Balza
José Balza | El País

Por CARLOS SANDOVAL

Precocidades

En América Latina han sido pocos los intentos por teorizar sobre la esencia de la literatura (el mexicano Alfonso Reyes o el chileno Félix Martínez Bonati serían dos casos). Más frecuente es que los autores detallen los fundamentos poéticos de sus cuerpos narrativos. En Venezuela escasean ambas modalidades. Por ello, cuando en 1965 un joven José Balza irrumpe con Marzo anterior sorprende a todos pues lo denso de su propuesta lucía más propia de un escritor maduro. En 1967 publica Ejercicios narrativos y un año después su segunda novela, Largo. Esta precocidad no era más que la cristalización de aquello que había comenzado a los nueve años: la escritura de novelones a orillas del Orinoco, un adiestramiento que le sirvió para indagar –acaso de manera inconsciente– sobre las potencias de la novela.

En 1969 publica Narrativa instrumental y observaciones e inicia un recorrido conceptual que hoy constituye uno de los conjuntos reflexivos más sólidos del pensamiento literario del país. Allí combina teoría, crítica y ensayo como terrenos propicios para la exploración de asuntos que aunque puedan aparecer en el cuento o la novela requieren tesituras de otro tipo. En aquel libro analiza algunas estrategias de autores que modificaron el género en Occidente: Joyce, Proust, Kafka, Robbe-Grillet, Faulkner, Dos Passos. Nuevo asombro: a los treinta años las lecturas que refiere muestran a un sujeto que busca en los maestros los anclajes en los cuales fijar su propio despliegue como novelista.

Teoría + crítica + ensayo

Precisemos algunos términos. La teoría se conforma, grosso modo, sobre la base de doctrinas que intentan definir la naturaleza y el sentido metafísico de la literatura o, como en el caso de Narrativa instrumental y observaciones, de un género literario. La crítica se entiende como la disciplina que analiza hipótesis relativas a un aspecto determinado en una obra utilizando los aportes de una o de varias de aquellas doctrinas. Finalmente, en el ensayo el autor explora el mundo sin obligación de aparatajes teóricos-metodológicos. El interés básico del ensayo es la formulación de sugerencias antes que de conclusiones.

En Narrativa instrumental y observaciones Balza se desdobla en teórico cuando entiende, asentándose en el legado de los novelistas de principios de siglo XX, que es posible «construir novelas tomando como base experimental la idea de la multiplicidad psíquica del personaje». Pero también practica la crítica al incidir en los mecanismos de funcionamiento de las piezas que utiliza como ejemplos para postular la teoría. Por su parte, el ensayo aparece al momento de sugerir, por ejemplo, que Platón sería el primer novelista de Occidente, o que en las categorizaciones de Kant bulle la esencia de la novela como género. Y sobremanera, en la tersa prosa que nos convence por su tono y ritmo, por su belleza.

Materializaciones

En los años sesenta ya se tenía a Balza como uno de nuestros más respetados ensayistas; su influjo era tan obvio que imponía lecturas, tendencias plásticas, músicos, filmes. Su pensamiento estético contaminaba casi todas las discusiones. La agenda de sus intereses reflexivos no parece tener límites, aunque sí un objeto casi único: la cultura venezolana y su inserción en Latinoamérica. Su talante ensayístico impregna muchas de sus novelas. En D (1998) leemos este fragmento en el que explica la ausencia de rigor en los materiales producidos en el país: «no existe el acceso a lo abstracto: todo paso en este sentido, que pretenda asumirse a sí mismo lógicamente, deviene (…) incoherencia. El desenfado, la prisa, una apasionada manera de apoyarse en puntos desconociendo la totalidad, cortan el pensamiento (…), limitan».

Las figuras de José Antonio Ramos Sucre y Julio Garmendia constituyen casos tutelares. Balza se sumerge, asimismo, en las bibliotecas mentales de Teresa de La Parra y Guillermo Meneses para indagar en sus gustos lectores y en las consecuencias que ello produjo en sus respectivas prosas. La estrategia de acudir a las artes fictivas es una condición natural en sus ensayos. También, la incidencia de pormenores biográficos de los autores cuyas piezas comenta para obligarnos a pensar sobre un aspecto de esa obra y su espacio en la tradición literaria del país, como en el caso de los textos dedicados a Jesús Semprum, árbitro de la literatura venezolana del primer tercio del siglo XX. Balza deja claro que Semprum nunca produjo un trabajo orgánico; se dispersó en notas de prensa y en cierta molicie burocrática, un cáncer social que suele truncar vocaciones. Pero reconoce que la carrera de este crítico es una de las más fulgurantes en la disminuida Venezuela que le tocó en suerte. Los ensayos de Balza tienen, así, un sentido de reivindicación pero con base en aspectos estéticos, no políticos ni idiosincrásicos.

***

Habría mucho que decir sobre los procedimientos composicionales y sobre las proyecciones (culturales, estéticas) de los ensayos de José Balza, y de su notable influjo en importantes escritores de los últimos cuarenta años. No obstante, desde la publicación de sus aforismos y de Pensar a Venezuela (2008) su dimensión ensayística alcanza cotas de mayor profundidad. Su carrera arriba, entonces, a un grado de comprensión del país que espera más lectores que entiendan que el pensamiento es lo único que nos salva, no el mero informe ni el dato puntual: la reflexión ensayada en textos luminosos.

Carlos Sandoval es crítico y narrador.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!