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Alfonso Reyes o de la poesía

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Por MARGARITO CUÉLLAR

Alfonso Reyes, contrario a Julio Torri, a quien tanto evoca en sus textos y elige como destinatario de numerosas cartas, dejó una obra por demás cuantiosa. Reyes: extenso río de aguas abundantes. Torri: río breve de aguas profundas. El saltillense escribe a cuentagotas, el regiomontano universal lo hace a diestra y siniestra sobre los temas más inusitados. No hay género literario que escape a su agudeza, erudición y malicia. Torri, solitario y huidizo, pule pequeñas joyas que lustra el tiempo dotándolas de brillo propio. Le bastan unas líneas para revelar el mundo a profundidad. Reyes en cambio pertenece al tipo de escritores que dan permanencia a la memoria y hacen de su obra un monumento inagotable.

El autor de Ifigenia Cruel no solo es el artífice de la literatura del siglo XX, es también una máquina de citas y un creador de páginas llenas de reflexión y humor inteligente; y si alguien en México ha tenido conciencia de su oficio como escritor es precisamente Reyes.

Ya en 1928 Jorge Cuesta, destaca: “…Reyes se aparta de la literatura de pastiche del ejercicio, retórico y aspira a la conquista de la personalidad”. Para Cuesta la obra de Reyes se orienta “…dentro de la precisión del lenguaje de Góngora y dirigida al mismo tiempo, hacia la música del silencio de Mallarmé”.

Desde cualquier ángulo que se le vea, la obra de Reyes es para disfrutarse. Aunque por instantes su obra es más de consulta que de cabecera, sus páginas están llenas de reflexión permanente; sus ocios y ratos de jerga transmiten la voz de un padre amoroso, paciente, armónico en complacencia con los ángeles, impenetrable a los demonios, embelesado en un mundo donde la letra y la vida son la misma canción, como ha señalado Paz.

La poesía de Reyes se reúne en Constancia poética (tomo X de las Obras Completas publicadas por el Fondo de Cultura Económica). Comprende: Repaso poético (1923-1958), Cortesía (1912-1958), Ifigenia Cruel (1923), Tres Poemas (1917-1931), Jornada en sonetos (1912-1956) y Romances sordos.

Reyes tuvo pleno contacto con las vanguardias literarias, aunque su poesía no refleja la novedad de estas. Prefirió el escudo protector de lo clásico al pozo sin fondo de la vanguardia. De este inagotable quehacer dan muestra innumerables sonetos, décimas y no pocos romances. Su oído se dio más a la armonía que a la estridencia. Cuando se deja seducir por el canto de las sirenas su voz apenas se insinúa; el ropaje de la pureza literaria parece cubrir todo velo de confesión que ponga en peligro su reputación de hombre ceremonioso.

Vista en conjunto, su poesía humorosa y los textos de ocasión dan al autor de Romance del río de enero un lugar importante en la versificación. Reyes es un versificador que conoce su oficio, que tiene oído y que lo mismo se apoya en Góngora que en Quevedo, en Mallarmé o en Fray Servando.

A 1918 se remota el cuartero de esta Fonética: “Ayer, gritando una muchacha: -¡Jaime!-,/ Desde un balcón al tiempo que pasé,/  Sorda la “jota”, solo dijo -¡Aime!-/ Y, por engaño de la voz: -¡Ay me!”

Adolfo Castañón dice que Ifigenia Cruel y Visión de Anáhuac son dos de los mayores poemas en verso y en prosa escritos en el siglo XX. Se soslaya en la madurez y en la profundidad de Ifigenia Cruel. Tiene razón. Aunque por alguna causa algunos preferimos la poesía juguetona de Reyes. La que esboza una media sonrisa sin renunciar a su formación clásica, la que conversa con la ironía elegante y alcanza el juego de las jitanfáforas.

Yo he disfrutado párrafos provocativos como esta “Contra Jerigonza”: “De la pulga o lamedor/ Que los físicos fabrican / O de la explosión impúdica/ Que la obra levitaba,/ No sé qué humores revueltos/ Con resabios en botica/ Revientan hoy de las letras,/ Que no por eso se alivian.// Por puntos encontrará/ Quien al estudio se aplica/ Términos sequipedables / Y una jerigonza inicua/ Volcados de la redoma/ De lenguas más reducidas;/ Empañados los sabores/ Ya de las palabras mismas;/ Toda una Babel confusa/ Que a la otra pone envidia;/ Y al cabo tantos dislates/ Que la cuidaba Castilla,/ Madre de unas veinte Américas / No acierta a lograr sus crías.”

Si en prosa recuperó, para la posteridad ilusoria, discursos improvisados, apuntes, diarios, cartas, recetas de cocina y saludos, en poesía no es la excepción. Así explica Reyes su actitud: “Desde ahora te digo que quien canta en do de pecho no sabe cantar; que quien solo trata en cuentos para las cosas sublimes no vive la verdadera vida de la poesía y las letras, sino que las lleva postizas como adornos para las fiestas.”

Sigo subrayando versos como los del texto “El tiempo de pro Trombina”: “Pues hete que los políticos/ Andan por la rebatiña/ Porque dicen que no dicen.”


* Margarito Cuéllar (México, 1956). Es poeta, narrador y periodista. Profesor de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Nuevo León (México) donde dirige la revista Armas y Letras y es coordinador de actividades literarias. Entre sus libros Poemas en los que nunca es de noche (2019); Teoría de la belleza (2018); El mundo será otro (2013); Vigilias (2013); Las edades felices (2013 y 2015) y Poemas para formar un río (2016).

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