OPINIÓN

Venezuela atrapada en la anomia social

por Marcos Hernández López Marcos Hernández López

Los principales impulsores del concepto anomia social fueron los sociólogos Emile Durkheim y Robert Merton. Este último especialista indica que la anomia aparece cuando los objetivos de una cultura y la posibilidad de acceso de algunos grupos poblacionales a los medios necesarios se encuentran separados. La asociación entre medios y fines, por lo tanto, comienza a debilitarse hasta que se concreta el quiebre del entramado social.

En el análisis de la anomia se desprende que a partir de la socialización los individuos van aprendiendo qué fines son los que como miembros de su sociedad deben alcanzar y qué medios son legítimos para hacerlo. Por diversas situaciones se puede generar una desorganización cultural en la que los individuos se encuentren atrapados en la dificultad de lograr los fines ideales ante la verificación de la falta de herramientas necesarias para hacerlo. Como consecuencia de la frustración que ello les genera, se fomenta en las personas la exploración de alternativas para tratar de reducir dicho sentimiento, ya sea a través del establecimiento de nuevos fines o de nuevas formas para alcanzar los determinados por la sociedad. Esta situación es derivación de cambios sociales y se exhibe a nivel individual y no grupal.

Para el sociólogo francés Durkheim: “La anomia es la incapacidad del Estado de proveer a los individuos lo necesario para lograr sus metas”. Este fenómeno se presenta cuando el Estado no tiene un interés real de solucionar los problemas sociales; su función de utilidad gravita en la política, no en lo social. Su visión es a corto plazo y, por lo tanto, la planeación de la política social no ataca los problemas estructurales de un país. Y solo es capaz de tratar ciertas patologías sociales, pero sin soluciones integrales y de largo plazo. En otras palabras, la anomia social se presenta cuando no hay un objetivo de largo plazo como la movilidad social.

Es significativo para el tratamiento de este tema hacer una reflexión de los paradigmas de la psicología y la sociología, para comprender en su praxis: la anomia es un estado que germina cuando las reglas sociales se han debilitado o directamente se han eliminado y ya no son respetadas por la gente. Ahora bien, la anomia es, para las ciencias sociales, un defecto de la sociedad que se evidencia cuando sus instituciones y esquemas no logran aportar a algunos individuos las herramientas imprescindibles para alcanzar sus objetivos deseados en el seno de su contexto social. Es decir, que el concepto explica el por qué de la frecuencia en la expresión de ciertas conductas antisociales y visiblemente alejadas de lo que se considera como normal o tolerable intrínsecamente en una sociedad.

Venezuela, desde el inicio de la gestión del extinto presidente Hugo Chávez en febrero de 1999, se ha convertido en un campo de disputa política entre dos polos radicales: chavistas vs antichavistas. Llevamos 21 años, estos dos extremos se encuentran movilizados y antagonizan en torno a un proyecto político llamado socialismo de siglo XXI, para los revolucionarios es todo un constructo teórico y praxiológico redentor / liberador y para los que adversan a la revolución bolivariana es solo un conjunto de ideas políticas que se deslizan hacia lo anacrónico. A veces con mayor o menor intensidad, pero el forcejeo e interpelaciones en el debate diario siempre están presente en el país. Es evidente que en la actualidad la violencia de la confrontación política es mayor a otras épocas, pero esta se enmarca en una lucha política y con resultados negativos para el país y su gente. La temática social en este país no es relevante, es situacional.

En Venezuela la anomia social es potenciada estratégicamente por la revolución bolivariana, se manifiesta a diario en el estado anímico y en el comportamiento social de los grupos afectados, la mayoría de los venezolanos. Es la respuesta a la desesperanza, ausencia de fe, las desigualdades políticas, abuso de poder, violaciones de los derechos humanos, sociales y económicos; conectadas de manera directa a la corrupción, al nepotismo, a la injusticia social de la actual gestión chavista / madurista.  En otras palabras, la anomia social ha transfigurado el carácter social de los venezolanos y le ha originado modelos de conducta con ciertas complejidades que se producen desde el gobierno de Nicolás Maduro y sus instituciones del Estado.

Mientras los líderes políticos de la oposición aún continúan trazando varios objetivos y creando constructos para alcanzar el cambio, Maduro y su equipo político estratégicamente tienen toda la intencionalidad de potenciar el fenómeno de la anomia, el caos le favorece, en sus distintos frentes de lucha por mantener vivo el legado de Chávez apunta también hacia lo mediático para continuar su plan y dar respuestas moviéndose en la psicología inversa. Los venezolanos viven una incertidumbre, secuestro emocional, fatiga cognitiva, desanimados, miedo, obstinados, agobiados por la crisis económica, política, social, valores, ¡extenuados de las diversas narrativas oficialistas afianzadas en las que lo malo es bueno y lo bueno es lo malo… totalmente desmoralizadores!

En síntesis, la anomia social se articula a la visión cortoplacista del gobierno de Maduro cuyo desarrollo depende de aprovechar en su favor lo “legal”, controlar a su antojo lo económico, los bonos, las CLAP, las diversas misiones hasta los eventos electorales… es decir, el todo sobre sus partes. Maduro mantiene sus estrategias y tácticas bien orientadas hacia una estabilización que le permite mantenerse gobernar en minoría por un poco más de tiempo. No obstante, es revelador vincular las estrategias y tácticas de Maduro con la potenciación de la anomia social como una de sus últimas esperanzas para aferrarse al poder. Lo grave es que 14,2% apoya la gestión o desgobierno de Nicolás Maduro. Para los mandatarios que se aferran al poder, tener un respaldo menor a 15%, muchas veces se convierte en nudo crítico a la hora de un diálogo o negociación para salir del poder.

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