fe del profeta Mahoma. Ella en condición de Madre, te aligera de cargos de conciencia para el largo juicio puesto en escena en la canción. Juicio sobre tu identidad sexual, sobre tu condición social, tus costumbres y sobre tus creencias religiosas. 

A la parte estrictamente musical, compuesta de seis secciones, donde incorporas con audacia la parte de ópera, a partir de tres de tus representaciones favoritas: Scaramouche (personaje bufonesco de la comedia del arte), Galileo (astrónomo florentino acusado de hereje y condenado por la inquisición), y Fígaro (figura principal en la ópera de Rossini), podemos hacerle infinidad de lecturas sin arribar a conclusión alguna. Para mí, imágenes de tu admiración que sirvieron para recrear la sección seudo operística, que encaja armoniosamente con el resto gracias a tu genio, buen gusto y a la novedad, sin sentido para los convencionales, de integrarla a la música rock.

La coronación de Queen

El rápido éxito logrado con el sencillo “Bohemian Rhapsody” le abrirá a Queen las puertas al estrellato, al reconocimiento mundial y la ruta a sus integrantes para comenzar a escribir una página novedosa y trascendente en la historia de la música y particularmente de la música rock.

Todo será distinto a partir de “Bohemian Rhapsody”, pues se descorrerán las cortinas de los grandes escenarios del mundo, donde con ansiedad los jóvenes esperan escuchar los virtuosos acordes de Queen y tu voz encantada, tu teatralidad coqueta, ambigua y cautivante y tu energía fulgurante e inagotable.

Voz excepcional, descrita por los especialistas afirmando que en la escala de algunos compases va de un gruñido tipo rock gutural al tierno y vibrante tenor y luego, en la parte alta, a un tono de alta coloratura, perfecta, pura y cristalina. A pesar de que nunca tomaste clases de canto, fuiste maestro en modulación, poseedor de uno de los vibratos más emblemáticos en la historia de la música.

Dificulto teatralidad más imantada que la tuya, para seducir al público a punta de provocación, versatilidad y gracia. Famosos tus desplazamientos felinos marcando el escenario como amo absoluto; atril en mano, cetro de Reina, símbolo fálico, desafiando a tus seguidores para contagiarlos de tu alegría, tu excitación y un éxtasis musical casi religioso. 

Energía ostentosa escenificada –en un cuerpo perfectamente masculino, ligeramente vestido, con pantalones deportivos, generalmente con el torso al aire, o con la célebre chaqueta amarilla que te inmortalizó en escena–; el puño apretado, elevado tu mentón, la mirada fija en el cielo, potenciada como si nada ni nadie pudiera detenerte. 

Queen, gracias a tu genio y el de tus compañeros, se convertiría en la banda de rock con la que se dio inicio al uso en televisión de los videoclips, y que contribuyó sustancialmente a hacer de los conciertos espectáculos muy vistosos a través del uso de bombas de humo, flashpots, innovadores sistemas de luces móviles y la incorporación del público, estimulando así el auge del llamado rock de arenas.

En lo personal, cada vez que escucho “Bohemian Rhapsody”, condicionado por tu vida, su efecto me conmueve en la fibra más íntima hasta abatirme. Tu voz y tu música dejan sin defensa las armaduras de mi alma. Medusa hieratiza a los custodios de mis sueños, y deja que tus dones de nuevo me enamoren cual indescifrable desnudo en penumbra para cuya belleza no encuentro cuerpo. 

El momento supremo de tus presentaciones, llegó el día, y tú lo disfrutaste hasta el paroxismo, del concierto de Wembley, el 12 de julio de 1986. Histórico episodio que evidenció una vez más tu enorme carisma, cuando suspendiste en el tiempo a 70.000 personas que repitieron durante casi dos minutos, como si fueran autómatas, tus desplantes tiroleses. Según tu asistente, Peter Freestone, nunca antes se había visto a un ser humano tener por casi dos minutos al mundo entre las palmas de sus manos.

Un legado al mundo libre 

No tengo dudas de que la mayoría de las letras de Queen, en gran parte de tu autoría, constituyen un claro mensaje de los valores e ideas en los que se sustenta el mundo libre, es decir, son un bonito legado de liberalismo, belleza y frescura a toda la humanidad.

Es el caso de “Somebody to Love”, “I Want to Break Free”, “Crazy Little Thing Called Love”, “Don’t Stop Me Now”, “Radio Ga Ga”, “Who Wants to Live Forever”, “Under Pressure”, “Love of My Life” y principalmente “We Will Rock You”, de Brian May, y “We Are The Champions”, de tu cosecha, ambas del álbum News of the World, de 1977.

Ellas contienen buena parte de las motivaciones que nos estimulan como individuos en la búsqueda de calidad de vida, la realización personal, el amor, la distinción, la competencia, el éxito y la victoria en una sociedad abierta –ahora globalizada y revolucionada por las nuevas tecnologías– de democracia liberal, estado de derecho y libre intercambio económico, únicas garantías del libre albedrío y derechos humanos, civiles, políticos, sociales y económicos.

Las dos últimas especialmente, “We Will Rock You” y “We Are The Champions”, la primera inspirada en un riff del “Rock de la Cárcel”, de Elvis Presley, y la segunda nacida de la pasión por el fútbol, en la medida que pasa el tiempo remontan las barreras del entusiasmo únicamente hedonístico y de aspiración de victoria en el deporte para transformarse en verdaderos himnos para el combate. Y no por sus letras aparentemente insustanciales, sino por la enorme potencia contagiosa y apasionada que transmiten sus arreglos musicales.

Me atrevo, en un ejercicio de imaginación, en una visión retrospectiva de la historia, a afirmar que los generales de los antiguos ejércitos se habrían sentido en su ánimo guerrero más motivados, entusiastas y prestos a la batalla si hubieran escuchado “We Will Rock You”, cuando sus voces de mando ordenaban a sus legiones la colocación, el montaje y cierre de escudos para formar la pared y dar inicio al combate cuerpo a cuerpo. 

“We Are The Champions” llena la aspiración, por primera vez en una banda, de incorporar a la audiencia a su ritmo. Esta canción hizo posible el fenómeno de hacer existir al otro como actor en el interior de una misma obra y parte fundamental de ella. La gente también se hizo Queen, y a ello se debe que sea, sin lugar a dudas, según varias encuestas calificadas y especialistas, la canción más pegajosa de toda la historia de la música.  

Será también el himno que con más facilidad venga a la memoria de todos los seres que amamos la paz y la libertad el día que la sociedad liberal esté amenazada y tengamos todos, ahora no solo los ejércitos, sino también los ciudadanos, que integrarnos a su defensa, cantando…

We are the champions, my friends                     Somos los campeones mis amigos

And we’ll keep on fighting ’til the end                Y seguiremos peleando hasta el final

We are the champions                                          Somos los campeones

We are the champions                                          Somos los campeones

No time for losers                                                  No hay tiempo para los perdedores 

‘Cause we are the champions of the world       Porque nosotros somos los campeones del mundo.

Solo a los grandes creadores, caro amico, es posible rendirles el tributo de la calidad y la dimensión, como el que te ofreció a ti una constelación de estrellas del pop-rock de la talla de Metallica, Guns N’ Roses, Extreme, Elton John, David Bowie, Def Leppard, Ian Hunter, Seal, George Michael, Roger Daltrey, Robert Plant, Bob Geldof, Tony Iommi, Zucchero Fornaciari, Lisa Stanfield, Annie Lennox, Paul Young, Phil Collins, Chris Thompson y Liza Minnelli, en Wembley el 20 de abril de 1992, cinco meses después de tu muerte (24-11-1991).

En una ocasión le confesaste a Lesley Ann Jones, para una de las tantas biografías que se han escrito sobre tu vida, una expresión que sin duda hará historia: “¡No quiero ser una estrella! ¡Quiero ser una leyenda!”. Hoy, fiel amigo, la leyenda continúa… 

León Sarcos, enero 2019

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Notas

(1) Freddie le propuso formalmente matrimonio a Mary, pero este nunca se llevó a efecto.

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P.D. Tengo una inquietud de la que me gustaría oír tu opinión. ¿Qué pensaste el día que descubriste que los padres de Mary, trabajadores humildes del oeste de Londres, nunca podrían oírte, pues ambos eran sordos? En una próxima misiva te haré llegar mis impresiones sobre tu presentación con el Royal Ballet, tu actuación con Montserrat Caballé en Barcelona y mis humildes opiniones sobre la película Bohemian Rhapsody.