OPINIÓN

Vitrina Venezuela: El rol y pertinencia de las Fuerzas Armadas

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

Con el tema de haber vuelto a poner en el radar político electoral a las FAN, que estaban con un perfil relativamente bajo, el tema de su rol y pertinencia vuelve a estar en entredicho. Porque si bien no son las fuerzas armadas argentinas que siendo ellas mismas las dueñas del poder, lo abandonaron por la derrota ante los ingleses; y a las chilenas que fueron entregando poco a poco porque ellas eran el poder en sí mismas.

El caso nuestro, en las que no son el poder en sí mismo, sino que son su soporte, pueden tener, nacional e internacionalmente, una percepción similar a las anteriores, por el embanderamiento explícito al declararse, día a día, y a lo ancho y largo del país, en el toque de diana de los cuarteles, como “chavistas”.

Por eso es que tiene sentido hacer algunas reflexiones. El problema del poder militar es que no se sabe si surge por debilidad de la clase política, o como herencia de las revoluciones libertadoras, donde solo con la mano fuerte y firme se puede gobernar para llegar a tener resultados concretos.

A partir de la caída de Pérez Jiménez, no había ocurrido una participación activa pero sí se había mantenido con mucha presencia. El militarismo termina en 1958 pero reaparece en 1992. Aunque los militares fueron siempre importantes, mantuvieron un perfil bajo hasta que uno de ellos llegó al poder, como el caso de Hugo Chávez.

El neomilitarismo entra en una nueva fase: lo que tradicionalmente eran militares de derecha que pasaron a ser de izquierda, donde la derecha reconocía la preeminencia del civil en el conocimiento, pero que en la izquierda no ocurría.

Así fue como quedó la enseñanza del militar multifuncional que se suponía que podía hacer todo lo que un especialista civil podía. Inclusive sustituirlo en la presidencia de la República, sin estudios y sin la preparación correspondiente, pues consideraban que la disciplina era más importante que el conocimiento profesional.

La capacidad civil de la creatividad, la flexibilidad, la imaginación y la disrupción, está por diseño fuera del alcance de la estructura de formación militar. La disciplina, si bien tiene un valor organizativo y de consistencia, nunca puede ser el factor que inhiba el pensamiento libre, fuente de la solución de todos los problemas que puedan presentarse.

El ejemplo más claro de militarismo, o mejor dicho, de mala utilización del recurso militar, ocurrió con las dictaduras en el sur, cuyos militares asumieron todas las funcionalidades que debían estar en manos de civiles, distorsionándolas y produciendo un gran retroceso en la vida ciudadana.

Cuando un profesional civil no obedecía, como si fuera un militar, era castigado y segregado con el consiguiente impacto negativo en la disciplina de la que se tratara. Este exceso de poder se extendió a todas las áreas de la vida ciudadana, llegando a afectar los derechos humanos a niveles cercanos al genocidio.

Cuando terminó la etapa militar (porque siempre terminan), el concepto de militar y Fuerza Armada se desprestigió de tal manera que, hasta echó por tierra, el prestigio ganado en la gesta libertadora y, pasado los años hasta esta fecha, un militar, difícilmente, puede andar por la calle vestido de uniforme sin provocar una reacción negativa en los ciudadanos… aunque, gracias a Dios, en Argentina ocurre cada vez menos… pero apenas 40 años después.

La guerra contra la subversión y el terrorismo que se dio en Argentina, se originó en un decreto “de exterminio” firmado por la presidente constitucional Isabel Perón y ejecutado por unas Fuerzas Armadas dependientes del poder civil que, legal y legítimamente, condujeron operaciones de contrainsurgencia contra las guerrillas comunistas alimentadas desde Cuba.

La legitimidad la pierden cuando, dos años después, le dan un golpe y se hacen cargo del poder civil y extienden su accionar más allá de lo netamente antisubversivo, entrando en conflicto con los conceptos de lesa humanidad y derechos humanos.

Si bien en Venezuela no están formalmente a cargo del poder civil sí tienen un papel gravitacional donde todo, directa o indirectamente gira alrededor de ellas. Antes de hacer algo hay que mirarles qué cara ponen… y si no es carita feliz, pues no se hace.

En todo el mundo democrático las Fuerzas Armadas son institucionales y apolíticas, y se han ido especializando; y al hacerlo, la hipótesis de trabajo ya no es un conflicto en gran escala contra un país, sino que tenemos las fuerzas de tierra, las fuerzas de aire, las fuerzas de agua y las fuerzas del espacio cibernético. Esta última es de gran importancia, ya que la guerra de cuarta generación es de un ámbito que no es ni terrestre, ni marítimo, ni aéreo, sino digital.

Hay mucho material para desarrollar en este tema; pero sale a luz hoy por aquello de incorporarse a la campaña presidencial del chavismo, dejando en el desamparo al resto; especialmente a aquella que hoy, según los números de las encuestas serias y creíbles, tendrían una gran posibilidad de ganar por amplio margen. Ojalá, esta vez, las cosas sean distintas y podamos volver a sentirlas como parte de la Nación y no de una parcialidad política.

Es bueno aclarar que lo que en esta entrega es una generalización, cuando bajamos una o dos capas de información, podríamos encontrarnos que las cosas no son tan lineales como parecen y que no todos caben en el mismo saco.

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