OPINIÓN

Venezuela y su clase media

por Gustavo Roosen Gustavo Roosen

Foto Gaby Oraa / Bloomberg

Cuando los analistas estudian la situación de Venezuela concuerdan en afirmar que una de las fortalezas del país es su clase media. Un mensaje reciente de Hannah Dreier al editor británico James Pembroke nos recuerda esta verdad, no siempre presente en el día a día, pero que conviene recordarla para alimentar la acción y la esperanza.

Las afirmaciones de Dreier son el producto de vivencias propias. Corresponsal de la Associated Press en Venezuela entre 2014 y 2018, Dreier conoce bien nuestro país. Desde su posición de investigadora y periodista -la única que ostenta dos premios Pulitzer, el de Reportaje en 2019 y el de Periodismo de Investigación en 2024- Hannah Dreier piensa ahora en quienes sobreviven en Venezuela. Con una emigración que ha socavado la base de población económicamente activa, para quienes han permanecido en el país “sobrevivir es un desafío”, reconoce Dreier. Constata, sin embargo, que “desde el principio, este grupo etario mayor de 40 años es el que más ha luchado por la libertad”. Para ellos, sostiene, “sobrevivir no es solo una cuestión de defender la existencia humana, también se trata de defender una vida de esfuerzo”.

Fortalecida por las políticas sociales y de crecimiento económico de los gobiernos democráticos de la segunda mitad del siglo XX, la clase media fue afirmándose en Venezuela como una promesa. El país comenzaba a tener conciencia de la necesidad de utilizar la nueva bonanza del oro negro para desarrollar un país productor, competitivo, no dependiente exclusivamente de la riqueza petrolera, animado por el trabajo de su gente, abierto a la iniciativa, ocupado en el desarrollo de los talentos y de las habilidades, convencido de las bondades de una economía abierta, competitiva, con reglas de juego claras y respetadas. 

La mayor fortaleza de la clase media venezolana está fundada de manera importante en la interiorización de valores como la educación, el trabajo, la iniciativa, el crecimiento, la democracia, la legalidad, la transparencia en la gestión pública, el respeto de los derechos individuales de los ciudadanos. 

Fruto de una generación que superó la pobreza y se ocupó de dar a sus hijos una mejor educación y formación para el trabajo y para la vida que aquella con la que ellos mismos habían contado, la clase media percibe el crecimiento personal no solo como una aspiración, sino como una meta y se niega a aceptar la dependencia. Hoy siente que sus condiciones han desmejorado sensiblemente, pero se niega a admitirlo como definitivo, no concibe verse a sí misma como la “pobre” clase media. Puede más su voluntad de superar las situaciones negativas, de trabajar para revertirlas.

Se puede decir que hay una clase media que salió del país y otra que se quedó dentro de su espacio. Cada una es una promesa. La que se quedó impidió un mayor colapso, aprendió a sobrevivir en circunstancias especialmente difíciles y en la turbulencia. No se acostumbró a la falta de libertades. Dreirer puede decir: “Sobrevivir guarda un significado oculto que honra a quienes permanecen en Venezuela”. La clase media que se fue ganó en aprendizaje personal, en visión de la vida y de la economía, de un mundo que no termina en Venezuela y de una Venezuela que tiene todas las posibilidades para insertarse en ese mundo y para competir con éxito. 

Quienes se fueron y quienes se quedaron se afirman en la convicción de que la clase media, como expresión de ciudadanía organizada y de voluntad de crecimiento personal y social, representa una fortaleza para la democracia. Unos y otros han ido aprendiendo además que para que sea así es imprescindible incorporar más sentido de propósito, de organización, de adhesión a los valores, con una renovada visión de la economía, del papel del Estado y del papel del ciudadano. Considerada como un ancla de estabilidad para el desarrollo social y político de un país, para la clase media resulta especialmente importante asumir su papel en el fortalecimiento de la economía, pero también en la maduración de su conciencia ciudadana de participación.

Glosando la comunicación de Dreier, Pembroke hace afirmaciones que es bueno tener presentes. Tras declarar que todos los demócratas del mundo deben tener muy claro que la clase media es el motor central de cualquier democracia, Pembroke no duda en afirmar que “Las democracias del mundo no pueden permitirse perder a la clase media venezolana. Venezuela es un activo clave para la democracia mundial”.

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