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Votar o no votar

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Antes de entrar en materia aclaro y afirmo que en las condiciones que hoy se perfilan no pienso votar en diciembre. Ello no descalifica a quienes de buena fe opten por la opción contraria ni los convierte automáticamente en traidores, colaboracionistas, arrastrados, etc. (a excepción de los de la “mesita” y los alacranes, que sí lo son). Dicho eso analicemos algunos de los elementos que en esta última semana han tenido lugar en relación con el tema , especialmente el comunicado de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) (https://conferenciaepiscopalvenezolana.com/downloads/comunicado-ante-las-elecciones-parlamentarias ) y el discurso dado en Bruselas por  Josep Borrell, representante para las Relaciones Exteriores de la Unión Europea (https://www.aa.com.tr/es/mundo/josep-borrell-elecciones-en-venezuela-no-cumplen-las-condiciones-para-un-proceso-transparente-/1938555) sobre el mismo tema.

La crítica situación que se vive en nuestro país ha desatado como consecuencia la generación de una grieta casi infranqueable entre quienes perciben que el acto comicial convocado para el próximo mes de diciembre es una vulgar trampa que el gobierno espera utilizar para ganar control de la única institución que aún se le opone (la Asamblea Nacional) frente a quienes , por el otro lado, creen que pese a las sibilinas condiciones que se están imponiendo todavía vale la pena dar la batalla con la esperanza de ganarla o al menos deslegitimar aún más  ante el país y el mundo a quienes usurpan el poder. No olvidar que la renovación de la Asamblea al cabo de cinco años es un mandato constitucional (art. 192).

Así las cosas, no deja de ser natural que para cada lado de la disyuntiva se alineen posiciones de peso que en ocasiones vienen sustentadas por el prestigio de quien las emite y otras veces por la subalterna necesidad de servir intereses mezquinos.

Quien esto escribe ha sido y es constante admirador de la muy valiente posición que desde hace ya bastantes años ha venido asumiendo la jerarquía episcopal de nuestro país en defensa de la restitución de la normalidad democrática. Ello no ha sido sin consecuencias para la Iglesia. Recordemos cuando el “difunto” acusó al cardenal Velazco de tener al diablo bajo la sotana o cuando el mismo personaje en abril de 2002 fue a entregarse en Fuerte Tiuna amparando sus garantías en la sotana del hoy cardenal Porras y en los innumerables ataques que no dejan de cometerse día tras día.

Pues bien, esa misma jerarquía en su rol pastoral, en pleno y arriesgado ejercicio de la función de orientación y conciliación que le es propia, la ha asumido a cabalidad ejerciendo su derecho de opinar colectivamente en un comunicado de amplia extensión en el que se analiza, critica y condena la conducta abusiva de la usurpación, a la vez que se emite opinión acerca de la necesidad de generar estrategias que vayan más allá de la simple abstención electoral visto el negativo antecedente de 2005, cuando esa opción resultó en un quinquenio de dominio monopólico del PSUV en la Asamblea Nacional. En tal comunicado calzan las firmas de los dos cardenales venezolanos, además de las de toda la directiva de la CEV. Alguien pudiera decir que hubo salto de talanquera, o claudicación (como afirman MCM & Cía.) o traición? Este escribidor puede o no estar de acuerdo con la recomendación objeto de la controversia, pero no puede llegar a la descalificación de la CEV y mucho menos al insulto, como ha sido la reacción de figuras respetables pero menos abiertas a aceptar opiniones diversas dada la crispación que impera en el país.

Igual ocurre con las palabras del canciller de la Unión Europea, quien acaba de explicar que esa instancia no se prestará para enviar la misión de observación solicitada por el CNE usurpador, por cuanto estiman que la elección pautada carece de los estándares mínimos requeridos por la UE para concurrir y dictaminar sobre procedimientos y certificar resultados.

Cierto es que la Unión Europea se maneja con criterios políticos igual que su Europarlamento, pero es igualmente cierto que a partir de la encargaduría de Juan Guaidó la posición se ha ido tornando cada vez más dura y crítica hacia la usurpación hasta culminar en la Resolución del pasado 10 de julio, cuyo texto recoge todos los agravios que bien conocemos los venezolanos.

Pues bien, también hay quienes consideran que este histórico documento aprobado por 487 votos, apenas 119 negativos y 79 abstenciones, ni las declaraciones de Borrell son suficientes para satisfacerles.

Tal como expresamos en la primera frase de este escrito, no iremos a votar el 6 de diciembre, esa es nuestra convicción y decisión, pero entendemos que haya otra gente respetable (no incluimos allí a Falcón) que pueda opinar diferente. Nuestro mayor anhelo es que entre la “dirigencia” –que es más que el puro G4– se logre alcanzar un consenso que favorezca una estrategia unitaria en el entendido de que la unidad requiere de alguna flexibilidad y casi siempre de algunas concesiones que suelen dejar amargos sabores.

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